viernes, abril 03, 2009

El súmmum.

No recuerdo cuando descubrí la música o si la música me descubrió a mí. Comenzó de forma corriente, escuchaba grupos, los mismos que de forma gradual se oyen en cualquier lugar del planeta: Beatles, Rolling Stones, Ramones, Dire Straits, The Police, Led Zeppelin, Bob Marley, Queen, etc. En fin, los más conocidos.
Comencé por pub y discotecas. Me acomodaba lo más cerca posible del pincha pedía una copa y me limitaba a escuchar. Así discurrieron mis primeros cuatro años de vida musical. ¿La social? No existía. La primera intuición no tardó en presentarse y señaló el rumbo de mi destino. Sin música no me era posible estudiar y concentrarme, así que tomé una medida radical pero inevitable: Dejar los estudios. Me bastaría encontrar el empleo adecuado y seguir acudiendo a mis lugares predilectos sin problemas. Permanecía horas inmersas en aquellos locales impregnando mi cerebro de melodías, sin moverme, “observando la nada,” en realidad sin prestar atención al tumulto de humanidad sudada y maloliente que giraba en torno a mí, mientras mi interior se estremecía. No puse en tela de juicio la incuestionable belleza de las melodías, pero comprobé con disgusto algo nuevo. Los Beatles, Rolling Stones, etc., no me llenaban, necesitaba algo solvente, menos obvio y más complejo. Algo que en principio pudiera manipular, y sobre todas las cosas había una incontrolable que necesitaba desechar: El pincha discos.

Me fui de casa. Aborrecía mi hogar sin música, taladrado por las continuas discusiones de mis padres, tenía un empleo y ganaba suficiente. Me instalé en el tercero de un inmueble de seis pisos y cuando finalicé mis primeros meses de trabajo había ahorrado suficiente para comprar un equipo. Lo puse en el salón, era un Aiwa con bafles inyectados y potenciados 15 300 Watts Rms con reja metálica. El primer día que lo conecté permanecí extasiado durante las cuarenta y ocho horas siguientes, aún así me faltaba la esencia, aquello que la capacidad efectiva que mi cerebro clamaba, la cuestión residía en localizarlo. Tras la primera semana hubo una confabulación y mis vecinos me echaron.
Alquilé otro piso, esta vez era un sótano. Utilicé lana de vidrio para insonorizar las paredes, nadie me oiría; me oyeron. La comunidad se opuso a mi permanencia. Cambié de táctica, reaccioné de forma comprensiva y les expliqué que escucharía la música con auriculares. Accedieron, y gracias a ellos me adentré en un nuevo universo. ¿Cómo no se me había ocurrido? Conectarme fue lo mismo que hacerlo a un cordón umbilical. Buscando en la web descubrí que el paraíso y el infierno estaban ahí, bastaba remover un poco el entorno. Existían conjuntos revolucionarios. ¿Por qué nadie los entendía o les prestaba un mínimo de atención? No fui consciente hasta que discurrió la primera semana y me retiré los auriculares un instante; sonaba el teléfono. Llamaban del trabajo, no hubo problema, me despedí. Lo primero que hice a continuación fue llamar a Telepizza y encargar varias pizzas, estaba muerto de hambre.
Me costó trabajo escuchar sus llamadas, el chico fue insistente. No tenía propina y le ofrecí oír algo de música por mis auriculares. Emilio – así se llamaba – sonrió encantado y ya no se marchó durante las seis horas siguientes; perdió su trabajo, pero le dio lo mismo, me dijo. Le pregunté si estaba dispuesto a trabajar para mí como intermediario, y le expliqué mi compromiso de permanecer en el camino de la música, le ofrecí una paga. Me contestó que con escuchar mi música durante las noches le bastaba. Le dije que se hiciera con unos auriculares, yo no podía desprenderme de los míos.

A los dos meses la casa estaba llena de amigos y extraños, todos escuchaban mi música. Podrían entretenerse en otras cosas, pero ni siquiera armaban barullo, sólo escuchaban, y además me resultaba imposible expulsarlos, perdería tiempo en hacerlo y un solo instante equivalía a desperdiciar la ocasión de encontrar aquello que, de alguna forma, me esperaba.
Sucedió de pronto, la melodía se distanció. ¿Se escapaba a mi entendimiento? Aterrado me quité los auriculares y se lo transmití a Emilio. No me escuchó. Tuve que arrancarle los suyos para que me prestara atención. Le dije que algo grave ocurría con el equipo, pues apenas lo oía. Me miró molesto y con asombro movió la boca; no le entendí. Le pedí que se explicara y tampoco lo entendí. De repente – ¿estaba gritando? – pude oír que el equipo estaba en perfectas condiciones. Luego, el problema era mío. ¿Tenía un inconveniente grave de audición? Admitir la posibilidad me horrorizó unos instantes, pero enseguida me fortalecí; nada estaba perdido. Hubo una breve disputa cuando le recordé sus quehaceres y le indiqué que necesitaba unos auriculares más precisos y potentes. No tardó en conseguirlos, se los pidió a alguien de fuera que también se quedó dentro. Transcurridos varios meses el problema se reprodujo en cuatro ocasiones, en todas me consiguieron aparatos más potentes.

Un día abrí los ojos y todos me observaban. El silencio era inquietante, el más absoluto que “nunca haya oído.” Se quitaron los auriculares y uno tras otro salieron de la habitación sin mirar. Emilio fue el último en dejarme, sus ojos estaban llorosos, tampoco tuvo nada que decirme.
A solas y en silencio medité con rapidez y llegué a una conclusión. Tal vez aquello me ocurría por no haber sido capaz de entender la forma de canalizar de forma exacta los conductos. Impresionado ante la magnitud de la idea me incorporé y me acerqué hasta el equipo, cuando estuve delante me detuve sin pensar. Abrí la boca y mordí con furor el extremo del cuadro. Fue como un rayo de luz. Una sinfonía gloriosa entró en mi interior y lo iluminó de forma misteriosa y en instantes se condensó en una melodía de una dulzura lujuriosa e imperial. Había dolor, pero era un dolor mortificante. Continué ahí agarrado con el corazón a tres mil revoluciones in crescendo; y no me solté, en realidad era incapaz y además ¡estaba empalmado! Sí, ¡aquello era el súmmum! Un súmmum letal.

José Fernández del Vallado. Josef. 2009.









43 libros abiertos :

Capochoblog dijo...

Y uno se queda con la duda de si abstraerse o no, jajajaja

Besos.

MORGANA dijo...

Espero que eso no me pase...¡QUE HORROR!
Besos Moderato.
Mª José.

Celia Álvarez Fresno dijo...

Una circunstancia un poco "de esa manera".
El relato muy entretenido y muy musical.
Un abrazo

Diego dijo...

Terrible. Ahora recuerdo lo que cuentan sobre la desesperación de Beethoven al no poder oír, esos aparatos metálicos que construía y se ponía alrededor de la cabeza para poder sentir las vibraciones. Vivir para la música y no poder oírla.. qué fatalidad. Un abrazo.

Unknown dijo...

Un relato lleno de latidos musicales, intenso, como una descarga eléctrica de sensaciones, eso has logrado con mis 5 sentidos.
Te espero en mi laberinto, cuando gustes compartir más música. Un abrazo amigo

Amig@mi@ dijo...

Yo como siempre, saco la moraleja:
ca,da cosa tiene una medida en esta vida, y no es bueno pasarse del límite.
Muy bueno, pero angustioso...
Besos

Arantza G. dijo...

Al final, todo en exceso, resulta malo, aunque el final de este relato sea "lo más"
Un beso.

LUX AETERNA dijo...

Muy bueno Moderato por un momento me hiciste recordar a Beethoven que cuando ya estaba sordo dicen que componía mordiendo una varilla conectada al piano.
Claro esa era de madera y el piano no era eléctrico.

Me gusta mucho como escribís te estás convirtiendo en uno de mis escritores prediclectos, y encima me contesta!! cosa que ni Eco ni antes Borges lo hicieron.

Abrazo

Sol - Estaré siempre dijo...

Los excesos pueden ser malos... bueno casi siempre!!!
Todo es relativo...
Cada dia escribes mas bonito...
Siempre es bueno pasar por aca!!!
Besos cielo, llenos de luz!!!

Juan Duque Oliva dijo...

Una tragedia tremenda pero que bien la has contado.

Sería horrible.

Pd. Espero que podamos charlar el 18 , besos

TORO SALVAJE dijo...

Una pasión sin límites.
Seguro que disfrutó hasta el final.

Saludos.

Susana Peiró dijo...

Muy interesante trabajo! El estilo oral es muy provocativo. Nos introduce en el personaje y su mundo de música y pasión.

Los seres humanos somos bichos extraños ¿Verdad? Menudo arte para convertir un placer, llevarlo a extremos y convertirlo en un arma letal.

Un Abrazo Amigo y Muchas Gracias!

lanochedemedianoche dijo...

Tremendo, pero así somos los mortales todo lo que queremos es llegar donde nadie pudo, muy fuerte.

Besos

Princesa Hinamori dijo...

Te extraño.

Lara dijo...

Horrible relato pero encantador a la vez ;)

Anónimo dijo...

Me ha encantado este relato y me ha recordado a mi infancia y adolescencia pues para mi la música era lo más importante!Tambien es un poco angustioso y excitante..me lo he creido completamente...felicidades!!:)

América dijo...

Como todo necesita su equilibrio,estupendo blog,no había tenido la oportunidad de entrar hasta ahora,siempre te leo en el blog de LUZ DE GAS,INCLUSO LA ENTREVISTA,UN PLACER SALUDARTE.

Unknown dijo...

hermoso lo que has escrito!!
creo que todos los excesos son malos, lo ideal sería el equilibrio.....gracias por compartir.

un abrazo

Belén dijo...

Yo me arrancaría las orejas si no pudiera escuchar música!

besicos

Cecy dijo...

Me has dejado con la boca abierta leyendote.
Si casi tonta.
Yo creci, en una casa donde se escuchaba todo el dia musica clasica.
Hoy no puedo dejar de escuchar musica.
Siempre hasta cuando estoy en la calle, a veces tambien tengo ese miedo a que mis oidos queden en silecio, no permitiendo que ella siga dando esa alegria.

Besos.

Mr. TAS dijo...

se puede decir que te has hecho a ti mismo....

un saludo

Soñadora dijo...

Dicen por ahí que los extremos no son buenos? Cuántos sentimientos inspira la música!
Besitos,

Paquita Pedros dijo...

Hola me a gustado mucho tu relato ademas lo describes muy bien pero los excesos son malos
un beso desde mi Luna

Marysol Salval dijo...

Tremendo relato que me dejó casi sorda, recordando el volumen de la música al que estaba acostumbrada ....Ahora, mis hijas...Y es cierto, se pierde la audición per uno no se lo cree.
Besos, Moderato, siempre un placer leerte.

Clarice Baricco dijo...

Al empezar a leer la historia, reviví mi encuentro con la música, y ésta fue clásica y todo por mi hermano. Después llegaron otros pentagramas.

Abrazos.

NDEH dijo...

Bravo por la música...
y bravo por tu escrito.

http://www.youtube.com/watch?v=zTovK0zhoWY



Feliz finde.

Abrazos

Anónimo dijo...

Cuando puedas pasa... ahí deje algo que quiero compartir contigo.
Besos desde otro lado pero siempre desde mi alma.

YAIZA dijo...

Madre mia algunas veces eso mismo me lo dijo mi madre cuando me veia pegada a la musica siempre: algun dia te quedaras sorda, gracias a Dios sigo aquí con mis auriculares pegados y sin novedad.
Me ha gustado la historia.
Un beso.

Micaela dijo...

Un texto muy apasionante. La música, como la pintura o la escritura pueden hacerte enloquecer hasta la médula, pero también te llenan de vida... Abrazos

Paula dijo...

Los excesos no son saludables, ni para el cuerpo ni para el alma, es necesario buscar el equilibrio, aunque muchas veces cuesta.
Te dejo un abrazo, muy buen post!!!

Arwen dijo...

Ya se sabe que no hay que abusar de nada...me ha encantado el relato Josef, besitos y que pases una linda noche.

Carolina dijo...

Buen relato. No dejas de sorprenderme Josef con cada texto, tienes una creatividad estupenda que hace que me mezcle en la historia.
Un abrazo.
PD: me dio hambre la pizza

Anónimo dijo...

Extraordinario!!!!
Es que me ha encantao mataor!!!
jajajaja. la música puede llegar a enajenarte como cientos de cosas más que existen, pero lo has tratado de una forma tan enviciante, que en algunas partes me he sentido totalmente identificada, aunque no creo llegar a darle un mordisco a mi Ipod, lo m,as seguro es que me quiebre un par de dentes y el Ipod siga igual, jajaja.
un beso

fgiucich dijo...

Me dejaste sordo, amigo. Excelente texto. Abrazos.

Yurena Guillén dijo...

Es un relato verdaderamente sorprendente... tanto como su final. De los finales más potentes que te he leído.
Un abrazo grande.

feli dijo...

FELIZ PASCOA

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Jose Luis dijo...

Uffff ahora sí que debo mesurarme un poco, mira que ya iba en el camino de tu protagonista...concuerdo con la mayoría de los comentarios de arriba, que todo tiene su límite, pero a veces el placer de los sentidos puede aún más...

Un saludo,

Joselo

Calvarian dijo...

Yo pensaba que la música amansaba las fieras...jeje. A tu protagonista le pasó al contrario...el Summum

Abrazox

Clarisa dijo...

Gracias por descubrirte Moderato, te diré que me ha impactado tu relato y su final lleno de emoción.
Te visitaré, saludos.

MentesSueltas dijo...

Valoramos lo que perdemos, pero siempre hay un tiempo previo, para renacer.

Hermoso.

Te abrazo, escuchando "Escaleras al Cielo".

MentesSueltas

© José A. Socorro-Noray dijo...

Después de todo, ¿qué haríamos sin el silencio?, ¿seríamos capaces de crear relatos tan reales como éste aunque sea una fantasía?, ¿hubiera alumbrado el Gran Beethoven su Novena?, ¿hubiese pintado el Maestro Goya sus Caprichos y Losl Fusilamiento del tres de Mayo?

El silencio es necesario, como es necesaria la palabra, y cuando se alcanza el súmmum, en ese sosiego, en ese secreto, en esa paz, en ese misterio que define y encierra todo silencio, podemos afirmar que hemos alcanzado la plenitud.

Un fuerte abrazo, Genio.

lichazul dijo...

vertiginoso relato
es tu sello
y ante él ...sólo aplaudir!!!

muakismuakis de sol

lys dijo...

Como una secta de music-ólogos locos.

Dicen que el ruido de los auriculares está afectando a muchos jóvenes. Oye, será ese método el sustituto de la viagra?.

He ha encantado.

Un beso.

P.D.

Para mi las procesiones son como los semáforos: visto uno, visto todos. Además son como entierros donde se llora colectivamente sin conocer al muerto. ( sin ánimo de ofender) Para mi Dios es otra cosa.

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