lunes, mayo 24, 2010

Lobo de Mar. II Galerna.



II
Esa misma noche, por primera vez desde que Korchianis se marchó, la isla volvió a estar en completo silencio y yo, me llamo Mateo (por aquel entonces tenía quince años), sin poder conciliar el sueño, salí a la terraza, me senté sobre el suelo y me encendí un cigarrillo. Nada mejor que dar unas buenas caladas mientras contemplas la Vía Láctea en medio de una total oscuridad.
Desde el lugar en el cual estaba podía divisar con claridad meridiana el fondeadero y escuchaba el crujido de las cuadernas de las embarcaciones. Cuando de repente, vi una sombra deslizarse y la reconocí. Pero... ¡no podía ser! ¿Julián evadiéndose con la agilidad de un felino, si siempre o casi siempre estaba borracho?

Tardé unos instantes en confirmarlo y cuando lo hice, ya había alcanzado su embarcación, soltaba amarras y remando en silencio, salía de puerto.

A la mañana siguiente pensé en poner al corriente del suceso a los demás. Iba a hacerlo y algo, tal vez un presentimiento o un sentimiento de miedo, me obligó a permanecer en silencio. Me di cuenta de la situación. Mientras los demás siguieran creyendo que Julián continuaba enclaustrado en su chabola, la vida proseguiría en el pueblo de una forma más o menos normal – mi vida – la que yo tanto amaba. En cambio, si los hombres se enteraban o tan sólo llegaban a presentir que Julián los había abandonado, se desmoronarían y dejarían la isla para siempre. Había un problema que no debía descubrirse. Evidentemente el barco de Julián ya no estaba. Un día sin que se fijaran en semejante detalle podía pasarse por alto, pero no dos. ¿Cómo resolver el problema? La idea me vino de repente. El barco de el viejo Pepe yacía fondeado y casi olvidado en el puerto, su similitud con el de Julián era tal que, visto de lejos, cualquiera podría pensar que ambos eran de la misma serie. En cuanto a Pepe, de momento no suponía inconveniente, aquejado de una fuerte afección reumática había sido trasladado a la capital, donde residían algunos de sus familiares. El problema radicaba en sacar de noche la embarcación en silencio y anclarla casi en el centro de la ensenada, donde solía dejar la suya Julián. Una vez en la distancia, sustituyéndole oportunamente el nombre, nadie repararía en la sutil diferencia entre ambas. Todavía quedaba un último escollo: El regreso. Dado que no tuve forma de hacerme con una chalupa, debía volver a nado en la oscuridad. Y en aquella ensenada algunos años y sobre todo de noche, había sido detectada la presencia de escualos que a veces merodeaban atraídos por el aroma a pescado podrido.

No quedaba otra solución que arriesgarme. Pasé aquel día esperando escuchar el grito de alarma del avispado que echara en falta el barco de Julián, pero la fortuna se alió de mi parte.

A la noche siguiente puse en práctica mi plan; raspando con una espátula borré el nombre de la embarcación y lo cambie por el del barco de Julián. Una vez escrito: “El Espetón” no quedó demasiado mal. Trepé a la embarcación, solté las amarras y remando como pude – no fue tarea sencilla – lo conduje hasta el centro de la ensenada, eché el ancla y cuando comprobé que el barco estaba afianzado, con resquemor me metí en el agua y comencé a bracear de la forma más silenciosa que pude; pues no deseaba llamar la atención de nadie en el pueblo y sobre todo, de cualquier escualo que merodeara por allí a esas horas.

Logré cumplir mi misión sin percances. Y a la mañana siguiente todo funcionó según lo esperado, excepto un detalle añadido.

El siempre nervioso y desconfiado Manolo, reunió a todos los hombres – yo me apunté de forma casi solapada – y expuso su idea. Alguien debería presentarse en la chabola de Julián para confirmar su estado y tratar de convencerle de que, por el bien del pueblo y de la isla, había de hacerse a la mar. Por fortuna los demás hombres espantados ante la sola idea de tener que enfrentarse a Julián, se mostraron poco o nada dispuestos a llevar a cabo el plan. Avivado por una copita de vino que, dada mi condición de cuasi hombre me sirvieron, propuse presentarme en nombre del pueblo. Tal como pensé mi idea les pareció fantástica, ya que tratándose de un pescador (y competidor), lo más probable es que Julián lo echara a palos y entre improperios de la cabaña, pero si quien se presentaba ante él era un “chico – hombre,” las garantías de éxito eran mucho mayores.

Ese mismo día visité la chabola. Esperaba encontrarme un lugar maloliente, rebosante de botellas de alcohol, piojos y cucarachas, pero cuando la puerta – no había echado la llave y probablemente nunca lo hiciera – cedió ante mí y atravesé el umbral, me quedé atónito. Dentro, las botellas llenas, estaban cuidadosamente apiladas en unos estantes. No había botellas vacías, alguien, no fui capaz de imaginar quién, las había estado arrojando a los contenedores de desperdicios que había diseminados por la isla y que el barco encargado de recogerlos, transportaba a un basurero en tierra. En un rincón había una nevera y dentro, cuidadosamente apilados, encontré diversas especies de pescado: caballas, sardinas, lubinas, palometas, etc... Además de botellas de leche y algunas verduras y tomates. Al fondo había una cama de matrimonio, de madera noble ¡con dosel! perfectamente acabada. La techumbre de la cabaña estaba adornada con preciosos recortes ¡fosforescentes! que conformaban el mapa de las constelaciones, tal y como en aquella época, se veían desde la isla. Esto último sólo lo supe debido a que Lucio, uno de los marineros, me había enseñado a reconocer las estrellas y las diferentes constelaciones. Por último la habitación conservaba un delicioso aroma a algas marinas mezcladas con tomillo y otras hierbas medicinales.
Permanecí en su interior, sentado sobre la cama, tratando de comprender el enorme cambio que habría supuesto en la vida de Julián aquella misteriosa mujer, y cuando por fin me normalicé, caminé hasta le bar de Trapattoni y dije lo que tenía pensado: Julio se sentía cansado pero en el plazo de una semana volvería a navegar. A continuación me dispuse a disfrutar a fondo de mi última semana en la isla...

Saboreaba la última noche o más exactamente, madrugada del plazo que yo mismo me auto concedí. Sabía... estaba seguro, de que los hombres se hallaban desesperados y al día siguiente volverían a la chabola de Julián encontrándose con la penosa realidad.
No era, para nada, una noche apacible. Una fuerte galerna llevaba arrasando tres días la isla, llevándose por delante toda construcción o techumbre que estuviera en malas condiciones. Por fortuna los hombres del mar estamos acostumbrados a esta clase de vendavales, y cualquier edificación, empezando por supuesto por nuestras embarcaciones, las construimos a muerte.
Abrigado, había salido a la terraza y contemplaba como detrás del malecón, por suerte bien resguardado, olas enormes se sucedían unas a otras. No sé qué vi primero, creo que el brillo de las luces de posición (rojo babor y verde estribor) danzando en lo alto de aquellas olas que de por sí daban miedo, ni imaginar lo que debía de ser encontrarse a bordo del barco en esos momentos, creo que es algo que sólo la clase de hombres de la pasta que Julián – si existen – deben saber. El barco viró, calculando exactamente el ancho de entrada al malecón para no acabar triturado entre las rocas, y deslizándose de forma maestra, entró en el puerto y fondeó en su lugar. Es decir, justo al lado del de Pepe, ahora convertido en copia del suyo.
A lo lejos vi su figura descender sobre la chalupa; cargaba con un pesado fardo entre sus brazos. Imaginé que se trataba de alguna pieza importante y especial como las que sólo él obtenía. Se bajó en la rada y caminando pesadamente en lugar de dirigirse hacia el pueblo y su chabola, tomó el camino opuesto hacia el cementerio, en la parte deshabitada de la isla.

Rápidamente me puse el chubasquero, y sin que mis padres me oyeran, salí y comencé a caminar en dirección al sendero.

Me hallaba a mitad del recorrido cuando, cien o doscientos metros por delante, vislumbré su figura; el envoltorio estaba medio desarmado y en su extremo izquierdo se entreveía algo pendiendo. Julián caminaba renqueante, intuí que debía de estar excesivamente borracho y tal vez, perturbado. Se detuvo un instante; un fogonazo iluminó el firmamento y una madeja de rayos como hilos fibrosos me permitieron apreciar la coloración de las hilachas que pendían en un extremo del envoltorio. Entonces comprobé un detalle, no eran hilachas sino ¿cabellos...? Los cabellos de la mujer... llamada ¿Yanira?
No supe por qué pero de pronto aquel nombre estaba dentro de mí, como lo estuvo la mitología griega desde que había empezado a estudiarla. Y, sin embargo, ¿dónde había visto o leído aquel nombre? De forma fugaz me percaté. ¡En la chabola! Aparecía inscrito en griego en medio de las constelaciones y a su lado estaba la palabra: Ωκεανιδες. El significado que no lograba descifrar iba de la punta de mi lengua al interior de mi cerebro. Por un instante todos aquellos pensamientos dejaron de ocupar mi mente y fueron sustituidos ante una pregunta esencial. ¿Estaba muerta Yanira? ¿Había sido Julián su asesino? Y por qué en el cementerio pudiendo haberla arrojado al océano. Claro, luego: ¿Ωκεανιδες? Significaba: ¿Oceánidas? Sería aquel el misterioso sentido de la palabra...
Una lluvia violenta se había instaurado a raíz de la caída de los primeros rayos. Caminaba abriéndome paso entre el rugido del viento, el tronar de relámpagos y algunos rayos que como si pretendieran fulminarme estallaron a mi lado pulverizando las rocas…

Atravesé la antigua verja del cementerio; encontré a Julián en uno de sus extremos. Con una pala entre sus manos cavaba con frenesí y casi diría... pavor. Al cabo de media hora se detuvo tomó el bulto y sin querer se le cayó de cabeza. Entonces sus piernas, o lo que deberían ser piernas, quedaron al descubierto unos segundos. Pero no eran tales... sino unas aletas oscuras y membranosas parecidas a las de un rape. Sólo que no era un pescado, sino Yanira ¿la Divina Yanira, hija de Océano y Tetis...? me pregunté de repente. ¿Estaba volviéndome loco?

Una vez la depositó en el espacio comenzó a echar tierra sin descanso, tapó el agujero y en un idioma que jamás escuché, musitó una oscura y milenaria letanía. Presa de un sentimiento de pánico y consternación me di cuenta ¡debía alejarme de allí cuanto antes! Él no debía saberlo. Si me descubría podría resultar peligroso... para mí, o para cualquiera...

Salí a la carrera, llegué resollando a mi casa y me metí en la cama temblando.

Era casi el medio día cuando desperté. Nada más salir, delante del bar de Trapattoni, asomados a sus ventanas había una gran congregación de gente. Logré colarme hasta asomarme y sorprendido descubrí que el alboroto era debido a Julián. Estaba sentado a una mesa delante de todos los hombres y por primera vez en años su semblante aparecía sonriente y casi diría feliz, pero sobre todo sobrio, totalmente sobrio y hablador. Narraba una historia emocionante y divertida que mantenía en vilo a todo el pueblo. Una vez finalizó dijo.
— Venga, preparad la almadraba. Mañana salimos a por el atún.
Un grito de júbilo acompañó sus palabras. Los hombres brindaron con vino y él lo hizo con mosto.
De repente volvió su mirada y permaneció mirándome fijamente. Me hizo una seña. Temblando me acerque. Y cuando estuve a su lado, sujetándome con fuerza del brazo, me dijo.
— En cuanto a ti muchachito creo que te lo has ganado. Eres digno de aprender todo lo que sé. Te debo el favor. Entonces me guiñó un ojo y añadió.
— Por supuesto hay y habrá secretos marinos que deberás guardar el resto de tu vida...

Asentí. Años después Julián falleció y yo ocupé su lugar. No supe toda la fascinante historia de Yanira hasta el final, cuando él me la narró. Pero eso forma parte de otro capítulo que más adelante les relataré.


continuará mañana o pasado...


José fernández del Vallado. josef. mayo, 2010.
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Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

37 libros abiertos :

Miguel Baquero dijo...

Estoy sinceramente asombrado de tu creatividad y de la manera en que puedes producir en tan breve espacio de tiempo unos textos de esta calidad. Mi enhorabuena

Carmen dijo...

he cumplido mi palabra, he esperado impaciente, ahora he saciado mi curiosidad...pero sólo un poco...tienes inventiva para rato (para rato largo)

espero la continuación (otra vez impaciente)

Besos

Julia Hernández dijo...

Extraordinario, extraordinario, me asombras, no he podido dejar de leerte, deliciosas descripciones, aroma a algas con tomillo...maravilloso! ¡¡¡Todo de principio a fin!!! Que no haya mucho que esperar mi querido amigo! Divino.
Un enooorme abrazo.

campoazul dijo...

Bueno…, ¡¡genial!!, pero te voy a decir un secretillo…, soy muy curiosa y a mi esta historia me va a matar de ansiedad. Por lo menos en la próxima contarás el gran secreto, verdad?

Besos.

Anónimo dijo...

HOLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
amigo mio moderato cosita linda como estas?

mira antes que nada agradecerte que estes siempre tus comengtarios son una enormisima compania....gracias por eso mismo por estar....

mira el locro es una plato muy de aqui es super riquisimo....super alimenticios y lo hacen las abuelas sweria capaz de congelar un plato hasta el dia que puedas problarlo....
querido mio te dejo besines y cariños...desde argentina...


chao amigo---

sauvignona :)

Unknown dijo...

eso no se hace!!!

tenernos en vilo, esperando
a descubrir el secreto....

no tardes!!

Un besooo!!

César Sempere dijo...

Josef, me encanta la tensión que le das a tus relatos. Espero impaciente la tercera entrega.

Un fuerte abrazo,

César Sempere dijo...

José, gracias por tu crítica. Efectivamente, leí el relato de Octavio Paz en el blog de Melody. Me encantó. Conozco la sensación de pesadumbre al contemplar una obra maestra y de reojo compararla con tu propia creación. Al principio, esto me lleva a pensar que nunca seré capaz de crear algo parecido y me dan ganas de echarlo todo por la borda. Más tarde recapacitas y te quedas con lo bueno de los maestros y, al menos me pasa a mí, te dices; yo escribo para sentirme bien, para hacer feliz a la gente que me lee, aunque sean dos, y en mi caso no espero ganarme la vida con esto (aunque si así fuese, miel sobre hojuelas). Eso sí, me ayuda mucho y me reconforta recibir críticas (de todo tipo) de mis amigos bloggeros. Necesito compartir los sentimientos.

Por ahora no me atrevo a meterme en el mundo de los relatos, aunque voy aprendiendo mucho de ti.

Un fuerte abrazo,

María Gladys Estévez dijo...

Espero la continuación.. no nos dejes con la incognita. hasta ahora chachi
besos

TORO SALVAJE dijo...

Julián me cae bien.
Además es agradecido.
Veremos que ocurre.

Saludos.

Asun dijo...

Vaya! Yo que pensaba que con eta continuación se desvelaba todo y veo que no, que tendré que esperar unos días más.

Besos

lichazul dijo...

seguimos en ascuas, habrá que ser paciente

besitos de luz

Amapola Azzul dijo...

Interesante historia, me ha gustado, estos secretos que guarda el mar..., ya nos iremos enterando.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Una historia de aventuras a la antigua. Me encanta. Qué gesto ese de raspar el nombre con un cuchillo.

Anónimo dijo...

Hola José!! Muy bueno amigo. Escribes maravillosamente. Veremos como sigue esta historia de aventuras, la estaré esperando.
Besosssss

Lara dijo...

¿Y nos vas a dejar así? Tú también eres un poco malo, que lo sepas, jajajaj..

Jose dijo...

Julian vivirá su secreto compartido por dos buenos marinos.
Has reivindicado con maestría a Julian ,y a nosotros nos dejas con el agua al cuello por lo que nos puedas contar, no no llegue axfisiar

Elvira Daudet dijo...

Gracias, josep, por tu visita y por tu aliento que me compensa los malos ratos que me está dando internet. Cuando adquiera más soltura, espero continuar intercambiando poemas contigo.
Un abrazo

Alicia Abatilli dijo...

Cuando un relata no logra captar la necesidad de continuar leyéndolo es porque no es para nosotros, no es el caso del tuyo.
Lo hice mío, por eso regresaré.
Abrazos.
Alicia

lanochedemedianoche dijo...

Sos un artista, un genio en esto de narrar relatos, historias, te esperamos ansiosos.

Besos

Anónimo dijo...

Jooo y yo pensando que ya sabría toda la historia, ainsssssssss que me has dejado super intrigada madre mía, no se como lo haces pero siempre me encancha todo lo que escribes. Bueno sí se como lo haces, y es que eres genial!!!!!!!!!!!!!!!

Espero que no nos hagas esperar demasiado, hacía mucho tiempo que no leía algo por entregas y no recordaba el cosquilleo que produce la espera jejeje.

Un besazo. Muakaa

Isabel dijo...

Mantienes la tensión hasta el final, eres muy bueno con las letras. Un beso

Vicky dijo...

Precioso Jose , me has tenido expectante durante el transcurso de tu relato, ¿ y sabes ? al final me has dejado con una curiosidad impresionante.

Me quedo impaciente ante ese desenlace que promete mucho, mientras tanto te dejo un abrazo grande, Vicky.

Paquita Pedros dijo...

Si la primera parte me gusto esta me encanto ahora esparare la siguiente
un beso corazon

María dijo...

¡Es increíble como das vida a tus relatos! tienen mucha luz, me parecen muy creativos, Josef, cada día me asombras más.

Yo diría que has vuelto otra vez a cambiar de look, o quizá me lo parezca, no se... pero me da esa impresión, ver cada día algo distinto en tu blog.

Un beso, amigo.

panterablanca dijo...

Me ha encantado tu relato, Josef. Es alucinante! TEn cuidado porque por ahí en medio has cambiado el nombre de Julián por Julio. Creo que era en la segunda parte, pero no estoy segura, quizá fuera en la primera.
Por mi parte, tengo que darte las gracias por tus hermosas palabras hacia mi relato. Lo cierto es que compararme con Kipling o Hemingway me parece palabras mayores. Gracias, de verdad.
Besos selváticos.

Primavera dijo...

Pues vaya ahora que hago me has dejado intrigada, tengo que esperar un dia o dos para la continuacion, ahiss que poco me conoces soy la que empiezo un libro y me cuesta cerrarlo sin terminarlo.
Interesante relato.
Primavera

Topacio dijo...

Imaginación, buena inventiva, pero eso de las entregas por capítulos…. En fin, qué le vamos a hacer, habrá que esperar.

Besos.

khepri dijo...

Gracias por visitarme y por la corrección, soy enemiga de los apuros, ya vez el por que, cuando el trabajo me de un respiro vuelvo a visitar, besitos y gracias.

essaldir dijo...

Ha valido la espera... para quedar nuevamente suspendido en el aire... como ántes, esperaré impaciente... me causa admiración la forma que tienes de construir los relatos... ahora a la espera...mmmmmm
Un Abrazo..

Unknown dijo...

Vaya esperaba el desenlace final y no es así , aunque casi que lo prefiero , aún nos mantendrás en ascuas con la historia de Julián Y Yamira...lo que si espero es que no tardes en la siguiente entrega...
Buena forma de entretejer este interesante relato...

Arwen dijo...

Por suerte para mi dejé de fumar hace tres semanas y ahora ya sólo doy caladas literarias...y por cierto ésta tuya es muy buena y deja un sabor inolvidable. Enhorabuena.

Saludos.
Arwen

HARGOS dijo...

deberia llamar a tu puerta ,y darte un abrazo , en espera de que me contagies algo de tu forma de escribir, un abrazo ,

Ginebra dijo...

Interesante relato con el que me evadí durante un corto espacio de tiempo. Besos

Xiomara dijo...

Tenía agallas este chico de 15 años Mateo…hermosa descripción de la chabola…cama dosel y estrellas en el techo…suspenso de la espera todo se adueño de mi …respirando cada palabra …abriéndome paso para ver culminar el relato…uff será para la próxima me gusta venir sin apuro…a degustar despacio…eres un genio Josef…besos

Belkis dijo...

Wao que interesante se sigue desarrollando esta trama. Jamás pensé que Yanira sería una sirena. Cuantos bellos secretos hay en el mar que nos hacen suspirar. Estoy ansiosa por seguir leyendo, pero ahora me voy a la camita Josef que mañana hay que madrugar. Como bien dices… continuará…. Y creo que esta historia una gran novela será.
Fenomenal tu creatividad amigo.
Muchos besitos y mi admiración.

Camy dijo...

Tengo que continuar con la tercera parte. Muy interesante, para no ser tan rigurosa diré: una mujer hasta en una isla consigue tirar cosas y ordenar...
un beso

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