martes, mayo 25, 2010

Lobo de Mar. III Yanira.


III
Excepto las toses y risas fuera de lugar de los últimos hombres que se iban retirando, cuando la fiesta terminó apenas se veía nada. Al amanecer una espesa neblina blancuzca colmaba el panorama de un silencio sepulcral.
Yanira descansaba al lado de Julián, con ojos entrecerrados, pues esa era la forma en que acostumbraba a dormir; alerta, siempre con un ojo avizor. No podía decirse que hubiera pasado una fiesta interesante o divertida, esquivando en todo momento a los hombres que la pretendían. En cuanto a su querido Julián no encontraba nada que reprocharle. Le agradaba constatar que por una vez en su vida se hubiera sentido útil, cuando en realidad y aunque él lo ignorara, ya le sucedía cada día de su vida.
Oyó pisadas. Entre la espesa bruma se abrió paso el corpachón de Korchianis Papaloukas. Se había pasado la noche evitándolo, pero uno de los motivos por los que Korchianis había hecho fortuna quizá fuera porque se trataba de un hombre perseverante. Acercándose a ella con sigilo, le susurró al oído.
— ¿Conoces las islas Baleares?
Yanira, mirándolo con ojos muy abiertos, negó con la cabeza. Korchianis prosiguió.
— Puedo llevarte hasta ellas.
Yanira permaneció pensativa unos instantes, entonces preguntó.
— ¿Hay focas allí?
— Focas, ¿focas...? Korchianis se irguió pensativo. Uno de sus marineros, un orondo grumetillo andaluz, pasaba a su lado. Acercándose a él el millonario le preguntó.
— ¡Chico! ¿Sabes si en las Baleares hay... focas?
Claramente nervioso, el chico se detuvo a pensar. De pronto se le iluminó la cara y sugirió.
— Sí, creo que hay una.
— ¿Sólo una? Preguntaron al tiempo Yanira y Korchianis.
Acongojado, el chico los miró, y señaló.
— Me parece que es la última de su especie. Se trata de una foca monje.
La voz fina y sensible de Yanira, clamó
— ¡Dios mío! Hay que ir a por ella. No puede estar sola. Se morirá de tristeza.
El cuerpo de oso de Korchianis tembló como un flan al tiempo que sonreía de gozo. Le entregó un billete. Y el muchacho se fue sintiéndose el rey de la sabiduría. Se dio la vuelta y mirando con sus ojillos negros y brillantes, le dijo a Yanira.
— Y a qué esperamos. ¡Vayamos allá!
Yanira volvió la cabeza en dirección a Julián y Korchianis se congeló en una mirada fría. Luego dijo.
— No te preocupes por él, estará bien. Y frunciendo los labios, dijo. Haremos una cosa. Sacó un papel y un bolígrafo le escribió una nota y se lo metió en el bolsillo del pantalón, luego sacó unos billetes que puso en el otro bolsillo, y dijo sonriendo.
— Esto para que desayune como un jeque. Y se rió.
Extendió su brazo regordete hacia Yanira y le preguntó.
— ¿Vamos...?
— Pero volvemos pronto ¿no? Dijo ella.
— Oh sí, en apenas un día estamos de vuelta. Respondió Korchianis sonriente.

Nada más subir al velero Yanira se dio cuenta de que había sido engañada y raptada de forma sutil.

Korchianis la mandó encerrar en un camarote y no la dejaba salir más que acompañada de dos hombres armados. Decía que hacía todo por su bien. Y que una hermosura como la suya no podía pasar desapercibida habitando un islote olvidado junto a un marinero borracho. Y añadía que en el golfo del Mar Rojo había solteros millonarios que pagarían por ella fortunas.
Llevaría un par de días navegando cuando Korchianis entró como un vendaval en el camarote de Yanira. Estaba nervioso. Le dijo a Yanira.
— Un barco nos sigue. Quiero que subas a cubierta y me confirmes si es el de Julián.
— Una vez en cubierta echó un vistazo al navío perseguidor con indiferencia, y girando la cabeza, dijo.
— No, no es el suyo. Pero creo que es de alguien del pueblo, añadió. Quizá quieran deciros algo o hayáis olvidado cualquier cosa...
— ¿No me estás mintiendo? Preguntó Korchianis a Yanira mirándola fijamente a los ojos. Ella negó con la cabeza. Desconfiado, el millonario dijo.
— De topas formas, es igual. No me interesa lo que tengan que decirme unos desgraciados.
Dio orden de desplegar las velas y encender los motores.
— Así jamás nos alcanzará, dijo satisfecho.
Transcurrieron dos horas y la silueta del barco perseguidor en lugar de disminuir aumentó. Les ganaba terreno.
Los hombres volvieron a por Yanira. La subieron a cubierta y cuando estuvo delante de Korchianis, furioso y violento le asestó un bofetón y le dijo.
— ¡Mentiste! Oí las historias en la isla y ahora lo compruebo. El único barco de esa envergadura capaz de alcanzarnos cuando navegamos a dieciocho nudos por hora sólo puede ser el de ese hombre.
Yanira se incorporó en silencio mirando a Korchianis con una sonrisa hostil, acariciándose el lugar donde había recibido la bofetada. Con cautela se aproximó a la baranda, calculó la distancia existente entre ambos barcos, y sin darles tiempo a reaccionar, saltó al agua.
Korchianis y sus esbirros se asomaron alterados sin dejar de gritar.
— ¡Está loca! Se ahogará en apenas cinco minutos. ¡Rápido el salvavidas!
Detuvieron el velero, y aguardaron a que surgiera. Pero Yanira no apareció. Al cabo de quince minutos ya no había duda, Yanira sin siquiera saber nadar se había ahogado de forma irremisible.
Esperaron a que el barco de Julián les alcanzara, pero de forma sorprendente, vieron como la proa de El Espetón daba media vuelta, y desaparecía en el horizonte...


IV
A Yanira apenas le costó reunirse con Julián. Si bien era cierto que hacía demasiado tiempo que había dejado de nadar y más de bucear, su instinto de oceánida seguía estando en su interior. Y todo a pesar de haberse enamorado de un humano. Evidentemente había dudado sobre las posibilidades que tendría de alcanzar el barco de Julián, sabía que su instinto seguía perteneciendo al mar pero su cuerpo ya no era el mismo; enamorarse de un terrestre no estaba bien y ella había infringido las normas. Pero eso era porque tras años de observar a Julián con embeleso, su instinto marino había sucumbido ante su arcaica condición de terrestre. Y había decidido involucionar por amor.
Cuando se encontraron de nuevo en el barco Julián, llorando de emoción, dando rienda suelta a sus sentimientos, le hizo un juramento. Dejaría de beber para siempre y viviría sólo para cuidarla y protegerla. Se había dado cuenta de que ella era el auténtico tesoro de su vida, una riqueza que superaba cualquier valor establecido, porque ella no tenía precio, simplemente estaba por encima de ese concepto.

Yanira le contó a Julián lo que había oído sobre la foca solitaria de las islas Baleares, y pusieron rumbo hacía su nuevo destino.

Tardaron un par de días en alcanzar la isla de El Toro, lugar donde según se informaron, había sido avistado el ejemplar de foca monje. No advirtieron que tras ellos, navegando en su dirección a distancia y orientándose mediante el radar, el velero de Korchianis los había detectado y seguido.

Una vez en el lugar y aunque creía olvidado el idioma del mar, Yanira estuvo dispuesta a entablar contacto como fuera con la foca y convencerla de que los acompañara hasta su isla.

Korchianis llegó furtivamente durante la noche. Su velero echó anclas a medio kilómetro de donde se encontraban, y se dispuso a capturar de nuevo a la que, tras haber constatado su increíble maniobra de evasión, en aquellos momentos consideraba una joya de alto valor. En la oscuridad de la noche ordenó que desplegaran unas redes que impedían la salida a alta mar en todo el perímetro de la ensenada del islote de El Toro de cualquier animal o embarcación.

Esa misma noche, desconociendo la maniobra de Korchianis, buceando, Yanira logró encontrar la cueva donde la foca se cobijaba.

De entrada, al descubrir sus ojos brillantes en la oscuridad, el animal se asustó y echándose al agua esquivó el cuerpo de Yanira y escapó mar adentro. Ella se lanzó en su persecución y para su sorpresa, orientándose mucho mejor que la foca, al cabo de cinco minutos consiguió darle alcance y acariciándola la calmó y convenció para regresar al refugio. Una vez en el interior de la cueva, se echó junto a ella y sin saber cómo comenzaron a conversar. La foca le explicó que venía de las Islas Chafarinas donde, cansados de aguantar las maniobras de los militares y sus peligrosas pruebas de tiro con fuego real en alta mar – operación que además espantaba a la fauna marina – habían decidido explorar otros lugares. Pero al llegar a las Baleares se había encontrado las antiguas playas donde sus antepasados descansaron y procrearon invadidas por una plaga de humanos. Finalmente añadió que esa misma noche esperaba la llegada de su compañero, pero se encontraba intranquila dado que ya debería haber aparecido.

Ambas quedaron en que cuando se reuniera con ellas, irían a su isla en donde gozarían de protección sosiego y felicidad, el tiempo que desearan.

Agotada, Yanira permaneció descansando unos instantes junto a la foca que se llamaba: Vellmari.

A eso de las cinco de la madrugada, a través del agua detectó una llamada de socorro en clave foca. Asustada, Vellmari apenas se atrevió a salir. En cambio, Yanira sin pensárselo, buceó en dirección hacia el lugar de donde procedían los aullidos angustiados de socorro. Una vez llegó se encontró a un animal – sin duda el compañero de Vellmari – terriblemente enredado en unas redes. De forma desesperada trató de liberarlo y solo consiguió acabar ella también atrapada.
Estuvo pateando y dando tumbos al menos media hora, espacio tras el cual sintió que su cuerpo era arrastrado a superficie, lo izaron a la cubierta de un barco, boqueando volvió la mirada a su lado y descubrió al compañero de Vellmari enrollado en una maraña de redes, totalmente inerte.
Gritó pidiendo ayuda, pero nadie la entendió y tampoco la ayudaron. En su lugar escuchó, sin entender, los horribles gorjeos de los humanos y lo que parecían ser sus carcajadas. De improviso ante sus ojos el grotesco semblante de un hombre rollizo y conocido se hizo visible riendo y sacando la lengua. ¿Korchianis Papaloukas? Se preguntó. Un mareó terrible se adueñó de sus sentidos. No llegó a ver más.

Despertó esposada en un camarote, por fortuna estaba al lado de una ojo de buey desde el cual presenció el espectáculo. El Espetón se hallaba muy cerca, a babor del velero. Los gritos de Julián exigiendo que la soltaran eran claramente audibles, así como las carcajadas de los cuarenta o cincuenta hombres y mujeres que iban a bordo del barco.
De repente, El Espetón expulsó un tufo de humo negro por su chimenea, se puso en movimiento y de forma suicida se lanzó contra el velero mucho mayor y más resistente.
– De nuevo el acento humano se hizo del todo reconocible para Yanira, sin duda aquella reacción tenía que ver con el espacio de permanencia dentro o fuera del agua. –
Al principio Korchianis se mofaba y reía. Un alarido de terror cambió el panorama, ocurrió cuando los marineros e invitados del velero descubrieron un espolón en la proa de El Espetón. ¿De dónde había salido? Sin duda la vieja cafetera era depositaria de muchos más recursos y secretos de los que aparentaba. Julián nunca le había mencionado aquel detalle, el velero se hundiría pero... ¿quién la iba a salvar de morir arrastrada y ahogada en el fondo del mar?

El Espetón empaló el velero de Korchianis que rápidamente hizo aguas. La tripulación y los pasajeros, olvidándose de Yanira, se pusieron a salvo en los esquifes. El único que se acordó de ella fue el insaciable Korchianis, que decidido a liberarla y llevársela consigo bajó sin compañía, dado que a pesar de sus promesas de aumento de salario, nadie en la tripulación estuvo dispuesto a seguirlo. La inundación lo sorprendió cuando se esforzaba en abrir la cerradura de las esposas. Encontrándose con una contrariedad inesperada, las llaves que le habían dejado no eran las adecuadas.
Cuando ambos estaban casi bajo el agua se dio cuenta de que debía escapar. Abrió la puerta y una tromba de agua rellenó la estancia por completo. Se dispuso a salir y se llevó una sorpresa. ¿En el barco todavía había invitados? Cinco oceánidas lo sujetaron lo ataron con algas marinas muy resistentes y le pusieron una mascara de aire. Luego dos se lo llevaron al que sería su nuevo destino; una cueva prisión en las profundidades. Las otras tres, primas y hermanas de Yanira, la liberaron, recogieron el cuerpo de Pigeón, el compañero fallecido de Vellmari, y lo llevaron ante la foca. Desolada Vellmari lloró durante horas junto a su compañero fallecido, después ordenó que fuese enterrado en la isla donde a partir de entonces residiría.

Agradecida, Yanira se reunió con Julián de nuevo y le entregó el cuerpo de Pigeón. Las redes naranjas habían penetrado tanto en la carne que era imposible arrancarlas sin mutilar el físico de la foca.

Convertida en consumada oceánida Yanira acompañó a Vellmari hasta las islas Chafarinas, donde recogería a su familia de focas y a la pequeña comunidad que allí residía. En total unas diez focas más. Julián regresaría a la isla y enterraría el cuerpo de Pigeón. Luego se reencontrarían. Además la pesca del atún estaba próxima.
Julián se encargaría también de presentar la comunidad de focas a la comunidad de pescadores, y encomendarles que vivieran en paz. Pero no fue necesario, cuando la Comunidad a la que pertenecía la isla constató que las focas se habían establecido, declaró el paraje Reserva Marina de la isla de Oceánidas...

Fin.

José Fernández del Vallado. Josef. Mayo 2010.
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Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

23 libros abiertos :

Julia Hernández dijo...

Tres maravillosos relatos, en los que resalta tambien la denuncia social y a la especie marina, agredida de forma tan brutal, en vías de extinción lamentablemente.
Me gusta el giro que le has dado de forma magistral. Un encuentro maravilloso y unas promesas llenas de sabiduría las de Julian.
Un relato reconfortante, genial, fortaleciendo una mañana en donde se vislumbra el sol. Un fuerte abrazo.

El Ángel... dijo...

Que bueno!! Me deje llevar a las profundidades del mar y del alma humana. Bonito relato, con ritmo y con muchas lecturas posibles.
Enhorabuena.

Un abrazo.

César Sempere dijo...

Seré breve: bravo.

Un saludo,

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Encantado de leerte de nuevo, amigo.

Saludos.

María Gladys Estévez dijo...

me gustó, bueno me alegro que el mundo de las focas estuviese a salvo.
Buen relato, de viejos lobos marinos, otro mundo diferente.
besos

Vicky dijo...

Hola Jose ,me a encantado el desenlance de la historia, sinceramente no me lo esperaba y a sido muy grato descubrir que el amor siempre prevalece y que el cuerpo enterrado era el de Pigeón .Descubrir que Yanira sigue feliz al lado de Julian a sido maravilloso.Has conseguido emocionarme.

Excelente!!

Un Abrazo grande , Vicky.

panterablanca dijo...

Muy hermosa historia.
Besos felinos.

Anónimo dijo...

Hola José!! Me encantó amigo. Una fantasía maravillosa, los seres del agua y los de la tierra unidos por amor. erxcelente.
Besosssss

Lara dijo...

Que gran história Josef, estaba deseando saber como continuaba y no me has decepcionado, bueno, nunca lo haces ;)
Muuuuuuuacks!

campoazul dijo...

¡Que bonita acabó tu historia! Que conste que pensé que iba a ser triste porque pensé que Yanira había muerto y Julián también se moriría de pena. Me encanto el relato..., todos felices, incluidas las pobres focas.

Besitos.

Myriam dijo...

¡Què bien que Juliàn la rescatò de las garras del verdugo griego!

Saludos

Anónimo dijo...

Ainssssss que bonito!!!!! me ha encantado el final, por un momento pensaba que la pobre Yanira sería la que Julián estaba enterrando, así que imagínate mi sorpresa cuando he visto que el final, a pesar de haber tenido una pérdida, ha sido feliz.

Ha valido la pena la espera para conocer el desenlace, y eso que desde que lo has publicado he estado esperando impaciente tener un rato de tranquilidad, para leerlo con el detenimiento que se merecía, y cuanto he disfrutado del ratito!!!

Gracias por regalarnos tus palabras.

Un abrazo muy muy grande, muakaa.

Jose dijo...

Gran final para una gran trilogía de inéditos y bien narrados capítulos .

Mereció la pena aprovechar el tiempo en leerte.Gracias

tocayo José

Asun dijo...

Un final sorprendente e inesperado. Bonito relato.

Un abrazo

Paquita Pedros dijo...

Ya no se que decirte solo que fue un maravilloso relato felicidades
un beso corazon

essaldir dijo...

Ha valido la espera, una historia llena de giros, bien lograda... un relato lleno de esperanza... y la verdad... como me has dejado con pocas palabras me voy a buscar mas, felicidades... ¡¡ bravo !!

Un Abrazo.

TORO SALVAJE dijo...

Las Chafarinas!!!!!
No las había vuelto a oír desde que hice la mili.
Que historias me habían contado.

El relato va viento en popa.

Saludos.

Cele dijo...

Pues menos mal que llegue tarde, que me los he leido los dos del tiron.
Al final triunfa el amor
¡Que bonito es el amor y tus historias!
Un abrazo

Belkis dijo...

Interesante giro el que tomaron los acontecimientos. Ni Yanira traicionó a Julián, ni Yanira murió como pensé en el capítulo anterior.
Ahí radica la creatividad del escritor... Que bonito que al fin triunfó el amor. La fuerza que mueve al mundo. Me encantó la historia completa.
Muchos besitos amigo

Primavera dijo...

Que historia tan bonita desde la primera parte hasta esta ultima, quien dice que el amor no es posible de dos personas tan dispares? me gusto muchisimo.
Primavera

Amapola Azzul dijo...

Muy bonito con el amor al fondo como eje que da sentido a la vida.

El mar siempre estará lleno de misterios.

Un abrazo.

Unknown dijo...

Siempre hay multitud de mundos submarinos... cuando uno cree que ya no quedan , de nuevo aparecen en alguna parte y rebosan fantasía y gusto...
Alguien dijo acertadamente que el lugar que nunca cierra es el mar , y yo añado ,nunca cierra para las mentes que lo dibujan y lo recrean como tú...
Un placer este relato en tres partes...

Despacio pero te sigo leyéndo

Xiomara dijo...

Con un silencio sepulcral yo iba leyendo despejando la niebla con ansias de continuar la trama…uff un secuestro muy astuto…siempre se conserva la esencia de lo que uno es así ahora more en otro mundo …la isla del Toro… idílica posada donde aturdidos la pareja de focas …encontró alguna paz … me hechizo el relato buen manejo del suspenso …como un abismo que por más oscuro que se vea el fondo atrae …lo vivo e intenso de esta ultima parte genial…con un final muy romántico quien busca lo que quiere a veces lo encuentra si persevera …te dejo un beso Josef

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