martes, junio 08, 2010

Madreselva.

Imagen tomada de Internet.


Haciendo uso de unos ahorros más que considerables, atesorados tras dar el pelotazo en una empresa inmobiliaria, decidí comprarme el chalé. Como se encontraba en un páramo más o menos despoblado de vegetación, resolví añadirle una hermosa pradera de agróstide común; es decir, césped. También planté olivos y pinos del mediterráneo; son los que mejor soportan la sequía y el calor.

Tomé posesión de la casa.

Los días se sucedieron y, aparte de acalorado, me seguí encontrando insatisfecho con el aspecto general del edificio.
La construcción y el uso posterior de una piscina de ocho por cuatro metros, tampoco aliviaron mi sensación de ansiedad.

Me di cuenta de la situación. Beneficiado tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, huyendo del fisco, me había visto obligado a poner punto y final a mi vida laboral y a recluirme. Y ahora, a mis veintisiete años recién cumplidos, tenía todo el dinero del mundo, claro que en negro. Una caja fuerte de la que sólo yo tenía conocimiento, oculta en un sótano que ni siquiera figuraba en los mapas del edificio – con mis conocimientos de albañilería lo construí una vez adquirida la casa – era depositaria de mi fortuna. Lo malo, que de tal forma, tenía tiempo y aburrimiento a raudales. Estaba claro. Mi ansiedad radicaba en mi tedio. Pues para no llamar la atención ni ser denunciado había, aparte de desaparecido, cortado de raíz absolutamente todas las relaciones anteriores.

Hastiado, una noche monté en mi Chevrolet y salí a la busca de cualquier cosa que complaciera mis ineludibles ansias de ¿sexo? o quién sabe... lo que fuera.
Al cabo de una hora regresaba en el coche, algo bebido, acompañado por dos prostitutas. De repente me sentí responsable de mi comprometida situación de inestabilidad. Toparme con una patrulla de la policía podría suponer mi registro, penalización y expediente, no por una burda infracción de alcoholemia, sino por estafa.

Me desvié de la general y me detuve en un camino rural.
Las prostitutas me miraron con aire de sorpresa. Les dije.
— Lo haremos de nuevo. Pero ahora aquí mismo, en el coche. Mi casa está lejos y no es segura.
Se miraron en silencio, se volvieron hacia mí y sonrieron. Una, la que parecía mandar o controlar la situación, me dijo.
— No te preocupes, precioso.
Abrazándose a mí me acarició con su mano sudorosa y me besó dejándome una estela de babas en la mejilla.
— Ya podéis salir. Les dije con naturalidad.
Se miraron con asombro. Dejé escapar una carcajada. Mirándolas con fanfarronería, añadí.
— ¿Como esperáis que lo hagamos todos a la vez si no bajo antes los asientos del coche?
Sonrieron con desenvoltura y salieron.
Una se agachó junto a unos juncos que crecían al lado de un arroyo seco y se levantó las faldas; la otra caminó unos pasos, estiró los brazos y bostezó.
Los balazos disparados a traición apenas sonaron como dos secos escupitajos.

A la mañana siguiente, examinada desde la piscina, la fachada del chalé continuaba sin agradarme. Me parecía vacía y sin vida.

Volví a la una del mediodía con las sesenta plantitas de lonicera peryclimenum; es decir, madreselva. A las tres de la tarde terminé de alojarlas alrededor de las paredes vacías del chalé. Me preparé unos tomates aliñados, un par de filetes con patatas, me senté bajo el cenador de la piscina y contemplé mi humilde obra de arte. Me gustaba.

Transcurridos un par de meses la casa había cobrado un aspecto irreconocible. La peryclimenum, de hoja perenne, crecía con intemperancia y vestía de verde los muros y tabiques desnudos de la casa.

Un atardecer de finales de verano, regresé tras la habitual salida de compras. Dejé el coche en el garaje y al caminar hacia el portal contemplé fascinado la casa. Por fin me sentía a gusto con el panorama. Era un cuadro de verdor y grandiosidad, la sequía se había acabado, así como se terminaría en breve mi obligada retirada en aquel chalé: ¡Podría viajar! Finalmente había encontrado una red que falsificaba pasaportes y carné de identidad con garantías. En un breve espacio de tiempo podría disfrutar de mi fortuna sin reparos, y lo que era más importante; realizaría mi sueño: Me regocijaría con las mujeres más hermosas como... como la que descubrí sentada en el ¿cenador de la piscina?
No pude evitar sentirme violento. ¡Era mi hogar! Y aquella extraña... ¿como era capaz de pasear en bikini por mi jardín?
— Oiga... ¡Está usted en una propiedad privada! Farfullé, acercándome a ella con agresividad.
Ni siquiera tuvo la deferencia de mirarme. Simplemente parecía no prestar atención a mi presencia. Echada en una de las hamacas del cenador miraba en dirección a la casa. Sin volverse, me preguntó.
— ¿Es una lonicera peryclinemun?
Me quedé perplejo. No sabía si tocarla, agarrarla de un brazo y arrastrarla hasta la puerta del jardín. Algo me impedía hacerlo. Lo cierto es que era preciosa. Repentinamente se volvió, alzó unos centímetros la barbilla, y cubriéndose la frente con una mano me escrutó con sus ojos verdes, y dijo.
— Sí, verdad. Y añadió. He sabido de qué planta se trataba desde que la vi en su jardín.
Permanecí dubitativo, y de mal humor contesté.
— Acertaste, lo es.
Ella sonrió sin mirarme y dijo.
— Necesita más agua. Debe regarla más o se secará.
La miré incrédulo y furioso. Se había colado en mi jardín, probablemente se estuviera bañando en mi piscina, y me daba lecciones de cómo...
Su mano se posó con suavidad sobre mi brazo y arrastró mi rostro hacia su boca.
Cuando mis labios temblorosos se separaron, la miré con el desconcierto más grande de mi vida. Ella se desvió un instante y me dijo mirándome de forma inquisitiva.
— Las regará... ¿verdad?

Volvió a besarme.
Sucumbí a sus encantos y en apenas cinco minutos tenía clarísimo algo que jamás se había pasado por mi cabeza: Amaba con locura a esa mujer. Y le dije.
— Si cariño, luego las riego. Pondré los regadores toda la noche si es preciso.
Y aunque ni yo mismo me lo creyera, lo hice. Puse los regadores. Pero solo un par de horas, claro. Tampoco hay que satisfacer los deseos de las mujeres... por completo.

Una ola de pasión, la pasión de la que mi vida siempre había carecido, se apoderó de mí y me convertí en un hombre si cabe mejor e incluso... bueno. Sí, de repente todas mis intenciones y pensamientos eran deliberadamente, caritativos, por no decir fantásticos. Por una vez en mi vida dejaba de anhelar más... siempre había querido “más y más” objetos con los que ni yo mismo sabía luego qué hacer; y sobre todo estaba aquella obsesión por reunir dinero rápido y fácil, la cual me había inducido a convertirme en prisionero de mí mismo. Y ahora, de repente, unos instantes de felicidad y de amor eran suficientes para abrirme los ojos... Y aunque digan que el amor es ciego yo lo veía todo con una claridad insólita y le hacía el amor en mi cama de agua a aquella mujer de la que... Un momento, estaba tan hechizado que ni siquiera conocía su nombre. Tenía gracia la cosa, el poder del amor es sublime. Poniendo los brazos sobre sus hombros, le pregunté.
— Cariño dime... ¿Cómo te llamas?
Ella sonrió y me dijo.
— Creo que no has prestado atención, ya lo sabes.
— ¿Lo sé...?
— Sí, desde que me compraste. Tengo sed. ¡Dame agua!
— No... ¡Bromeas!
Parpadeó, y sonriendo me dijo.
Me llamo Lonicera, Lonicera peryclimenum. Y ya he encontrado más agua; debajo de tu sótano. Gracias...

Abrí los ojos, era de noche y ella ¡no estaba! Encendí la luz, hacía un calor sofocante. Fui a abrir la ventana y estaba cubierta por una densísima vegetación. Miré el reloj eran ¿las doce del mediodía? Bajé las escaleras y la puerta y las demás ventanas estaban igual. ¿Estaba padeciendo un mal sueño? Cogí un cuchillo y no pude hacer nada. Los tallos eran tan gruesos como troncos de árboles y entraban en el salón.
Corriendo de forma instintiva bajé al sótano y lo primero que descubrí fue el dinero desparramado. Volví la cabeza, la caja blindada estaba medio aplastada por una raíz gigantesca.
Mis ojos se desorbitaron. Mi estómago se convirtió en una raíz anudada, las cuerdas de mi garganta también. Solo pude emitir un gemido de terror que se sofocó con la raíz de la lonicera atravesándome y buscando con perenne ansiedad el agua en el interior de mi cuerpo...

José Fernández del Vallado. Junio, 2010.
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Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

51 libros abiertos :

TORO SALVAJE dijo...

Jo, que angustia...
Se le estuvo bien de todas formas.
El final apropiado y merecido.

Saludos.

Carolina dijo...

Que bien el final. No sé por que, pero me dio la impresión de que este era un maleante y asesino en serie. Algo egocéntrico, y con dinero suficiente para hacer de las suyas. Eso si, a la vista de los demás era de lo más normalito...

Que bueno que Lonicera peryclimenum se lo comio!!! jejejejeje

Me ha encantado...
Un besito mi querido Josef

Arwen dijo...

Muy buena historia junto a un fabuloso cierre.

Un beso.
Arwen

essaldir dijo...

Buen relato... que historia esta de plantitas y jovencitos incapaces de matar una mosca... bien merecido fin se gano este protagonista...
Yo parto ahora a regar las plantas. no sea que se venguen mas tarde.

Un Abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué bien nos llevas a la angustia final. Además, muy cinematográfico.

Belkis dijo...

Que bueno Josef, nos mantienes en vilo hasta el final. Vaya con la fantasía que desbordas en cada historia.
"Así como se entrelaza la madreselva anudándose en infinitas vueltas; así se entrelazan los corazones, inundados de un verdadero amor”.
Llevo unos días sin pasarme por aquí por cuestión de tiempo y de salud, ahora me pondré al día porque no me gusta perderme ninguno de tus relatos.
Un abrazo

Lara dijo...

Impecable, de principio a fin.
Muuuuuuacks!

Eritia dijo...

Me llevaste y me trajiste por tus letras sin piedad, a tu antojo.
Tus finales inesperados como siempre, situan al lector en un plano comprometido.

Todos eramos un poco madreselva.

Genial.

Besos. Eritia

Julia Hernández dijo...

Me encanta!!! El viaje intenso entre la fantasía y la realidad que tan bien sabes narrar, me ha llevado a saborear un relato exquisito en el que puedo percibir el aroma delicioso, fresco de la naturaleza.
A pesar de todo, qué mejor forma de entrelazarse con el amor, que siendo parte de él... Un abrazo grande!.

Dama dijo...

Es curioso que casi siempre cuando termino de leer un relato tuyo lo primero que escribo es "UFFFFFF" pero te prometo que es lo que me sale. Lo describes tan bien que me he sentido madreselva completamente. Planta esta que estuvo en mi jardín durante 5 años y hace 2 que decidí sacrificarla antes de que acabase con el resto de jardín y de mi propia casa. Invasora donde las haya pero muy atractivas y olorosas sus flores, una delicia.

Un besazo Josef, gracias por este ratito

Verbo... dijo...

Hermoso Jo.

He empezado la mañana leyéndote.

También., tengo una finca, llena de árboles y un pequeño riachuelo, propia, aún, que calma la sed.

Besos.

Zayi Hernández dijo...

Sabes qué me gusta de ti? Lo tradicional que empieza tu historia y el rumbo que termina teniendo. Eres bueno en eso de sorprender y dar finales de premio.
Un beso.

MORGANA dijo...

Estaba destinado a terminar de esa manera.Se lo merece...me encantó.
Besos.

César Sempere dijo...

Menuda tensión. Se bebió hasta su última gota. Es lo que merecía.

Muy bueno.

Un abrazo,

© Capri dijo...

Un placer leer siempre tus relatos, intrigantes y con giros inesperados.

Un final de quitarse el sombrero, bueno me quito la pamela, si no te importa

Un saludo cercano.

lanochedemedianoche dijo...

Muy bueno josef, como para no creer encontraste el amor y te trago de un solo sorbo, es muy ejemplificador tu historia, el dinero es necesario pero mucho puede matarnos… jajá, me encanto tu narración es magistral.

Besos

Jose dijo...

Los sueños a veces creemos que pueden hacerse realidad.
pero no pensamos en la fantasía del sueño creyendo que de verdad que en algún momento pude ser real

Magnifica historia de amor dinero y lujuria, aderezada con riquezas naturales y hierbas esenciales

Carmen dijo...

buen relato en el que el "malo" tiene su merecido no sin antes sufrir la angustia del que sabe su final

Besos

María Gladys Estévez dijo...

Buen relato como siempre...
Me ha gustado leerlo mientras tomaba una taza de café,y con esa música de fondo umm..
Nunca se sabe como podemos terminar, en este caso el pobre muchacho llenito de raices por todas partes .... así es la vida.
besos

Amig@mi@ dijo...

´Para mi claustrofobia, lo único.
Y de lo que sí estamos seguros es de que nunca estamos contentos con lo que tenemos.
Y, las brujas... Habeilas hailas.
Una abrazo

© José A. Socorro-Noray dijo...

Como siempre, es un relato excelente. El cierre es simplemente magistral, como sólo tú sabes hacerlo.



Un fuerte abrazo.

Primavera dijo...

Ahisss que mala sensacion he tenido en todo el relato, no porque la casa estuviera en un lugar alejado por el tipo de persona que era, jamas podria una planta que se enrede por las paredes, menos desde que he leido tu relato, antes porque temo a los bichitos que puedan entrar por ella, ahora porque se convierta en una pesadilla como la del protagonista ufff ni pensarlo...
Primavera

JOSH NOJERROT dijo...

Magnifico...angustiosa sensacion la que se apodera de los sentidos leyendo tu relato, verde que te quiero verde envuelven las ganas de volar en un manto que absorbe las fuerzas que se pudiera tener para ello. Una cosa tengo clara, no se me ocurrirá sembrar loniceras peryclinemun en mi jardín, por si acaso...


abrazzzusss

Beelzenef dijo...

Nada puede parar el transcurso de la naturaleza. Como el agua, siempre reclama su lugar.

Me encanta, me fascinan tus escritos. Un fuerte abrazo

LA ZARZAMORA dijo...

Acabaremos todos así? Vegetando y engullidos por una inmensa raíz que nos crezca por dentro?

Un abrazo

Paquita Pedros dijo...

Hola cielo como siempre te aplaudo
un beso corazon

Alís dijo...

¡Bien por Lonicera!

Fantástico relato. Siempre, siempre me sorprendes.

Besos

Anónimo dijo...

Maravilloso Josef !! Hermoso relato que, como siempre, me ha llevado a meterme de lleno en esa casa llena de verde.
Me ha gustado que el personaje haya tenido su merecido y, mas aun, a manos de la naturaleza misma.
Un beso o 2 !

Trini Reina dijo...

Siempre me dejas admirada con tu imaginación y hoy te has superado.

Este tipo tuvo el castigo que merecía:)


Abrazos

manuespada dijo...

Buen final y bien narrado, como siempre, un saludo.

manuespada dijo...

Buen final y bien narrado, como siempre, un saludo.

Sombras en el corazón dijo...

Por lo menos, en las historias que uno "fabrica", los malos reciben su merecido; y este estaba claro que lo merecía :0)

Un saludo

campoazul dijo...

La avaricia no es nada buena, fíjate tú..., con la fortuna que tenía y ni siquiera regaba las plantas por no gastar en agua. ¡Que roñoso!
Me encantó el relato sobre todo el final. No sé si los malos (si lo leen, aprenderán algo), pero yo jamás descuidare a mis plantitas. :)

Besitos.

Luisa dijo...

Hola, Josef.
Muchas gracias por tu visita a mi blog. El tuyo es una maravilla. La música también.

Me ha gustado tu relato. Con un toque subrealista que a mí me fascina. La realidad se tratoca para sorprendernos.
Bueno, creo que me voy a pensar muy mucho el poner ese tipo de arbustos en mi patio, no vaya a ser…

Un buen final inesperado.

Un abrazo.

lichazul dijo...

genial relato
de la mano nos llevas y nos adentras en tan sabroso momento

besitos de luz

soy beatriz dijo...

Preso de la enredadera como yo de tu relato. Excelente.. muy buen final.
Un abrazo que no te perforará jaja, solo entibiará tu alma.
Un beso.

Anónimo dijo...

hola amigo moderato como estas ser humano bello? hay que entre y esta cancon super linda quien es? bueno mira todas las veces tengo que agradecerte sabes porque ? porque cada vez que leo un comentario tuyo me robas una sonrisita...eres un ladron!!!!!!!!!!!!!!

besines ^^
SAUVIGNONA

Myriam dijo...

¡¡Qué final!!

Coonclusión: no hay que fiarse no de las mujeres ni de las loniceras.

Saludos

Soñadora dijo...

Que situación tan desesperante, pero merecido se lo tenía no? Puedo imaginarme que ese fue el que me estafó a mí? jejeje
Besitos,

El Ángel... dijo...

Siempre que entro en tu blog se abre una puerta a la aventura, un paseo por mundos ricos en situaciones que me perimiten dejar volar mi imaginación.
Un gusto leerte.

Un saludo Josef.

La cuentera Idaluz dijo...

Gran imaginación, frescura, elocuencia, creatividad. Todos los ingredientes para ofrecer al lector un gran relato de suspense. Gracias por compartir.

Perséfone dijo...

Uffff...

Creo que se me han quitado las ganas de adornar con esta plantita mi futura mansión... ¿Qué digo? ¡Ni acercarme a ella quiero! jajaja

Vaya final...

Un abrazo.

fgiucich dijo...

Un final buenísimo. Abrazos.

Tesa Medina dijo...

Bien armado el relato y con un buen final.

¡Qué agobio, Josef, con lo claustrofobica que soy! me imagino esa selva de flores avanzando por el salón de mi casa!

Será por eso que no tengo chalet, ni jardín ni caja fuerte, ja, ja.

Encantada de pasarme por tu blog.

Un beso,

Arwen dijo...

De vuelta por estos lares cuando me paso a desearte muy buen fin de seman. ;)

Saludos.
Arwen

AdR dijo...

Sigo pensando que tienes una habilidad soberbia para la narración. Lo único que me resulta, sólo a veces, pesado es que los textos sean tan largos en los posts, eso es porque es muy tedioso para mí leer un texto así en pantalla. Por lo demás: chapeau.

Abrazos

M. J. Verdú dijo...

Paso a visitarte y a dejarte un cordial saludo en esta tarde de viernes. Feliz fin de semana. Me gustó entrar en tu espacio virtual y leerte

panterablanca dijo...

Absolutamente sorprendente y sobre todo, muy angustioso.
Besos de pantera.

Xiomara dijo...

Ella tenía su misma sed ella de su agua…el del dinero que compra los bienes materiales al final se fusionaron…me gusto la sensación de angustia y ganas de recorrer las letras aprisa a ver como finalizaba …te felicito como siempre brillante e impredecible…te dejo un beso Josef

Camy dijo...

Un final no esperado y perfecto....Parece ser que siempre uno recibe o es pagado con su propia moneda.

khepri dijo...

Logro obtener todo lo que muchos sueñan en cosa de años, pero en el momento preciso todo ese dinero no le sirvió de nada, como la vida misma.
Besitos.

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