jueves, noviembre 11, 2010

Sobre la espesura de la vida.

Fotografías de José Fernández del Vallado.

Lo confieso. Antes de viajar a la selva – un lugar que de bello se puede transmutar en arriesgado – transcurrí muchas horas meditando cómo alcanzar de alguna forma el grado de liberación físico y espiritual que necesitaba. Me sentía oprimido. No sé si por los de mi especie o quizá por la insufrible rutina de una vida de escritor casero y solitario. Solo sabía lo siguiente. En España me encontraba desalentado, sin mecanismos que resolvieran una situación que se prolongaba demasiado.

Opté primero por viajar a Europa, pero por grandiosos que fueran, inmerso entre monumentos humanos, supe que tampoco iba a encontrar aquello que precisaba. Por eso escapé hacia un lugar donde probarme a mí mismo. No fue una huida, sino una puesta en marcha, un mirar hacia delante e intentar desentrañar como estaba el mundo y yo en realidad. Y descubrí sorpresas dolorosas: La pobreza, la devastación y el sometimiento al capital ante el cual el ser humano se encuentra abocado. Y hermosas: Hay en esos lugares cantidad de humanidad que a pesar de su miseria material, demuestran además de calidad humana, una enorme riqueza espiritual. Junto a ellos he aprendido a crecer un poco más, y a ser mejor. Entre otras me descubrí a mí mismo a mis apuestos cuarenta y tantos, y ahora sé con certeza algo que sospechaba: Soy vago, no tan ágil como suponía, pero conservo cierta juventud interior, y sobre todo tengo la estrella de haber tenido la oportunidad de vivir bajo la tutela de unos padres excelentes, y caminar durante unas cuantas horas por una selva extenuante a 40ºC, luchando contra el barro, las trepadoras y los mosquitos, contra los que por desgracia, no hay mucho que hacer, excepto sucumbir con estoicismo a sus irritantes picaduras.

La mañana que dentro de mí penetró esa especie de – llamémosla, sensación de euforia – no supe como aspirar la admirable simplicidad de su contexto. Estaba vivo y reformado. Y sin embargo apenas tenía conciencia de sentirme lejos de casa, y era así porque de alguna forma concebía que el océano de selva desconocida que me envolvía no me era tan ajeno, pues en cierto modo formaba parte también de mi hogar.

Jorge Luis, a mis espaldas, pescaba una tilapia tras otra, mientras que John delante de mí, hacía lo mismo. Y yo, con la caña entre las manos, me sentía incapaz de cesar de admirar el lago de aguas oscuras más misterioso y salvaje que presenciaba en mi vida. Estábamos en un lugar realmente deshabitado, a más de cien kilómetros del primer vestigio de civilización. Entonces me sentí explorador, pero actual, sin ambiciones y con un único deseo: Empaparme de imágenes y sensaciones, sin perturbar aquel entorno fascinante. Sabía que estaba ante un tesoro frágil, dejarme llevar por las nociones de mis guías era un placer; oler los aromas, respirar, y sentirme pletórico era lo mejor que podía hacer sin exponerme, dado que en la selva – alejado de cualquier lugar de socorro – un paso en falso marca la rúbrica entre continuar o dejar de existir. Dotados de una facultad admirable para localizar a insectos y animales disfrazados en la espesura, me advertían siempre con antelación, tomando sus precauciones ante, por ejemplo, el paso de las hormigas soldado, o la situación de un hormiguero de las hormigas más notables y temibles del mundo (de unos tres o cuatro centímetros) poseedoras de una mordedura que en instantes te contagia una fiebre de 43º C. Me enseñaban arañas tan voluminosas como un puño en sus madrigueras; un conjunto de murciélagos hematófagos – se alimentan de la sangre de algunos mamíferos, entre ellos el hombre – resguardados bajo la corteza de un árbol. Jorge Luis, el guía más notable, un indio distinguido y casi aristocrático, me explicaba como las hojas de una planta poseen las propiedades del yodo; las secreciones de otras sirven de protección solar; tomó dos frutos exactos, unos eran mortales y otros comestibles. Algunas variedades de plantas y en especial una enredadera, se utilizan como antídotos; otras para cosmetología o como estimulantes, etc... Encontrarme insignificante bajo la Ceiba, el árbol gigante de la selva, me dejó impresionado. Aunque en realidad te topabas con especímenes espléndidos en cualquier rincón de aquel laberinto de vergel.

Aquél día fui partícipe de una clase muy importante, o si no, según mi baremo, la más significativa de mi vida. La mayoría de las lecciones que algunos profesores impartieron a lo largo de mi juventud fueron siempre teóricas, en cambio, no hay nada como una clase práctica en el escenario más espectacular, poblado de vida no humana.

Cuando nos despedimos Jorge Luis me dijo sonriente:

“José, tienes que volver. Cuando vuelvas iremos más profundo todavía.”

Ahora sé a qué se refería. No consistía en llegar más lejos como pensé en un principio. Eso es algo tan sencillo como remar hacia delante sin un lastre que te impida avanzar, pero con los ojos vendados. Él en cambio hablaba de profundizar, con el debido respeto, en la visión de ese entorno tal como aún hacen e hicieron siempre los indígenas, y como se lo enseñaron a él desde niño. Por eso a mi manera de ver era un guía excelente, porque protegía por encima de todo a las comunidades indígenas que pueblan la selva, y a la vez, trataba de transmitirnos su forma de ver:
La selva como un organismo vivo y sensible.

Lo recuerdo embarcando sonriente en la curiara:* Barcaza indígena hecha del tronco de un árbol.
Levaba dos días con fiebre, decía que era la gripe. Luego supe que, debido a su trabajo, había contraído tres veces la malaria.
El último día lo descubrí leyendo afiebrado. Curiosamente llevaba conmigo el libro de Joseph Conrad: El Corazón de las Tinieblas. No pude evitar regalárselo. Pensé que antes que yo formaba parte de su vida, él es un hombre de la selva, y yo tan solo un enamorado de aquel paraíso a veces infernal.

José Fernández del Vallado. Josef. Noviembre. 2010.
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Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

36 libros abiertos :

Celia Álvarez Fresno dijo...

Moderato. Perdona, pero he viajado contigo a través del río, y del bosque...
Precioso tu relato.

Carolina dijo...

Mi adorable Josef, me alegro mucho por ti. Del que hayas tenido la oportunidad de plasmar, disfrutar, y convivir en la selva. Estimula, recarga de fuerzas terrenales, y nos hace ver la maravilla, de lo pequeños que somos ante tanta belleza. Que a pesar de la miseria de esa gente, viven y son felices con lo que tienen.

Es extraordinario lo que nos cuentas, y como dice Celia, hemos viajado contigo. Tus letras transmiten mucho y nos hacen sentirnos junto contigo, pescando, navegando y combatiendo los mosquitos y las hormigas.

Un fuerte abrazo amigo mío.
Besitos

Julia Hernández dijo...

Un relato precioso, con la calidad que nos tienes acostumbrados,
con momentos fascinantes que se palpan en un cielo de sensaciones
espléndidas de aromas, colores, manteniendo una introspección profunda.
De principio a fin maravilloso.
Tus fotos impresionantes.
Un beso.

soy beatriz dijo...

Guauuu Joseff, que se puede decir, me quedo ante tu relato, como seguramente te has quedado tú en medio de tañano espectáculo de vida.
Como ya te he comentado anteriormente he tenido la dicha de viajar bastante y sé de que hablas. Y en cada tramo del relato volvía a vivenciar mis experiencias.
Me ha emocionado tanto y me alegro tanto tanto por tí!!!! son experiencias que nada las puede igualar.
Un fuerte abrazo!!!!

E * dijo...

Josef, me puse al día con los relatos de tu viaje a la selva.
Impresionante! no encuentro otra palabra para referirme a tu experiencia.
Me alegro que hayas encontrado tu esencia en este viaje (aunque para mí, sólo faltaba materializar en práctica, una vida que amas desde siempre).
Te felicito y me pone contenta que compartas con nosotros estas historias, ya que, como han dicho la mayoría de los lectores; nos llevas contigo de pesca, de recorrido por entre los árboles o nos subimos a la barcaza.

Un placer leerte =)

Un beso o 2 !

Zayi Hernández dijo...

Ha sido una entrada divina. Vengo de un pais lleno de mucha selva, de curiaras, de gente como Jorge Luis y entiendo perfectamente esa paz espiritual. Allá nunca tuve tiempo para deprimirme, allá subías al coche y te perdías por las carreteras y siempre, siempre, te topabas con algo diferente.
Tenemos la suerte de vivir en los paises que vivimos. La experiencia que viviste allá, esa catarsis la experimenté cuando me vine a vivir a Tenerife.
Siempre necesitamos "escapar" a algún lugar nuevo y vivir experiencias nuevas. Los que disfrutamos escribiendo necesitamos desconectar de vez en cuando para no morirnos de mengüa... Bien por ti! y Bienvenido!
Un besito.

MORGANA dijo...

Hermoso Josef,muy hermoso.Para mí será un placer ,pero no puedo comparar tu perfecta escritura con mi humilde libro de poemas.
Mil besos.

lichazul dijo...

querido josef

que bendita pluma tienes!!
es verdaderamente mágica, nos llevas y nos impregnas con tu mirada
FELICITACIONES !!
sos un monstruo de la narrativa:)

besos besos para ti

pd...muchas gracias por volver por mi rincón, sin duda la imaginacón por mi lado también delata las ausencias en que vivo hace ya mucho
en fin es lo que hay:)

tenun viernes precioso

Pame Recetas dijo...

QUé gran narrador eres, he viajado en vilo por esta selva de tu mano. Fascinantes escenarios de nuestra América que me alegra tanto que recorras y nos cuentes. Desde mi fría Patagonia la selva me parece en otro planeta, sin embargo no estamos tan lejos. Lo que cuentas de tu guía y cómo es la relación con los dueños primigenios de estos sitios me parece digno de destacar. Sólo en Panamá he tenido el privilegio de ver este respeto por los pueblos originarios.
Te he enlazado para no perderme tus entregas que me parecen fantásticas, te sigo leyendo, besos y buen finde

Amig@mi@ dijo...

Imagino que ya te lo habrán dicho, pero deberías describir-compartir, todas tus vivencias en un nuevo libro. Harías mucho bien, y tú lo revivirías todo.
Gracias por compartirlo.
Recuerdo cuando hablabas con María Dolores...
Besos, amigo

Taller Literario Kapasulino dijo...

Te felicito por expresar tu experiencia!
Es maravillosa!

Jose dijo...

Nada mejor que cargar unas pocas pertenencias y explorar otras formas de vida y no precisamente tranquila que es lo que da emoción.

Así en tu verosímil relato nos enseñas un poco de estas formas de vivir en plena batalla con mosquitos barros y malezas.

Un saludo

Miguel Baquero dijo...

Un relato absorbente ... y sabio. Realmente, pareces estar profundizando en algo, aprovechando tu viaje pra aprender a ver las cosas de otra forma... muchas gracias por compartirlo con nosotros, ya que no lo podemos vivir. Imagino que esos paisajes espectaculares y exuberantes te pueden dan la mejor lección sobre la vida, y qe para un escritor debe de ser una de las mejores experiencias y fuente donde recargar las pilas

AdR dijo...

Vaya viaje el tuyo, igual puedes llegar más profundo una vez pasen los meses, y los recuerdos te arrastren de nuevo a la selva.

Abrazos

LA ZARZAMORA dijo...

Un relato lleno de sensaciones y de sabiduría que sin duda alguna cubren de espesura nuestras vidas para siempre.

Un abrazo.

Arwen dijo...

Viajar, viajar, viajar y vivir...

Me gustó mucho este relato.

Un abrazo y muy buen fin de semana.

Arwen

Manu Espada dijo...

Me ha encantado hacer este viaje contigo, muy bueno, y la foto junto al árbol gigante, genial.

angela dijo...

Moderato, seguro que has aprendido la lección más importante de la vida...¡Qué lejos están de nosotros! ....Muchas veces con la civilización y la vida que llevamos se nos olvida que la verdadera felicidad está lejos de aquí... Ahora entiendo porque guardas esos días vividos como un gran tesoro...
Que tengas un estupendo fin de semana.Un abrazo

✙Eurice✙ dijo...

Ha sido un viaje fascinante ,precioso, cuanto tiempo sin leerte, ahora sé que andabas por esos mundos, llenado tu vista de maravillas naturales y alimentando tu espíritu, que se traduce en tu hermoso relato.
Un saludo

fgiucich dijo...

Esos viajes a la selva te marcan para siempre. Recuerdo, hace algo de 10 años, saliendo de Iquitos (Perú)navegué por el Madre de Dios en el nacimiento del Amazonas. Y si la anecdota vale, un cacique de esas tribus que en alguna época fueron reducidores de cabeza y ahora viven reducidos por el alcohol, cuando vió a mi mujer (que es rubia y de ojos azules) me la quiso cambiar por unos yuyos que no me atreví a investigar , por las dudas. de qué se trataban. Ah, me olvidaba decir, que no la cambié, por lo menos hasta ahora. Abrazos.

Alís dijo...

Tu relato es mucho más que una crónica de viajes. Me da la sensación que mientras explorabas la selva te estabas explorando a ti mismo. Bueno, es una impresión.
De hecho, me llamó la atención que a tu regreso hayas cambiado la foto de tu perfil. Te confesaré que me sorprendió porque en la foto actual me pareces mucho más joven.

Besos

Marina dijo...

Qué buena la profundidad con la que abordaste este relato... nunca nos podremos comparar con los dueños y señores de un lugar, y no me refiero a "poseerlo" títulos de propiedad mediante, sino porque lo aman, lo entienden, lo llevan bajo la piel.
Abrazo.

Primavera dijo...

Que alegria de reecontrarme con tus relatos, porque he vivido ese viaje de tu mano, es lo que siempre busco al leer a otra persona que me conduzca hacia donde desea.
Feliz fin de semana
Primavera

matrioska_verde dijo...

Me ha conmovido con tu relato, porque he podido imaginaros a los tres.
Si en la foto el árbol ya me parece tremendo, en vivo y en director tiene que ser descomunal.

Un relato muy bonito, José, muy prondundo, en serio. Me alegra que haya sido un viaje positivo.

biquiños,

campoazul dijo...

Tengo en mi ojos todas los paisajes que tú has visto, he vivido tus sensaciones y sentido tus emociones..., infinitas gracias por tan alucinante viaje.
Lo de las arañas y las hormigas ya es otra historia... ¡que pánico!

Besitos.

María dijo...

Gracias, amigo, por compartir tus vivencias, nos haces viajar con tus letras.

Un beso.

Yuria dijo...

Qué aventura, qué vivencia más importante. Seguro que marcará tu vida de alguna manera para siempre.

Me ha encantado saber de ti, y de tu contacto con la selva virgen. Un beso.

essaldir dijo...

De verdad... es intenso y conmovedor tu relato de esta experiencia. Espero siceramente que puedas ir mas profundo, para eso no necesitas ir a la selva... ya sabes el camino. Pero por supuesto que puedes ir si asi te parece... el viaje es enriquecedor en extremo.
Comparto contigo algunos de estos signos y significados de tu viaje, las busquedas, las cosas que se llevan y que nos traemos.

Un Abrazo

TORO SALVAJE dijo...

Otra muestra más de tu enorme capacidad para el relato.
Es asombroso comprobar como puedes transportarnos donde tu decidas.

Saludos.

Luisa dijo...

Hola, Josef.
He vivido intensamente tu relato. Si he de ser sincera también me ha dado un poco de miedo. Todos esos animales, la espesura, la lejana civilización… Sólo de pensarlo me estremezco, pero a la vez me atrae como a una polilla la luz. ¿Sería capaz de encontrarme a mí misma en la selva? No sé, pero me alegro que tú te hayas encontrado aunque sea un poquito. Imagino que allí todo lo mundano, lo trivial y el eco de la ciudad se quedan muy lejos.

Es bueno perderse, para volver a encontrarse.

Un beso.

Liliana G. dijo...

Maravillosa y mágica experiencia, José, qué suerte poder llevarla adelante. Es que codearnos con la naturaleza virgen, despojada de la soberbia del hombre, produce en el hombre mismo la remoción de sus conceptos y la apertura necesaria para aprehender con los ojos del alma, ese entorno único.
Te iba leyendo y me trasladé con la imaginación a tu lugar, me quedé con una cierta nostalgia, a mí también me gustaría encontrar ese camino...

Excelente.

Un beso grande.

Mariluz GH dijo...

Me acabo de marcar un viaje interesantísimo con tu relato... hasta los mosquitos he oído zumbar, rondándome la cabeza. ¡Gracias por compartir!

abrazo :)

Amapola Azzul dijo...

!Qué agradable contar con la compañía de un guía así¡.

Muy interesante viaje, pareces un hombre nuevo, seguro que ha sido un viaje realmente enriquecedor.

Saludos.

Dama dijo...

Querido Josef me alegra leer como has disfrutado de ese viaje en el que simplemente has disfrutado de ti, sí, quizás el paraje ha hecho que vuelvan a aflorar sensaciones que estaban adormecidadas pero que siempre has llevado dentro. Ese dedo señalando trasmite seguridad, seguramente es una de las cosas que has traído en tu maleta, no la pierdas, es importante para continuar.

Un muy sincero abrazo y beso.

Belkis dijo...

Que hermosa experiencia Josef. Te entiendo porque también me he adentrado en ese maravilloso mundo de la selva ecuatoriana y he podido disfrutar de la maravilla de la naturaleza y del calor y belleza interior de esa gente que es muy rica aunque no tengan bienes materiales, y que felices son con lo poco que tienen....
Me ha encantado recordar contigo esa experiencia.
Te dejo un abrazo enorme y mi admiración.

Soñadora dijo...

No puedo evitar emocionarme de leer tus descripciones de mi país.
Besitos,

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