miércoles, julio 20, 2011

Bayahibe



Un atardecer gris, casi mohíno, se cierne sobre la playa de Bayahibe. Tras días de insaciable actividad, tendido sobre la arena templada, José pretende dar un descanso a su cuerpo.
A unos treinta metros de distancia, empleándose a fondo, Julio trata de sacar partido de una turista alemana. A sus espaldas o bajo sus piernas un par de barcazas y sus pescadores, se demoran esperando acercar al arrecife al curioso de turno.
Trata de cerrar los ojos sin éxito, ya que ante él la irreprochable complexión de la comerciante mulata de jugos de coco, se flexiona y despliega como un gato, mientras a mandobles abre frutos que ofrece a los escasos interesados.
Se estira, se sienta sobre la arena y observa la superficie del mar. Una brisa – preliminar de temporal – mantiene agitadas las aguas. Las aletas y las gafas de buceo de Julio están en el coche – tiene las llaves – todavía hay tiempo para explorar el arrecife coralino.

Regresa con el equipo, se dirige a una barcaza y regatea los treinta pesos iniciales rebajándolos a veinte.

A unos doscientos metros de la costa el hombre detiene el motor.

Se calza las aletas, se pone las gafas y salta dándose cuenta al instante: El agua está turbia; afiladas astas de coral bailan cerca de su vientre. Es tarde para rectificar, alejándose de la barcaza comienza a desplazarse mientras trata de encontrar un ilusorio lugar donde las condiciones mejoren. Ansiando vislumbrar lo imposible da brazadas a la izquierda, hace lo propio en sentido inverso y recibe el latigazo. Desconcertado y con pánico, mira a su alrededor y descubre la causa sin saber precisar de qué se trata. Es como una bolsa de plástico hinchada y vuelta de revés que flota sobre la superficie, su parte inferior tiene un color entre violeta y un azul amoratado, trata de nadar y se descubre incapaz de mover el brazo dañado. Impulsándose con las aletas y el brazo indemne forcejea en el agua y pide ayuda al hombre de la barcaza, que al descubrirlo, brega hacía él lo alcanza con ímpetu y casi lo arrolla. Manejándolo como si fuera un alfeñique lo iza a cubierta y tras examinar la cicatriz toma un bidón de gasoil y sin tener en cuenta sus quejidos, riega la herida; después solo le falta prender fuego y arrojarlo otra vez por la borda. Por supuesto, no hace tal cosa. Compadecido lo lleva de vuelta a tierra, donde como remate Julio y la alemana, han desaparecido.

Los dueños del chiringo de la playa optan por una solución contundente. Según su punto de vista lo mejor para aliviar el veneno de la herida son los limones. Rocían el brazo con limón, lo que resulta incluso peor que el gasoil. Y entonces, a algún iluminado, se le ocurre lo del ron.

Son las siete de la tarde cuando el móvil suena. Es Julio, llama para contar una cháchara. Está en la capital y no volverá hasta el día siguiente. En cualquier circunstancia lo habría mandado a hacer puñetas; no en ese instante. Sentado en una silla a la puerta de la choza de la mulata, embriagado y con ella a su lado, beben trago tras trago de ron y no cesan de hablar y reír.

Él le dice a ella.
— Sabes... No tienes acento de aquí.
Y le pregunta.
— ¿De dónde eres?
Y ella, mirándolo con ojos profundos, contesta.
— Eu sou uma mulher Português. Y añade en español.
— Una “Carabela Portuguesa” como la que te ha herido hoy en el brazo...
Hay un instante de silencio. Luego la oye decir.
— ¿Usted podrá pasar esta noite a solas?

José Fernández del Vallado. Josef. Julio 2011.





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10 libros abiertos :

OceanoAzul.Sonhos dijo...

Que lugar magnifico para descansar. Bom descanso:)

Um abraço
oa.s

Carlobito dijo...

Una aventura diferente, estuvo genial.

Saludos

Wilhemina Queen dijo...

Un hermoso regalo-lectura para el día del amigo. Precioso Josef, como siempre. Qué don el tuyo!
un abrazo!

fgiucich dijo...

Como siempre, una lectura entretenida y amena. Abrazos.

Belkis dijo...

Que bonitos recuerdos de mi islita me traes. Bayahibe, los cocos, las mulatas. Un escrito genial, como siempre Josef. Gracias.
Un besito

Julia Hernández dijo...

Bien narrado y bien estructurado desde el principio.
Caramba con este José a pesar de todas las vicisitudes vividas y casi al borde de la muerte, como que la experiencia no cala en su interior, creo que de esta no sale vivo, o al menos saldrá con otra herida tan profunda como ese bello mar, ah, es las apariencias engañan y engañan. Julio hizo lo correcto, le fue mejor!!!
Si ese José encuentra el antídoto, que me lo haga llegar tengo una "Carabela Portuguesa" pegada a mis espaldas. Como siempre me asombras.
Un beso.

panterablanca dijo...

Cuánto tiempo sin paarme por aquí, y vaya cambio de look :-)
Como siempre, bello relato, pero parece que José no ha tenido éxito con la Caravela Portuguesa.
Besos felinos.

Andri Alba dijo...

Qué bien relato!! Me gustó mucho el acento portugués de la mulata. Súper bueno. Y ese final...de verdad, eh!!??

Qué bello relato para Bayahíbe. Una grata sorpresa.

Un abrazo muy fuerte!! :)

Verdial dijo...

Las picaduras le sirvieron para conseguir lo que no había conseguido su amigo Julio con la Alemana. Aunque, pobre José.

Como alguien ha dicho, es un relato distinto a lo habitual en ti. Me ha gustado.

Un abrazo

Magia da Inês dijo...

°º✿
º° ✿✿♥ ° ·.
Excelente, como sempre!
°º✿
º° ✿✿♥ ° ·.
Bom fim de semana!
Beijinhos.
Brasil
°º✿
º° ✿✿♥ ° ·.

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