martes, agosto 27, 2013

¡¡¡ LA MONTAÑA DE HUMO, POR FIN PUBLICADA !!!






¡¡¡ LA MONTAÑA DE HUMO, POR FIN PUBLICADA !!! Desde hoy, ya está a la venta, la EMOCIONANTE AVENTURA del oficial y vulcanólogo Enrique Martín. A un precio especial de lanzamiento de sólo 0,93€ en amazon.es: AMAZON ESPAÑA. Y 1,20 $ EN amazon.com: AMAZON ESTADOS UNIDOS, CENTRO Y SUDAMÉRICA. ¿Te DECIDES y viajas con él, o te la vas a perder? 

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viernes, agosto 23, 2013

La Montaña de Humo. SINOPSIS.

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SINOPSIS:
Finalizada la Guerra Civil, el oficial Enrique Martín, combatiente en el ejército Popular Republicano, es encarcelado y aguarda el garrote o el fusilamiento. Será entonces y cuando de forma inesperada sea puesto en libertad. Redimido buscará ocupación en la materia en que antes de iniciarse la contienda se licenció: La vulcanología. Sin lograrlo y marcado por su sino, una década después será un hombre frustrado. En ese momento y para su sorpresa recibirá una cantidad. Al principio desconfiará, y aún más al darse cuenta de que su benefactor es un personaje vinculado al régimen. No obstante, un descubrimiento trascendental le hará cambiar de parecer y aceptará el dinero con un fin extraordinario. Embarcarse en un viaje con el objetivo esencial de progresar en el terreno de la vulcanología, pero a la vez, como él mismo espera, para que le ayude a olvidarse de tres cosas: su pasado, su familia y Celia. Y así, sin sospecharlo, transitará hacia una aventura cuyo destino será el impresionante volcán «Erta Ale», situado en Etiopía, en el árido y abrasador desierto de Danakil. Donde vivirá un episodio audaz, en el que aparte de los riesgos derivados de los nativos afar, tendrá que afrontar los accidentes naturales, su propio interior, y un pasado todavía encendido en su corazón, y que nunca le abandonará.


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viernes, agosto 16, 2013

«Hoy».



Los preparados no reaccionan en mí de la misma forma que antes. ¿Me gusta estimularme, o es la vida ese cóctel narcótico? Los ánimos se van reprimiendo y se apagan un poco, nunca mueren del todo. Es agosto y hace mucho calor. Sigo aquí, en el mismo lugar. Tras los muros de una casa que hoy se ha convertido en condena o soberbio Paraíso Eterno (dentro de mi blog. Hoy algo sucio y apagado. Voy a restaurarlo). 
Este es el lugar que me vio nacer y ahora me atrapa transfigurándose en mi mente. Un cerebro viejo y algo usado que se niega a seguir progresando y con algo de desconcierto, vive haciéndose una pregunta (cuestión que en sí es la de siempre): ¿Hacia dónde...? 
Algunos de mis pensamientos hoy —lo comprendo y entiendo— no son acertados ni cautivadores. Sigo adelante sin ella. ¿Acaso ahora, hoy, la necesito si antes nunca la tuve...? Sigo sin saberlo, pero entiendo que así sea. 
En cambio, hoy, sé una cosa: La vida se hace corta, muy corta. ¿Soy egoísta respecto a ella? ¿La dejo pasar o se abre paso atropellándome? Se abre paso. Es evidente. 
Además, sé otra cosa: Me quedan unos años. ¿Cómo hacer para que el tiempo detenga su avance y transcurra con mayor lentitud? ¿Cómo hacer para saborearlo en su plenitud? No. Está claro. Respecto a eso nada que hacer. No es hoy por hoy. Se trata de ahora. Ése es el tiempo que hay que vivir y gestionar... 
Pero sé algo más: De momento vivo... hoy, ayer, anteayer. En el fondo me queda ese poso. Más que algunos, menos que muchos. Dentro de mí ese deseo que supongo es el de casi todos: Permanecer plenamente, quedarse, mantenerse, conservarse, con la inconformidad de hacerlo siempre más a fondo. Y sin embargo sé lo que tengo. No es mucho. Más que muchos y menos que unos cuantos. ¿Estoy conforme? ¿No? No. ¿Y por qué no? No lo sé... Pero hoy sé que nunca lo estaré. Sí, soy egoísta, no cabe duda. Debo aprender a valorar más despacio lo que tengo. 
Una cosa me inquieta. ¿Por qué vivir tan rápido si nunca fue necesario? Y sobre todo, por qué olvidar las cosas que conseguí una vez las logré. 
A veces, hoy, pienso que no soy yo. Trato de acordarme de mí mismo sin conseguirlo. Me noto diferente. ¿Dónde está ese niño que devoraba plátanos y chocolate, jugaba con sus amigos a las canicas...? ¿Y todas aquellas personas que una vez conocí? Ellos están bien. En cuanto a mí. Aquí sigo, hoy, igual que hace cincuenta años y ¿mañana? No lo sé. Aunque de momento... ya sea hoy y no pueda cesar de escribir... 
Saludos. ¿He vuelto? No... Nunca me fui. Aquí estaré siempre. 

José Fernández del Vallado. Josef. Agosto 2013.

jueves, agosto 08, 2013

Seis de Agosto Hiroshima.

Fuchio abrió pronto los ojos esa mañana, se asomó al ventanuco, y vio que hacía un día en general soleado. Eran las siete y media y sus arrozales situados a seis kilómetros del centro resplandecían con los primeros rayos del alba. 
Desayunó con calma, mientras meditaba en qué lugar del sembrado había creído ver el día anterior el nido de víboras. Recogió los aperos, besó a su mujer y salió al campo. 
Comenzó a caminar y se detuvo con sigilo, al sorprender picoteando en su parcela a una bandada de grullas de cabeza oscura –aves míticas y adoradas en Asia– pero al parecer no fue lo suficientemente silencioso, ya que apercibidas de su presencia, las aves emprendieron el vuelo de forma sutil y elegante. De todas formas sonrió satisfecho y prosiguió su camino mientras observaba los nuevos brotes de arroz. 

Miró su reloj de bolsillo; las ocho y diez. Volvió su mirada a la izquierda y sobre un montón de rastrojo las descubrió. Desenvainó la guadaña y oyó el murmullo sordo del avión. 
Cubriéndose la frente para protegerse del Sol elevó su mirada y distinguió el aparato. No le prestó atención. ¿Para qué? «¿Acaso merece la pena una civilización que sólo trae disgustos y preocupaciones?» se dijo para sí. Volvió a centrarse en las serpientes y cuando se disponía a descargar el mandoble se hizo de noche. 
Asombrado trató de mirar al firmamento en dirección a la ciudad, algo que hizo al tiempo que atacaba el nido de víboras. Un brillo cegador lo deslumbró, resbaló y cayó. Sintió la quemazón en un brazo, estremecido se incorporó y mientras se apresaba la herida vio la nube ascender, escuchó el fragor de mil truenos retumbar y un violento vendaval lo elevó varios metros de espaldas. 

Aterrizó sentado, chapoteando sobre el arrozal, preso de gran confusión. Aterrado, lo primero que pensó fue que los dioses castigaban la maldad de los hombres. Entonces, por la carretera procedente de Hiroshima, asistió aturdido a un desfile de almas en pena. Seres despellejados del color del carbón, muchos de ellos parcialmente mutilados, musitaban débiles quejidos o ni siquiera hablaban palabra mientras caminaban hacia ningún lugar...
Uno de ellos, renqueante, extendió sus manos llagadas y suplicó. «Por favor... ¿Tienes... agua...?»
Comenzó a llover. Era una lluvia sucia y oscura que olía a calcinado y tiñó el campo y los sembrados de un color negro de muerte… 
Fuchio no pidió ayuda, comprendió que todo era inútil. Aquella mañana el mundo estaba sentenciado...

COMO CASI TODOS LOS AÑOS, RECORDANDO LA ESTUPIDEZ HUMANA Y UNA DE SUS MÁS HORRENDAS MASACRES.


José Fernández del Vallado. Josef.


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