Imagen tomada por el Autor, en Tánger.
Abro los ojos y me encuentro tendido en la habitación. Está en la Casbah de Tánger. Huele a menta y genna, en combinación con un fuerte y predominante aroma a azafrán.
Crucé el Estrecho. Llegué hace más de siete días y todavía no he logrado salir del embarazoso laberinto en el que mi mente se ha enmarañado...
Desesperado, lo primero que se me ocurrió fue internarme en otra civilización, con lo cual me perdí más todavía. ¿Y lo segundo? Lo mismo que a casi todo occidental. Busqué un lugar donde remojar en alcohol ciertos recuerdos y anegar una soledad conectada a mí con la tenacidad de una rémora. Debí perder el sentido, monté un número y me excedí propinando un botellazo en la sien a quien no debía. Si no me rajaron, con probabilidad, se lo deba a la misericordia de un loco.
Aparecí aquí, surgió ella y curó mis heridas. Se llama Samira y no es solo hermosa; es una mujer valiente que se desenvuelve a medida en un mundo machista y arrogante. Solo por mostrar el estómago y en ocasiones vestir al modo occidental, es considerada una Amwach o prostituta. Trabaja por las noches, ejecuta la danza del vientre en un local para turistas.
Samira es joven y realista, no sueña como tantos con cruzar el estrecho y sacar partido en occidente. Sabe que Francia, Italia o España, no son los paraísos que se ofrecen al mundo, sino espejismos donde aunque lo difundan, las mujeres tampoco son libres ni los hombres misericordiosos. Ella ama su país, sabe que tiene cosas que jamás podrá encontrar en otra parte, como un buen cuscús, un tallín, una deliciosa taktouka de verduras, o el placer de jugar una partida de parchís en el Fraiche mientras saborea unos cigarros de hachís cualquier deliciosa tarde de invierno con aroma a primavera.
Si yo me acosté con Samira fue porque ella quiso, y porque según me reveló me encontraba además de atractivo, deseable.
Samira guarda un tesoro, se llama Aneesa y significa: “amigable, buena compañera”, es su hija. Tiene cinco años, es morena con el pelo rizado, ojos negros azabache y unas manos suaves, regordetas y blanditas, con las que mientras su gato Arij ronronea ella amorosamente lo acaricia.
Tras los primeros meses, recién restablecido, comencé a darme cuenta de que las cosas no debieron ir bien aquella noche.
La primera vez que eché de menos mi tierra e intenté dejar atrás la Casbah, una daga punzó mi estómago y me hizo volver junto a Samira.
Hubo más intentos, todos finalizaban igual. Me di cuenta cuando organizaron la boda, Samira no era mi premio sino mi obligación, pero aún así la seguí deseando y no me sentí seriamente atrapado.
Desde la azotea del bar El Kamalij alcanzo a divisar el puerto, y disfruto viendo llegar los Ferrys, e incluso cuando algunos turistas desorientados se cuelan en nuestra tienda de pasteles de baklawa (elaborados con nueces almíbar, jarabe y miel), converso sobre cómo están las cosas. Me hace gracia cuando ponderan mi excelente acento. Yo, sonriendo, les respondo que no soy más que un humilde prisionero de la Casbah y Alá. Ellos, sin comprender la terrible locuacidad de mi broma, ríen con desconcierto y se despiden. Les voceo que cuando reúna unos dirhams tal vez vaya a visitarlos. Pero ellos —la mayoría— ¿me miran con desconfianza? ¿No les agrada mi barba? ¿No entienden que soy de los suyos? ¿O acaso les molesta que ore plegarias cinco veces al día mirando en dirección a la Meca? ¿Qué hay de malo en ser cristiano converso...?
A veces me encuentro algo triste, solo perdura hasta que llego a mi casa. Allí, sentados y recogiditos sobre las escaleras de la entrada, están Aneesa y Arij, juntos como siempre, y reposados.
La beso, me acomodo a su lado y mientras acaricio sus rizos musito: “La vida es una eterna sorpresa.” Samira me oye, baja las escaleras, se acurruca entre ambos, y murmura: Insallah...*
Insallah:* Si Dios quiere.
José Fernández del Vallado Josef julio 2014.
Este relato ha quedado cuarto en el certamen de Relatos de Viaje moleskín.es.
Ante todo quiero dejar claro que, desde mi punto de vista, en cierto sentido los certámenes no son santo de mi devoción; puesto que algunos de estos "concursos", en ocasiones están sujetos a manipulaciones interesadas, el lucro de las organizadoras o el enchufismo; y además hay un detalle muy importante, no siempre el que gana suele ser el mejor, pues "sobre gustos no hay nada escrito." Y Como decía, no sé si Chéjov o Dostoievski: "el primer premio es para el recomendado, el segundo para el mejor entre los peores, y el tercero, para el indiscutible vencedor." Yo, he sido cuarto jajaja. Pero para mí el mejor premio ha sido participar, pasármelo bien, y figurar en el libro que se editará en formato digital.
¡Un fuerte abrazo! Y feliz verano.
Para quienes deseen ver el Fallo del IX Concurso de Relatos de Viaje:
http://vagamundosmoleskin.wordpress.com/2014/07/21/fallo-ix-concurso-de-relatos-de-viaje-moleskin-2014/
Este relato ha quedado cuarto en el certamen de Relatos de Viaje moleskín.es.
Ante todo quiero dejar claro que, desde mi punto de vista, en cierto sentido los certámenes no son santo de mi devoción; puesto que algunos de estos "concursos", en ocasiones están sujetos a manipulaciones interesadas, el lucro de las organizadoras o el enchufismo; y además hay un detalle muy importante, no siempre el que gana suele ser el mejor, pues "sobre gustos no hay nada escrito." Y Como decía, no sé si Chéjov o Dostoievski: "el primer premio es para el recomendado, el segundo para el mejor entre los peores, y el tercero, para el indiscutible vencedor." Yo, he sido cuarto jajaja. Pero para mí el mejor premio ha sido participar, pasármelo bien, y figurar en el libro que se editará en formato digital.
¡Un fuerte abrazo! Y feliz verano.
Para quienes deseen ver el Fallo del IX Concurso de Relatos de Viaje:
http://vagamundosmoleskin.wordpress.com/2014/07/21/fallo-ix-concurso-de-relatos-de-viaje-moleskin-2014/