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viernes, noviembre 07, 2008

¿El Ciclo...?


Llevaba horas, tardes, semanas meses ¿años, decenios? sin pensar. Quise abrir y el pasador no cedió. Grité pidiendo socorro y no recordé nombre alguno por remoto que fuera y tampoco pude oírme. Miré o quise mirarme a mi mismo sin encontrar ni recordarme; el tiempo me excedía y mi conciencia y mi memoria estaban limpias. Pero y yo… ¿estaba vivo? Más allá, una luz blanca y dolorosa penetraba en mis tejidos. Alguien me sujetó con violencia y tiró de mi cuerpo, me ahogaba, la cuerda rodeaba mi cuello y me estrangulaba. De pronto todo fue gélido, embarullado y brutal. Pensé en volverme a refugiar, pero una garra tremenda me tenía atrapado de una pierna y la cabeza me dolía a estallar. Algo produjo en mí un dolor extremo y mi percepción se estremeció como nunca; abrí la boca y grité, y por primera vez... ¡pensé!: “La vida es hostil.”

Ahora llevo horas, tardes, semanas, meses, años decenios, siglos pensando en una única cosa con obsesión: Quiero salir. Pero esta terrible y mortal oscuridad ciega mis pensamientos ya corruptos. El picaporte no existe. A menudo grito y pido un auxilio inexistente, pues los hombres y sobre todo los amores a quienes conocí ya no están. Miro o quiero mirarme a mi mismo y sin embargo me aterra el simple hecho de hacerlo, porque mis recuerdos exceden los límites del tiempo y se pierden en épocas remotas. Recuerdo a aquellos que me depositaron aquí; sus miradas, sus lloros, sus brazos extendidos hacia mí. Algunos, todavía me... Entonces por qué lo hicieron, ¿por qué me enterraron? Es curioso... me cuesta volver a recordar la palabra y cada vez que lo hago siento un dolor cercano a la liberación. ¡Sí! la clave es... “Amor.” Ahora - de pronto - tras décadas de silencio, soy capaz de evocar la dimensión de su importancia. Su aroma me colma, penetra mi cerebro o sus excrecencias de polvo ahuecadas y las cubre de un sutil aroma a… ¿Vida?

Llevaba horas, tardes, semanas meses ¿años, decenios? enteros, pensando en nada. Quise abrir y el pasador no cedió. Grité pidiendo socorro y no recordé nombre alguno por remoto que fuera y tampoco pude oírme. Miré o quise mirarme a mi mismo sin encontrar ni recordarme; el tiempo me excedía y mi conciencia y mi memoria estaban, limpias…

José Fernández del Vallado. Josef. 2008.

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