¡Por fin! Parece que hoy hace buen día, hay brisa y el smog se ha retirado unos instantes. Salgo a caminar por la ciudad, deseo ver a esa humanidad humilde y bien pensante que algunos me han dicho que existe. Pero tras progresar dos manzanas, me doy cuenta de que no es cierto, tan sólo me encuentro con cuchillas afiladas, un bosque espeso e irrespirable de cuchillas se mece con pasos de ciego por las aceras de lo que una vez fue ciudad... Madrid está muerto, ya nadie confía en nadie, y cada uno o todos somos posibles asaltantes del inmaculado espacio de “libertad” de nuestro más cercano conciudadano.
¿Quiénes lo inventaron? ¿Los Yankees, o el miedo? Quién pronunció la frase: “Ante la amenaza se hace necesario armarse.”
Esto es una armería y está a rebosar. ¿Es ya Navidad? Resulta que no, es la hora de la guerra y lo que se cierne sobre nuestras cabezas de perdiz preñada por aves de rapiña no es broma. ¿Somos víctimas o cazadores insensatos? ¿Qué somos en realidad? ¿Cómo puede denominarse a una especie tan cínica, que aún a sabiendas de que se auto destruye, es capaz de negarlo de forma tajante?
En el parque del Oeste, bajo un viejo enebro, me encuentro una despensa de jeringuillas; todos saben quienes las utilizan y a donde llevan a quienes las usan.
Ya en el fin de semana, por la noche, los bares y pubs aparecen atiborrados de gente que toma a destajo cualquier clase de droga... permitida. Parece que todos desean olvidar lo más rápidamente posible sus responsabilidades contraídas con el planeta y se dejan caer a tumba abierta. La cruel paliza de unos jóvenes a un par de piltrafas me lo confirma: No queremos vivir honradamente, estamos abocados al desastre, muertos de antemano, mientras esperamos o nos suicidamos antes de que llegue: ¡el futuro! Lo sé. Todos o muchos piensan lo mismo: “Yo, por lo menos, no lo veré.” Pero es que ya lo estamos viendo. El mundo entra en convulsión, el porvenir es un mal presagio y si no nos queda mañana en el cual refugiarnos ¿dónde iremos a parar...?
Sigo caminando, las manos en los bolsillos, la mirada perdida, y el calor... sigue ahí, es un calor de cambio climático; después vendrá un frío de cambio climático, y luego y luego... ¿Dios dirá?
José Fernández del Vallado. Josef. Agosto, 2010.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.