Imagen tomada de Internet.
Volvió a recordar las noches en que una vez acostados
sus padres y hermanos se levantaba y en la oscuridad tanteando las paredes de los
pasillos, alcanzaba el Salón de los Embajadores y tras esquivar la colosal extensión
del sofá de ocho plazas de la sala, alumbradas por una claridad inexistente, al
fondo, divisaba las rejuelas de madera de la puerta del pequeño escritorio.