Imagen tomada de Internet.
Me despierto y estás a mi lado, haces mi vida feliz y llevadera. Salgo al trabajo y me acompañas ceñido. Camino orgullosa, tú eres mi hombre y se lo muestro al mundo. Me consagro a mi trabajo de investigadora y puedo sentir el estigma que imprimes en mí y la vitalidad que pierdo ¡por ti! Pero lo que me hace recordarte es saber que estarás para siempre conmigo, saber que mi amor será siempre íntegro, saber que nunca te perdí y que aunque una parte de ti se fue para siempre, te llevo en mí desde el momento en me inoculaste tu savia y ahora soy una más de los millones de seres que, pese a recibir el castigo, seguimos amando la vida y a quien nos traicionó sin desear traicionar, pero también, negándose a aceptar la realidad del mundo en el cual vivieron, negándose a reconocer que anteponían un placer pasajero a un amor compartido, negándose a reconocer que no era amor lo que sentían por nosotras y nosotros.
Me despierto, estás a mi lado y te odio, haces de mi vida un infierno. Siento el dolor en mis huesos mi corazón y mi alma. Salgo al trabajo con miedo, porque si descubren que te llevo dentro me expulsarán de su vida. Me esfuerzo en mi trabajo y escucho lamentos, lamentos de quienes esperan solución al problema que existe dentro de mí. Pero lo que me lleva a odiarte es saber que con sólo un poco de higiene podrías haberlo impedido. Saber que tu amor no fue íntegro, saber que te perdí y que aunque te fuiste para siempre, me condenaste a seguirte. ¡Y Dios! Seguro, quizá en otro tiempo, en otro momento, te habría seguido de saber que tú no sabías sobre su existencia, de conocer que fuiste ingenuo, de saber que fue ella o él quien traicionó y no tú... En cambio, te odio. Lloro todas las noches y por las mañanas soy un fantoche sonámbulo que trata de volver a conectar con una vida desconectada por un cóctel de pastillas que lentamente anulan mi sistema, degradan mi cerebro, empobrecen mis células...
Y amo la vida, deseo vivir, tengo derecho a vivir, soy un humano. Un ser del planeta tierra sentenciado a ver pasar unos días recluida en la angustia y sin poder aprovechar su tiempo, mientras otros tienen derecho a vivir, derecho a alimentarse, derecho a cantar y a bailar. Yo, recostada en una tosca estera, en un país del África tropical, agonizo sin ayuda ni alimentos, sin medicinas, sin amor, en la soledad más aterradora y absoluta...
Y tú estás a mi lado, eres VIH y has venido a llevarme, a sacarme de la realidad de la vida, a convertir lo concreto en inconcreto, la felicidad en tristeza, la vida en un pañuelo de lágrimas, el mundo en erial, las guerras en patrañas vacuas, las lágrimas en lluvia sangrienta, los paisajes en pinturas oscuras, a fundir el sol en mis ojos... ¿A qué has venido entonces? Si no es a acabar con la felicidad de la vida y romper los sueños, las promesas, la alegría, los proyectos, los abrazos, las caricias, los besos, los resuellos de amor, la ternura...
Dime. ¿A qué has venido?
Me despierto y estás a mi lado…
África se desangra por el VIH. El mundo sigue sufriendo los efectos de la pandemia peor vista de todos los tiempos. Mientras tanto, las industrias farmacéuticas continúan sin reducir los precios de las medicinas y suministrarlas a los afectados de los países pobres del Mundo…
José Fernández del Vallado. Josef Mayo 2014.