
Imagen tomada de Internet.
Era más de medianoche y fuera del restaurante
soplaba una brisa ligera y refrescante. Tras acompañar a la salida a los
últimos clientes encendí un cigarrillo y me detuve con aire de hastío junto a
la puerta. Lo entendía. Hacía tiempo que mi vida no funcionaba. Como único
consuelo tenía a Davinia.