
Imagen tomada de Internet.
Estaba sentado sobre un taburete en el bar de la Cala del Moro y su físico enfundado en dos ligeras piezas permanecía estático a unos metros de mí. Me dolía la muela. Para aplacar el malestar pedí otro trago de ginebra. Los pinchazos cedieron solo cuando mi instinto reincidió sucumbiendo al influjo seductor de aquella preciosidad.