MIro Atrás...

Miro atrás, a los últimos días calurosos y atropellados de mayo…

Yo, intentando vender mi novela. Los demás, escapando del chaparrón de la crisis. Estoy harto de crisis; banqueros, políticos, industriales facinerosos, echando sus asquerosas cuentas de millones defraudados.

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Federico Losada.

 Imagen tomada de Internet.

Federico Losada tenía hambre. Llevaba viviendo treinta años en un hogar silencioso y apartado. Tenía un setter de doce años que iba siempre tras él y se llamaba “Notepierdas.” Le gustaba remojar sus botas de agua en los charcos en los días de aguacero, disfrutaba de las siestas durante los calurosos atardeceres de verano, y nada más despertarse hablaba sin descanso a los pájaros y a la vida durante la primera media hora de estirones y recogía ramos de flores que enviaba a Dulce, la mujer que regentaba un burdel de un pueblo en A Coruña y de la que estaba perdidamente enamorado desde hacía diez años.

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Glacial.

Ocho de la mañana, la temperatura ronda los -70º C. Un paisaje blanco y virginal se instaura ante los ojos todavía soñolientos de Néstor. Pese a las inclemencias del tiempo, como cada mañana, se encuentra dando un paseo por la Casa de Campo.

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