jueves, enero 09, 2014

Berlín Insondable.



Hace un día frío y gris. Los matices llamativos y metálicos del grafiti tiñen los portales de edificios cenicientos y remozados durante los años cincuenta o sesenta. 
   Es invierno, en concreto Navidad. Estoy sentado fuera, adecuadamente abrigado, en el banco de un café que bien podría ser el kebab de un turco o quizá no se traté de un bar, sino de una tienda de bebidas; e incluso al hombre con gafas y aspecto académico que atiende tras la barra, ni siquiera le concierna el país donde ahora mismo se encuentra. 
   A mi derecha, una camarilla de emigrantes germanizados o germanos genuinos, da rienda suelta a su “turca”. A mi izquierda está Ricardo— mi amigo— y a su lado, observando la calle con aire alienado, su mujer Elena. Es rubia y de complexión proporcionada. Sus ojos son dos esferas azules y traslúcidas que contemplan el sombrío atardecer sin en apariencia inmutarse. 
  Los tres estamos en silencio; desorientados. Y así permanecemos en la ciudad de Berlín, al otro lado del muro, en su zona oriental. Si estoy acompañándolos es porque me lo pidieron ¿o no sucedió así y fui yo quien se enquistó como una cuña en sus problemas? 
   La situación es la siguiente. Enviaron a su hijo a este lugar y ahora hemos venido a liberarlo de los sortilegios que el influjo berlinés ejerce sobre su espíritu. 
   
Todo empezó una mañana. Me di cuenta de lo poco que sabía de la tierra a la que viajaba en el momento en que el avión aterrizó y una voz de resonancia delicada —que sin dudarlo se dirigía a mí— emitió unos sonidos indescifrables. Lo reconozco. El alemán no me resulta armonioso. Tal vez sea porque no me acostumbro a su acento, o porque se trata del idioma que los malos predican en las películas. 
   Otra cuestión me sorprende. Hasta ahora y a lo largo de mi vida había visitado algunas ciudades, y en todas fui capaz de reconocer de entrada y sin equivocarme, sus peculiaridades. 
   
   Sin embargo aquella mañana —la primera— me vestí y con apenas cuatro grados y un viento de cristal inmaculado que entretejía en surcos mi semblante, di mis primeros pasos sobre unos adoquines de mortero articulado, y una sensación desconocida me venció. Era una debilidad amenazadora que en instantes se adueñó de mí, y maceró mis sensaciones en un sopor entumecido. Chispeaba. Alcé la cabeza, dejé que la llovizna empapara mi rostro y me di cuenta. No era un lloviznar uniforme, sino la clase de goteo que solo tiene lugar en Berlín: aquel que arrastra consigo un olvido transmutado en mutilación permanente. A mí alrededor todo era diáfano y precioso y tan extraño que... ¿no podía ser cierto? Como la arquitectura de la Bauhaus: lineal... «La forma sigue a la función» es su precepto. De hecho, los objetos y elementos que componían el paisaje estaban en su sitio ¿o no lo estaban? Había orden y desorden. Era, en seguida lo entendí, el mismo caos que debió presidir el lugar en los últimos días de la brutal contienda en aquel fatídico año cuarenta y cinco de finales de abril de otro siglo. Cuando una ciudad soberbia, convertida en eje del imperio de la arrogancia, sucumbía. Convirtiendo la cuadriculada resolución alemana en un grandioso contrasentido de locura ilimitada. Quizá por eso Berlín me parecía ahora una ciudad libre y extraña a la vez; porque tras un suplicio de automutilación interminable, no acababa de creérselo, y necesitaba expresarlo de alguna forma, o a su manera... 
   Me dirigí hacia la Alexanderplatz, el centro de Berlín, y donde se ubica la Fernsehturm, o dicho de otra forma, la torre de televisión. Accedí hasta su restaurante y mientras desayunaba un café con tostadas a doscientos siete metros y pico del altura, mis ojos descubrieron por primera vez ese brillo casi velado y hermético que destila una ciudad que ha sabido regenerarse en nueva crisálida y sobrevivir, transformándose en un lugar que hoy abre sus preciosas y radiantes alas al mundo. 
   Del mismo modo sus poros exudaban el hedor a rancio que sus edificios actuales —de diseños sutiles y modernos—, se esforzaban por encubrir. Efluvio que no cesaba de traspasar un solo día en forma de diminutos alfileres la mente de los berlineses, y también la de algunos visitantes, que veíamos más allá de donde debíamos o queríamos... sin pretenderlo. 
   
   Yo lo vi impreso en los ojos de Germán, el hijo de Ricardo, un muchacho tímido y afable, el día en que lo acompañé al barrio de Scheunenviertel y caminamos por la Oranienburger Strasse, dmirando sobre nosotros las ventanas de los edificios vestidas de brillantes y multicolores adornos navideños y en la calle, sus prostitutas de lujo. 
   Tenía un problema que empezó a perfilarse en España y en aquel entorno, que si por un lado ofrecía un semblante cálido y culto, de cariz relajado y autónomo, coexistía también con un reverso tortuoso. Lo vi en sus ojos. Estaba poseído por la ciudad. Trataba de descifrarla; de averiguar su sentido o razón de ser. Lo mismo hice yo los primeros días, indagar por qué bajo aquella apariencia de disoluta libertad y en la que podías encontrarte, como a mí me sucedió, un par de jóvenes corriendo en cueros por la calle y no ver a un policía durante días, cohabitaba esa sensación de contención, cautela, e incluso a veces miedo inexplicable, oculto bajo una fachada de aparente rebeldía y olvido de algo que nunca podrá ser olvidado. La herida continuaba abierta y supuraba el mismo absceso nauseabundo que brotó de los millones de almas masacradas en una cruzada que dejó de ser simplemente muerte, para convertirse en algo más consumado, excéntrico y siniestro: el hecho de convertir la agonía en un impúdico proceso industrial. 

   Y allí estábamos. Trataba de ayudar como podía a mis amigos. Ellos así lo habían querido. O fui yo quien se inmiscuyó con la única intención de averiguar un fragmento más de una Europa desfigurada. Moviéndonos como dos malditos hechizados, recorríamos la milagrosa Oranienburger Strasse. Buscábamos el portal donde según el anuncio que había leído, encontraría un piso a un precio razonable en el cual alojarse durante los meses de invierno. 
   Yo estaba solo y de paso y apenas era nadie o nada desde hacía tiempo. En cambio él tenía una vida por delante. Lo cual no quería decir que yo no la tuviera, pero mi juventud, aunque perviviera en mí, había sido dilapidada. Y aquellas mujeres con cabelleras plateadas y figuras exquisitas como las modelos de la pasarela de París, no cesaban de insinuarse ante nosotros. 
   Nos detuvimos delante de un portal. Volviéndose a mirarme avergonzado, Germán me rogó si podía quedarme esperando. Había un bar aclaró, con la obvia intención de desviar mi atención. Era evidente. No deseaba que el casero lo viera aparecer con alguien que podría pasar por su tío o su mismo padre. 
   Empezó a subir las escaleras y me quedé allí mirando. Es difícil definir cómo me sentí. Creo que estaba muy cerca de padecer, probablemente, la misma sensación de un niño que por primera vez se descubre perdido en una calle interminable, llena de seres feroces y desconocidos. No saber cómo expresarme ni hacerme entender, no tener siquiera la certeza de en qué lugar estaba, me llevaba a observarme sumido en una situación de orfandad y desamparo. 
   El bar estaba solo a unos metros. Alce la mirada hacia su rotulo. Rezaba: Kommunist.   
   A una temperatura que rondaba los tres grados centígrados, quedarme fuera podía resultar una locura. Con las manos embutidas en los bolsillos y la cabeza ladeada, caminé insuflándome una forzada apariencia de serenidad y abrí la puerta del local. Una vaharada de nicotina ahogó mis sensaciones. Eché un discreto vistazo. El ambiente estaba envuelto en una densa fosca. Súbitamente retrocedí veinte años, me reencontré fumando un Chesterfield apoyado sobre la barra y pedí una cerveza. Que el camarero me atendiera sin dirigirme cualquier frase incomprensible me hizo sentir aliviado. Me senté sobre una banqueta y allí permanecí, deseando encontrar sentido a las conversaciones misteriosas e ininteligibles que la barahúnda de gente que llenaba el local articulaba. 

   Un hombre se abrió paso hasta mi lado y me dispensó una ristra de palabras. Lo miré con desconcierto y dije. 
—Perdona... No entiendo. Soy español. 
Se quedó mirándome con ojos de asombro. A continuación, masculló. 
—¿Spanisch? 
Asentí con aturdida satisfacción. Sus ojillos ebrios se iluminaron. Su bocaza se abrió y dejó escapar una chirriante carcajada. Se volvió hacia otro teutón y, sin dejarme de señalar, ladró. 
—¡Hier haben wir eine Spanisch! (Aquí tenemos a un español). Tampoco entendí nada. 
El otro, un elemento más grande que el anterior, vociferó más todavía. 
   Me sentí mareado. Miré a mi alrededor y descubrí una barra llena a rebosar de militares SS. Eran la Sonderkommando Berlín, El comando especial para Berlín que Hitler creó en aquellos años turbios. Cada vez entendía menos y además estaba solo. Mis ojos, desorbitados, no hacían sino mirar y seguía sin entender, mientras mis manos, como tenazas temblorosas, apresaban la jarra. Escondí la cabeza entre mis brazos y comencé a sollozar. 
   Un rayo de luz se abrió paso entre mis pensamientos. Era la puerta exterior. Acababa de abrirse. 
   Sentí una mano cálida descansar sobre las mías y una voz habló en mi interior. —Calma. No te harán nada. No son ya los feroces nazis que una vez fueron...
   Lentamente descubrí la cabeza y mi mirada se topó con la sagacidad penetrante de unos ojos verdes como brillantes y delicadas cuentas de cristal de Murano. Aún así, seguí sin entender. 
   La voz me serenó de nuevo. 
—Tranquilo... Esos brutos se han ido. Ahora estás conmigo. 
   ¿Entendía? No... No estaba claro del todo. 
   Cuando mis ojos fueron capaces de apartarse de su iris, fui vislumbrando más: un cabello rubio, unos labios finos, con un arco de Cupido perfecto y una comisura coronada en un rictus sensual y un físico con un talle elegante, sabiamente ondulado por la madre naturaleza. 
   Se acurrucó hasta igualar sus ojos a mi altura y me preguntó. 
—Y ahora ¿quieres decirme cómo te llamas y explicarme qué haces aquí perdido?
   Tampoco la entendí pero, respecto a mí, saber qué hacía allí era lo de menos. Y además ya lo sabéis. En lo que concernía al nombre de ella y su historia, era otro cantar. 
—Si es todo lo que quieres saber o hacer... Está bien. Te lo contaré, me dijo. 
   Y comenzó. 
—Me llamo Olga Stackhova y soy rusa. 
   Jugueteó con sus dedos pálidos, de uñas largas, y algo azorada añadió. 
—Bueno... Mi padre lo era. Yo en realidad soy ruso-española. 
   
   Guiñó un ojo, sonrió con atrevimiento y señaló hacia la puerta que sellaba el desván que se hallaba al final de unas escaleras de traza interminable. 
   En el intervalo de un segundo nuestras miradas se encontraron sugiriendo algo más que simpatía y dadas las circunstancias está vez sí la entendí, y espléndidamente además. 

José Fernández del Vallado. josef. Enero 2014


Imagen tomada por el autor.

Creative Commons License


Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

105 libros abiertos :

Mari-Pi-R dijo...

Un paseo en un pasado de un tiempo no vivido que bien lo has relatado todo.
Hoy Berlín es una ciudad de mucho interés, aunque los días de temperatura no han cambiado, pero si te la encuentras en un día de sol vas apreciar un paseo por ella.
Un abrazo.

Nena Kosta dijo...

Uf, me he sentido un poco agobiada por el ambiente y la angustia del protagonista... Perfectamente descritas las sensaciones. Un impecable relato que me ha transportado a una ciudad que desconozco y me ha llevado a vivir momentos que no he vivido. Como si estuviera allí.
Un abrazo

Ilesin dijo...

Un muy buen relato que te atrapa desde el primer momento.
Besos

JOSH NOJERROT dijo...

Cualquier ciudad que vivimos nos traera historias que compartir, historias que forman parte de nosotros...

Julia Hernández dijo...

Bien José ! Ves...las historias están ahí, generosas, esperando ser compartidas de nuevo...Besosss
pdata: Me encantó su comentario...

Amora Amora dijo...

Fabulosamente relatado!
Me ha encantado visitar tu espacio.
Un abrazo,
Yeli

Luisa dijo...

Hola, José.

Buen relato.

Ya veo que has bebido de las mieles de Berlín… Estupendas descripciones. Siento esa llovizna, ligera pero densa, calándome enterita.

Un abrazo.

Alfredo Cernuda dijo...

Ha merecido la pena viajar a Berlín para perderse en esos ojos verdes. Magnifico, José. Un abrazo.

Dyhego dijo...

Berlín debe ser una ciudad muy peliculera. Sirve de decorado perfecto para tragedias, sinsabores, nostalgias, miedos y amores.
Salu2 berlineses.

josef dijo...

Sí, creo que en verano es mucho más animada, y los colores lucen más todavía.

Abrazos!

josef dijo...

Es que el ambiente a mí también me agobió un poco. No sé por qué. pero ahí estaba el-agobiante- peso de la historia...

Un abrazo.

josef dijo...

Gracias Ilesin.

Un abrazo fuerte!

josef dijo...

De hecho están ahí esperándonos. la vida en sí es una gran historia...

Abrazos!

josef dijo...

Gracias Delfín.
Me encanta que te haya encantado mi comentario.
A mí igualmente me encanta que me visites.
Además eres un encanto!!!
Besos!

josef dijo...

Gracias Yeli, pasaré a visitarte en cuanto pueda.

Un fuerte abrazo.

josef dijo...

Que si he bebido? jajaja No sabes tú. jarras de cerveza tan grandes como barriles jejeje.
Hablando en serio no bebo, pero si lo hiciera es lo que habría bebido.
Por cierto. Sigo recordando tu preciosa voz después de haberla oído en la radio.

Besos!

josef dijo...

en unos ojos verdes y en los verdes parques y veredas de los canales de Berlín...

Gracias por la visita.
Un abrazo.

josef dijo...

Has dado en el clavo Dyhego. Peliculera, y digna para rodar trillers escalofriantes e historias de amor...

abrazos!

MaRía [Capri ] dijo...

Buen relato Jose, para leer y releer.
Sumergirse en tus letras en vivir(te) lo
Un besito
Volveré como siempre

Amig@mi@ dijo...

Cada lugar tiene sus entresijos y sus historias que contar. Recuerdo cuando hace unos años estuve en Praga y la ciudad ¡¡chirriaba de tristeza!! Seguro que tiene cientos de historias como la que tu nos cuentas.
Muy real.
Abrazos

josef dijo...

Gracias Coté. yo lo leo y releo. Lo hago para reencontrarme en Berlín. Si aquí la machaco, es porque en realidad algo veo en ella que casi admiro: su capacidad de regeneración...

Besos!

josef dijo...

Praga...me han dicho que es tan bonita. pero esa tristeza de Europa no se la quita nadie ¿verdad? Aquí somos más alegres. ¿Lo somos? Em piezo a dudarlo todo o casi todo...

Besos apreciadísima Montse!

LaCuarent dijo...

Como siempre es un placer leer sus relatos caballero son capaces de llevarnos a lugares que no hemos estado. Yo, conozco otro Berlin y no me desagrada tanto.

Un beso

josef dijo...

En sí la impresión que me ha producido no se corresponde con el calificativo de desagradable. Ha sido algo diferente. Viejo y moderno, de apariencia abierta y cultural y cerrado. Pero sobre todo destilando un efluvio si no difícil de olvidar, para mí inolvidable. Cuando vi la Puerta de brandenburgo, de forma casi instintiva recordé que allí tuvo lugar la planificación del mayor exterminio sistemático jamás llevado a cabo por la raza humana contra la raza humana. Lo cual no quiere decir que los alemanes sean la peor gente del mundo. No, ¡por supuesto! Ha habido infinitas masacres y "limpiezas étnicas" a lo largo de los siglos, y todas ellas han sido perpetradas en algún momento de la historia por las diferentes razas que componen la humanidad. La cuestión es que de este episodio estoy mejor informado y se me antoja, todavía, demasiado cercano en el tiempo...

Un abrazo!

Vivian dijo...

Me habría encantando estar ahí, en el bar Josef (tú pagabas) aún con los cuatro grados. Vaya manera de sacarse el frío interior, dar un paseo entre prostitutas de lujos. (bromeo por lo de Germán)
No entendí el porqué de los jóvenes corriendo desnudos por la calle, aunque si no entendí mal tú tampoco.
Creo que te adentraste demasiado en la historia, fue genial el giro que toma (desde lo literario, no desde lo que representa, para que nadie interprete mal) Pienso que a pesar del turismo uno nunca puede dejar de recordar, o asociar la historia dolorosa, los nazis, tanto dolor.
(Por suerte apareció Olga)
Muy bueno Josef!

estrella dijo...

Hola querido José!!!!!
Me he colado entre las calles de Berlín, gracias a ti, hasta he sentido frío y me he sentido perdida andando entre lo lineal y lo innovador de sus edificios.

Has entrelazado muy bien tu historia, cada escena independientemente, formando un todo, pero me he quedado a medias, quiero decir, que tenía ganas de leer más, de saber más sobre tus sensaciones, de tus amigos y su hijo Germán, de saber más sobre Olga.
Lo que parece sin duda, es que la ciudad te ha gustado e impactado, con sus mezclas y sabores, con su triste pasado, con su futuro abierto.

Gracias por volver y ...bienvenido a casa!!!!!
Un fuerte abrazo, querido amigo!!!!
PD. Veo que tú hecho esa fotografía y te la has puesto en el perfil, es muy buena.

josef dijo...

Bueno, ya que te apuntas, me habría encantado que estuvieras, seguro que alucinas como lo hice yo.
Los jóvenes corriendo por la calle... sigo sin explicarme porqué lo hacían, pero allí estaban, tan frescos ¡y a casi cero grados!
La guerra y la historia marcó esa ciudad con un cliché difícil de borrar, eso está claro.En cuanto a Olga, sigo esperando que algún día aparezca jajaja!

Besos!

josef dijo...

Creo que tienes razón querida Estrella. esta historia podría dar mucho de sí, tanto, que podría extenderse hasta formar las páginas de un libro.
Y has acertado al vislumbrar el trasfondo de lo que escribo. La ciudad, aunque algo fría, me ha gustado; porque es prescisamente eso un compuesto entre lo moderno y antiguo, sin que nada desmerezca.
Gracias por tu cálido recibimiento, te sigo recordando sonriente y gentil.
Sí, me traje una buena colecciónde fotografías. si entras a mi perfil del Facebook. allí figuro como José Fvga, podrás verlas. si te interesa, claro...
Besos y muchos abrazos!

Mela dijo...

Hola José... he venido lo antes posible... me gusta tu blog y me ha gustado tu relato
Muy bien escrito y muy interesante
Un placer haberte conocido

josef dijo...

Muchas gracias Mela.

Yo por mi parte seguiré visitándote y leyéndote paso a paso.

Un fuerte abrazo!

Amapola Azzul dijo...

Un saludo Jose, a veces no puedo comentar en tu blog por probelnmas de internet. Besos, Feliz Año nuevo . Un abrazo.
Me alegra que sigas escribiendo tan bien.

josef dijo...

Muchas gracias Amapola. Y a mí también me alegra que tú sigas haciéndolo, tan bien o mejor aún, sin detenerte lo cual ya es difícil...

Un fuerte abrazo!

Misterio dijo...

Me ha encantado, relatas muy bien...

No conozco Berlín pero con tus letras he dejado volar la imaginación, como si estuviera allí...

He pasado también miedo contigo... pero por suerte toda ha terminado bien :)

Muchos besos.

Cristina dijo...

Un relato ambientado en una ciudad con más historia que ninguna,sin dudas, pero logras mezclar un sabor agridulce entre los malos sucesos y un final extraordinario... como tus letras.

Muchas gracias José por la vista y tu comentario!
Te deseo un hermoso fin de semana, besos.

Milena dijo...

Me ha gustado tu relato, Berlín es una ciudad "diferente" y difícil de describir...

Es una ciudad que visito a menudo y que me encanta.
Aunque entiendo que sea sorprendente…
El idioma no me resulta duro ni tajante, casi diría que lo opuesto: los matices dulces se describen perfectamente en alemán… a mi me resulta suave y lleno de matices...

Saludos

josef dijo...

Yo tampoco lo conozco pese a haber estado allí una semana. sin duda tendré que volver. es una ciudad de impresiones fuertes. Es un lugar diferente... y sin duda hoy, libre al fin.

Un fuerte abrazo.

josef dijo...

el sabor que de fondo me dejó... Creo que he logrado plasmarlo. Agridulce, pero si te soy sincero tirando a muy bueno. creo que hay mucho más de lo que vi en una semana y como digo anteriormente, tendré que volver...

Disfurta igualmente del fin de semana Cris.
Besos!

josef dijo...

Entiendo perfectamente lo que dices, sobre todo si conoces, más o menos bien, Berlín. Respecto al idioma veo que te gusta como a mi hermana que estudió filología alemana y le encanta. Yo, personalmente, prefiero el francés o el italiano, e incluso el ruso.
Respecto a la ciudad, claro que me gustó. Pero es difícil como dices y no se ve así de primeras en una semana. Así que habré de volver.

Un abrazo.

Mabel Domínguez dijo...

¡Que bello relato! No conozco Berlín pero pienso que cada lugar tiene su belleza, su misterio, su historia.
Gracias por visitarme y a tu pregunta de donde vivo es en la capital de la provincia de Santiago del Estero ciudad que lleva el mismo nombre, ubicada al norte de la República Argentina. En realidad todo el país tuvo temperaturas altísimas que provocaron grandes problemas pero el norte y noreste siempre se caracterizan por altas temperaturas.
Te estaré visitando, un abrazo.

josef dijo...

Muchas gracias por visitarme Mabel.
Y por supuesto por la información que me brindas. No sabía que en el norte de Argentina hiciera ese terrible calor. Ahora voy a informarme más jajaja. Pero es cierto lo del calor. leí en un periodico de aquí que en Argentina estaban haciendo temeraturas inusuales en años.

Un abrazo.

Jose dijo...

Por fin se hizo la luz y el camino encontré el cual por desidia de las hondas en una ocasión perdí. Gracias aun misterio que los dos conocemos lo logré encontrar.

Tu gran relato me ha hecho recordar los viajes por Argelia y Argentina, sólo que el idioma de esos dos países si me encantaba.

Saludos .

El collar de Hampstead dijo...

Me ha gustado tu manera de describir la atmósfera y la chispa del guiño final.
A mí el alemán me suena duro y áspero,no puedo remediarlo.

Un saludo!

josef dijo...

Hola Jose.
Cuánto tiempo ¿verdad?
Bien, estuve escribiendo un libro y ahyora he vuelto a empezar a publicar y comentar. Pero no quiero autoimponerme visitar a diestro y siniestro, lo hará pausadamente.
Bonitos viajes los tuyos... Argelia, hoy endía está difícil. Argentina es más accesible y creo que iré a visitarla.

Un fuerte abrazo y feliz Año!

josef dijo...

Gracias, se agradece la visita, cuando puedas y con calma siempre.
Veo que el aleman se te atraganta un poquito, como a mí.

Un abrazo.

Ishtar dijo...

Me ha encantado la descripción de la ciudad, todos los que han estado en Berlín dicen que merece la pena ir.
Mira, a mi con el alemán me pasó lo contrario, la primera vez que lo oí en una conversación normal me pareción muy sonoro, parecido al castellano, me gusta.

Las tabernas han perdido parte de su encanto sin esa cortina de humo que te golpea al entrar ... ahora es peor olor sudor y cloaca es lo que te envuelve en ciertos lugares.

Y me quedé con ganas de saber lo que le va ocurriendo a Germancito el germano adoptado.

Un abrazo

josef dijo...

Entonces has estado en Berlín y te ha gustado deduzco, je...
Sí, realmente es una ciudad muy peculiar y única; que ha conseguido su libertad tras años de estar dividida por una guerra sangrienta primero, y fría después.
Hoy es un lugar especial. Y me gusta doblemente porque no se fija para nada en las imposiciones que el imperio dicta al resto del mundo, y porque a su modo de ser la encuentro realmente libre...

Un abrazo.

Un abrazo.

Ishtar dijo...

No, no he estado y como soy poco viajera dudo que vaya por allí ... por lo menos en el futuro cercano.

Oí hablar alemán hace muchos años; un amigo que vive allí saludó a un compatriota, me sonó casi dulce en contraposición al poco alemán que oímos en las pelis: perros nacis ladrando maldades.

Ah, antes olvidé decirte que me gusta mucho la foto, ese pirulí berlines es tan mítico como el de Madrid.

auf wiedersehen :)

Teté M. Jorge dijo...

É sempre um prazer ler quem escreve bem.

Beijos.

Mientrasleo dijo...

Sólo hace falta un momento para que una ciudad cambie delante de nosotros.
Me gusta Alemania en general, aunque reconozco que más el sur Berlín tiene un encanto especial, el de la diferencia. Y te diré una excentricidad... me gusta como suena ese idioma, rotundo, sonoro, directo
Besos

josef dijo...

Muito obrigado teca.

Beijos y abrazos siempre!

josef dijo...

Y un momento para que Berlín cambie mil veces de color, matiz e impresión ante mí.
Yo de Alemania solo conozco Baden Baden y berlín. Dos lugares muy distintos. en cuanto al idioma o a su sonido, desde luego que es rotundo, pero a mí me sigue sin gustar demasiado...
Besos.

Misterio Azul dijo...

Me gusta tu mirada, aunque solo hayas estado una semana. Sabes recrear las cosas para que el que te lee pueda pasear por sus calles...

Un placer, me ha gustado mucho.

Muchos besos.

Anónimo dijo...

Atrapa tu relato Jose, me ha encantado, adoro ese país al que he viajado en muchas ocasiones y he vivido hisitorias apasionantes, increíbles... me gusta todo, las ciudades y la gente, y a pesar de lo que dicen, es gente muy hospitalaria y comunicativa. Así que me he metido de lleno en tu historia, la he sentido.

Besos

Maria dijo...

Bueno, parece que el protagonista se ha dejado llevar por la imaginación y esta por los terribles años que vivió la ciudad durante la II Guerra Mundial. Fueron tan violentos que aún nuestra generación, y probablemente otras que vendrán, no podemos olvidar todo lo que allí pasó.
La ciudad, sin duda, lo atrapó.
Un abrazo.

josef dijo...

Muchas gracias Misterio Azul.
He procurado dar luz a mis sensaciones lo mejor que he podido. Y rescatar algunos recuerdos. sin duda es una gran ciudad.

Un abrazo.

josef dijo...

Un país al que sin duda habré de volver y conocer mejor. Sobre todo ahora, necesito regresar a Berlín y verlo más detenidamente y sobre todo en otra época más tibia, como la primavera o el verano.

Un abrazo.

josef dijo...

Si hay un aspecto que en el fondo me gusta y a la vez me disgusta y duele Ohma, es ese recuerdo que todavía conservamos de aquellos tiempos terribles. Aquí, en España, alguien se apresuró a borrar de nuestras mentes los recuerdos de nuestra devastadora guerra civil; y eso no es bueno del todo, porque el ser humano tiende a caer en lo mismo con demasiada frecuencia. Pero claro, yo nací en los años sesenta, bajo la dictadura de Franco, y por entonces quien hablaba mal sobre su régimen era detenido encarcelado e incluso algo más...
Por eso hoy estudio aquellas épocas, y me empapo con los demanes que tuvieron lugar, no desearía que mis descendientes tuvieran que pasar nunca por la misma situación...

Un fuerte abrazo.

Jo dijo...

a veces uno se apropia de paisajes, de monumentos, de sitios... pueden estar al otro lado del mundo ...
no se porqué sentí mucho más intenso el frio ahora que te fui leyendo


:)

Mos dijo...

Josef, has descrito un Berlín sombrío y frío. Una ciudad envuelta en pasado y rozando la modernidad. Se siente la sensación de desubicado en un lugar cargado de historia y no precisamente alegre.
Sí que te deja las ganas de saber más de todos los personajes. Por otro lado, tal vez hemos visto la otra cara de Alemania; la que no nos cuentan en la televisión ni en los periódicos.

Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.

Gaby* dijo...

Puedo conocer Berlín a través de lo que otros cuentan -en forma escrita, filmada, pintada, fotografiada y hasta musicalmente- formas muy subjetivas que se desplazan a través del tiempo. Todo cuanto absorbo, me permite hacerme una idea. Tal vez algún día llegue allí y tenga mis propias percepciones, pero la distancia me lo impide, así que me enriquezco con lo que escucho y veo. Hoy por lo pronto, me nutro de tu historia, entre calles frías y en búsqueda de una tibieza mucho más íntima.
Ha sido un gusto acompañarte en esta travesía literaria.
Besos!
Gaby*

josef dijo...

Hacía frío Jo, eso te lopuedo asegurar. Y esio que aquí donde vivo en las afueras de Madrid, también hace frío, pero sin ese viento gélido y polar. La próxima vez vuelvo en verano, entonces seguro que encontraré un Berlín más alegre.

josef dijo...

Hola Mos.
Como le decía a Jo realmente hacía un frío con ráfagas gélidas. En cuanto a si era sombrío, destaco una peculiaridad que contrasta con Madrid frontalmente. Berlín de noche está a media luz; si es así es porque los alemanes economizan energía electrica de una forma que aquí no se hace, y eso que estamos acogotados por la crisis y ellos también, pero no tanto. Esto me llamó la atención y me hizo darme cuenta de cómo asumen la responsabilidad.
En cuanto a la historia es bastante triste y no se puede olvidar fácilmente, como parecemos hacer por aquí, pese a que tenemos un triste currículo de casi cuarenta años de dictadura.
Por lo demás el Berlín de hoy es una ciudad moderna y libre, con unos museos magníficos y una población versada y volcada con la cultura.

Un fuerte abrazo.

josef dijo...

Estoy seguro de que algún día podrás visitarla. Y entonces podrás tener tus propias impresiones. hasta hace muy poco yo no creía que iría; surgió la oportunidad, la aproveché y valió la pena hacer el viaje.

Un abrazo.

Misterio Azul dijo...

Un beso :)

Jose dijo...

No te preocupes de las visitas,y más para uno que suele escribir nada serio más bien tonterías.

Argelia me encantó aún con sus restricciones,sí podía escribir algo de ese viaje por trabajo.

Igualmente un gran abrazo y que el año te sea de provecho

Nómada planetario dijo...

Sentirse solo en cualquier ciudad alemana debe ser cuando menos complicado. Menos mal que recorrí una parte de la geografía de aquel país bien acompañado. De todas las grandes ciudades Berlín fue la que más me gustó.
El relato, aunque extenso, está bien rematado.
Un abrazo.

josef dijo...

No lo sé. Nunca he estado solo del todo en Alemania. pero estoy seguro de solo puedes sentirte hasta en el lugar más poblado del planeta...

UN abrazo!

Martín dijo...

Cuando un relato hace que te olvides del mundo y lo sientas como real, es indicio de un muy buen relato...me gustó! Te felicito!

josef dijo...

Pues gracias Martín otra vez. Seguimos adelante...


Un abrazo.

Nurocas dijo...

Vaya, es extraño! Tu relato me ha encantado. Envuelve al punto que hacer sentir cierta angustia y necesidad de abrir la boca para respirar. Me ha dejado una sensación contradictoria porque mi visión de Berlín es diametralmente opuesta siendo, quizás, la ciudad más interesante y efervescente que conozco. Una ciudad en movimiento que, al contrario de lo que sucede en otras grandes capitales de su entorno, aun crea, todavía es posible inventar formas de expresar, vivir y convivir, un orden diferente a todo lo que Alemania o la vieja Europa entiende o ha entendido nunca. A mi me hizo sentir que se podía respirar profundo...tu relato debe que ser incluso mejor de lo que pensaba, aun siento que me falta el aire.

josef dijo...

Muchas gracias por pasarte Nurocas. No te agobies, que solo es un relatillo. En el que plasmo unas percepciones un tanto desaforadas de Berlín. Por lo demás comparto tu opinión: es un lugar único y muy especial.

Un fuerte abrazo.

H dijo...

Berlïn pesa, pesa su muro su sobriedad, pesa el recuerdo en la memoria marcado en cada chapa con nombres.....pero Berlin tambien es luz.......excelente texto, impecable presentación.

MTeresa dijo...

Un relato precio y precioso,
la magia de tus palabras que envuelve
y difumina la belleza para regalarla,
un saludo de año nuevo.

roberto dijo...

José, primero quiero agradecerte la deferencia de tu visita a mi sitio. Acá me tienes leyendo tu magnífica prosa, un relato que atrapa e invita a releerlo. Me tendras seguido por estos lares.
Un abrazo.

josef dijo...

Realmente Berlín pesa, pero no es tan triste como lo pinto.es que a veces me salen cosa un poco fúnebres.en verano es muy animado dicen! tendré que volver jajaja.

UN abrazo.

josef dijo...

Gracias MTeresa.

Un saludo de años nuevo igualmente.
Deseo que todo te vaya muy bien!
abrazos!

josef dijo...

Gracias Roberto, me alegra que hayas venido porque creo que ya nos hemos conectado alguna vez en el pasado. O a lo mejor me equivoco. de todas formas si ha sido así, por unas o por otras siempre retomamos el contacto.

Un fuerte abrazo!

marichuy dijo...

Gracias por este relato y por los recuerdos que con él vinieron. Hace algunos años estuve en Berlín y aún recuerdo mis largas caminatas por calles de nombres impronunciables, la belleza de los inmuebles del viejo Berlín Oriental, la panorámica desde la torre del Ángel de la Victoria, el sabor de los “tacos turcos" y de los higos deshidratados… turcos, la multiplicidad de rostros y razas que se mezclaban en el metro. En fin. Una gran ciudad y muchos recuerdos, incluido el frío viento que soplaba en las tardes de octubre.

Saludos y gracias por tu vista a mi blog

campoazul dijo...

Precioso paseo por Berlín, bien detallado y relatado.
Yo no estaría tan tranquila en ese bar, más que irme con alguien que habla mi idioma me largaría sin mirar atrás, será que tengo gravada la historia demasiado profunda en el recuerdo.

Besos.

josef dijo...

Vaya, subiste a la torre del Ángel de la Victoria, Yo no. Y ahora siento no haber estado ahí.De todos modos prácticamente hice lo mismo que tú. Recorrí largas caminatas por la zona de Berlín Oriental, que para mi gusto es la mejor conservada o la de mayor interés; y cómo no, me detuve en unos cuantos turcos. El cuanto a ese viento helado, parece que no se lo quita nadie a Berlín.
Gracias a ti por la visita.
Un abrazo.

josef dijo...

Gracias Campoazul. En verdad mereció la pena.
Respecto al bar, sí. Estuve en uno que se llamaba de Kommunist. Pero era francamente agradable y en ningún momento corrí un serio peligro de muerte, y te lo puedo asegurar jajaja. Más bien me sentí -cosa extraña- como si estuviera en un local de, Madrid de los años ochenta. Cuando todo eran sentimientos de felicidad y libertad, en apariencia, ilimitada. ¿Y qué nos trajo aquí la libertad? Chorizos y ladrones. Me temo que en este país no sabemos interpretar demasiado bien de qué va la cosa de ser libres. Desde mi punto de vista, y por lo que observo en estos viajes, consiste en saber ser responsables y sobre todo legales dentro del juego establecido. Claro que aquí nos falla un detalle importante, quizás el más importante: la enseñanza y la cultura. Creo que en eso vamos muy por detrás de ciertos paises europeos y tenemos mucho que aprender.
Un abrazo.

Juan Ignacio dijo...

Que me rescatara cualquier mujer como Olga de mis oscuros pensamientos y los diese un giro de 180º, así como a la realidad de ese momento, como ocurre en tu brillante relato, harían que el lugar, fuera cual fuera, resultara mágico e inolvidable.

Un abrazo.

josef dijo...

Fíjate, eso sí que es tener suerte ¿no? No, desde luego, conmigo no caerá la breba....

Bienvenido ami blog, Juan.

Un abrazo.

fus dijo...

Es un relato con un alto calado social, describes Berlin de una forma muy real.

un abrazo

fus

tecla dijo...

A mí los alemanes me dan mucho miedo. Sentirles hablar me pone los pelos de punta.
Esos edificios tan duros y tan fríos. Todo se ve gris, y por si fuera poco, el recuerdo del exterminio.
No me extraña que tu protagonista en oyendo sus voces se pusiera a temblar y a llorar.
Yo tiemblo de miedo ahora por la Merkel.
Adónde nos llevará.
Esa mujer me asusta. Y con la clase política que tenemos nos sentimos indefensos.
Es una entrada magistral, Josef.
Te felicito.

josef dijo...

Muchas gracias mi estimado fus. Aprecio tu comentario.

Un abrazo.

josef dijo...

Pues sí. La verdad es que es una nación que, por historia, ha demostrado ser belicosa, y aterradora. Por otra parte, en la actualidad, creo que están, al menos por lo que vi en Berlín, relativamente bien organizados y sobre todo en esa ciudad disponen de una libertad que ahora mismo no tenemos en Madrid (ciudad donde vivo) y donde todo son multas y felonías.
Ciertamente merkel y Alemania tienen ahora un amplio poder en la Comunidad Europea, donde países como España, Italia y Grecia, sufrimos el peso de unas imposiciones por un lado quizá, excesivas, pero por otro creo que nos las hemos ido buscando durante estos lustros de "bienestar" en los que nuestra clase política podría haber reaccionado y estar a la altura, y sin embargo no supo hacerlo.
Gracias por la visita.
Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Por suerte, del pasado lo único que no ha cambiado en esta ciudad es el clima que en invierno es duro. Tengo entendido que es una ciudad maravillosa (espero descubrirlo yo personalmente algún día) Pero refiriéndome a tu historia, creo que yo me habría asustado muchísimo, tal vez luego no pasara de una anécdota pero en ese momento y sin entender el idioma una puede pensar cualquier cosa por que siempre vamos a lo peor ¿o no?

Besos!

josef dijo...

Siempre vamos, como dices, hacia peor. Pero espero que esta situación se revierta alguna vez. Te recomiendo que viajes a Berlín, merece la pena. Creo que es un lugar histórico y diferente a muchos que he conocido. Desde luego su historia -más bien triste o nefasta lo marca- pero dentro de Europa, al igual que Londres, París, Roma, Lisboa, Madrid, Atenas, San Ptersburgo y Budapest, por citar algunos ejemplos, merece ser vista.

Gracias por la visita.
Un abrazo.

Óscar Sejas dijo...

Berlín es una de mis ciudades pendientes, espero que alguna vez mis pasos me lleven por allí. Con tu relato hemos podido viajar un poco por esas calles y ver como a pesar de su historia, trata de salir adelante y olvidar.

Salud.

Pamisola dijo...

Berlín, esa ciudad tan significativa en la historia reciente. Te adentraste en ella para contar una historia actual sin dejar de volver la cabeza al pasado, y recibir las buenas sensaciones que actualmente parece ofrecer, y que se percibe a través de tu interesante relato, tan bien contado.

Besos.

Mª Rosa dijo...

Antes de nada quiero decirte que me he quedado con ganas de más. Ha sido un verdadero placer leerte, un interesante relato y más aún porque está protagonizado por ti es algo que tú has vivido y eso lo hace más interesante. No conozco Berlín, sólo por cosas que he leído y por algún reportaje que haya visto por televisión, pero me he paseado a través de ti por sus calles y lo he disfrutado.

José, me gusta tu forma de escribir, se ve que tienes experiencia en estas artes. Volveré a leerte con más detenimiento, he visto que tienes cosas muy interesantes. Ahora comprendo el porqué se fijo Humberto en ti para que hicieras la presentación de su libro.
Un fuerte abrazo

josef dijo...

Y debes ir Oski. ahora te diré una cosa, Berlín gusta mucho, o nada. Por lo general, si lo visitas bien, suele calar. tiene algo muy personal...

Un abrazo.

josef dijo...

Gracias Pamisola. Procuré ofrecer una perspectiva quizá diferente, triste y alegre, en sus dos vertientes, que las tiene...

Un abrazo!

josef dijo...

Me alegra saber que lo has disfrutado.me hubiera gustado seguir pero ahí acabó mi viaje, más o menos.

Humberto tiene mucha sensibilidad y es un gran escritor y también buen orador, por lo que vi en la presentación.
Gracias por la visita.
Un fuerte abrazo!

pseudosocióloga dijo...

A mi berlín me da repelús.

josef dijo...

Como vengo diciendo, pseudosocióloga, Berlín gusta o no gusta. No hay término medio.

Gracias por la visita.

Un abrazo.

Evanir dijo...

Mais uma semana chega o fim
a última do mês de Janeiro
de 2014.
Hoje já acostumados com o novo ano
novos planos novos sonhos
vivemos numa esperança continua em
busca da felicidade .
Quanto a mim minha felicidade
é ter saúde e poder estar sempre contigo.
Nesse ano teremos a Copa Do Mundo,
que já faz a diferença nesse sofrido Pais.
Eu desejo que tudo de certo
que realmente o Brasil
desempenhe um bom papel.
Que seja campeão para acolher
e ter tudo para oferecer.
Para mim tudo que vale é a alegria
ser campeão só se pode sonhar.
Que Deus abençoe seu final de
semana beijos escondidos no seu coração.
Carinhosamente ,Evanir.

josef dijo...

Muito obrigado Evanir.
O prazer de sua visita e seus propósitos para este novo ano. Todos nós esperamos que seja até o final da felicidade desejada.
O Brasil é um grande país e vai realizar um mundo e alguns grandes jogos. de que tenho a certeza de como o sol ilumina-nos com um brilho quente e bonito.

Beijos e abraços, sempre.

Un Colibrí Viajero dijo...

sublime hogar de letras tiene usted caballero, un honor pasar a conocerlo, mis humildes felicitaciones y por aquí andaré revoloteando leyendo, cordial saludo.

alfonso dijo...


Pase lo que pase, hay cosas que al final se entienden, con una simple mirada.
Me has hecho recordar Berlín donde estuve tan poco que no me dio tiempo como para impregnarme... pero si para saber que tendría que volver.

· Saludos

· CR · & · LMA ·


josef dijo...

Gracias colibrí por pasarte por mi rincón.
Y si lo has disfrutado, más.
Un abrazo.

josef dijo...

No creas... Yo también me quedé con ganas de volver. Y lo haré pronto, seguramente. aprovechando que ahora tengo algún conocido por allí...

Un abrazo.

LA ZARZAMORA dijo...

Me encantó Berlín, me fascinó. Hacía un frio horrible, la nieve por encima de la rodilla, con chapka, un edredón por abrigo, pero fue un viaje inolvidable.
Regresé en primavera y nada qué ver.
Ahora bien me quedo con aquella primera vez, con aquel Berlín nevado, y a las cuatro de la tarde con una noche fría y los vodkas con los amigos.
Y sí es cierto lo que describes una ciudad llena de un peso incólume históricamente pero que hierve modernidad.

Besos, Josef.

Unknown dijo...

Felicidades por tu blog, me gusta lo que escribes, a mi en lo personal me encanta escribir sobre los viajes de aventura como ecoturismo, playas y sobre todo escalar montañas o senderismo.

Saludos

Hotel en Coatzacoalcos

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