El
traqueteo del tren al hollar las campiñas de Ucrania...
Circulaba
hacia un frente que pese a progresar cuarenta quilómetros diarios, jamás
encontraba fin en un territorio infinito, de tierras yermas y asoladas.
Ronquidos
y las entrecortadas y graves inspiraciones de mis compañeros de la División
Azul, rendidos por el cansancio de semanas de marcha.
Yo,
sin poder pegar ojo, ni desentrañar a ciencia cierta cuál era mi realidad y el
oscuro papel que me tocaba desempeñar, mientras permanecía allí, a la vez
prisionero y vigilante...
Aunque
en el fondo mi subconsciente lo establecía. No me había tocado en suerte; había
elegido. Iba a ejecutar un papel que antes jamás hubiera deseado, pero, ahora,
todo era diferente.
Mis
seres queridos yacían con un tiro en la espalda o en la nuca, en una fosa ni
siquiera común, sino un agujero olvidado de tierra ensangrentada y arcillosa
que nunca sería recordado con unas breves frases de afecto. Y además... ¿de
quién? ¿De mí...? No estaba en paz con Dios, apenas era capaz de orar y menos,
leer...
Estaba
prohibido amar a los vencidos, pero tenía un consuelo. Recordaba los días
felices junto a mis padres, y sobre todo, las caricias de Laura, su cuerpo
caliente y vital, sus palabras llenas de dulzura...
Cuando
mi mente los buscaba, muchas veces podía verlos a mi lado. Por supuesto, aquello
no era un consuelo, y seguir despierto cada día era un suplicio.
Tenía
miedo de hablar en sueños y desvelar mis recuerdos teñidos de sangre; seguía siendo un rojo, rojo entre azules mortuorios...
En
cuanto a mis compañeros ¿creían estar de excursión aunque su Caudillo los
enviara a la muerte? Claro, eran jóvenes. Yo, en cambio, era un viejo habitando
un cuerpo aún joven.
El
ferrocarril se detuvo en la estación de Chernihiv, pronto estaríamos en Kursk,
territorio ruso. Las tropas del eje seguían avanzando de forma imparable.
El
reloj de la estación señalaba las cuatro de la madrugada.
Cogí
la mochila, saqué los cartuchos y los oculté en mi parka. Luego salí a la
estación, el termómetro marcaba quince bajo cero.
Un
centinela alemán me detuvo.
Gesticulando
le di a entender que mi intención era desalojar. Sonrió y me cedió el paso.
Caminé
hacia la parte trasera del convoy, lo circundé y llegué hasta la máquina.
Con
precaución me desabroché la hebilla del pantalón, miré hacia ambos lados y me
aseguré; nadie me observaba. Efectué un movimiento veloz y me introduje debajo. Las
manos sin guantes me punzaban con un dolor que me mordía el corazón. Me disponía
a colocar la carga cuando oí el silbato de la máquina.
Sin
darme tiempo a reaccionar el tren se puso en marcha. Sus ruedas trituraron mis
piernas como si fueran de barro. Mi aullido de dolor se ahogó bajo el chirrido
del tren. Me mordí los labios y agaché la cabeza; dejándome a la vista como una
cucaracha aplastada sobre los raíles, el convoy se marchó.
Alcé
la cabeza. Cuatro nazis graznaban y me encañonaban con los ojos saliéndoseles
de las órbitas. Los miré y no fui capaz de evitarlo. Sus gestos ridículos me
hicieron desternillarme. De pronto las piernas dejaron de dolerme; no las sentía y
era lo mejor que podía ocurrirme. Por primera vez en meses no tuve miedo y
menos, estrés.
Divertido,
levanté las manos y gesticulé. Un jovencito apretó el gatillo de su MG 42.
Mientras
las balas acariciaban mi cuerpo como si fuera mantequilla, dejé escapar una
carcajada y me di cuenta: Vivir volvía a ser, de nuevo, un gran placer.
Me
levanté y comencé a caminar; mi cuerpo cruzó el andén y atravesó el muro.
A
mis espaldas la estación reventó hecha pedazos.
José
Fernández del Vallado. Josef. Mayo 2012.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
18 libros abiertos :
AAASU, final de película!! vaya peliculón!!
Lo mejor es que cumplió con su objetivo, impresionante, lo mejor de leer es que uno mismo produce su propia película en su mente como quiere...
Besos mentales.
Excelente relato Josef!acción, suspenso y un final redondo.
Gracias por tus visitas, siempre es un gusto leerte.
Cariños
Un relato inquietante. Bien escrito, con un final acertado.
le felicito, sinceramente.
Tensión y dramatismo. Un buen dúo el que nos presentas hoy. El final es completamente de cine.
Abrazos
Estupendo relato...
las guerras son crueles, devastadoras..
Me encantó leerlo y pude oír el grito de dolor bajo el estruendo de la máquina del tren...ains..,pobre hombre, liberado a costa de su propio asesinato...uf
Un beso de paz josef
Lo que más me gusta de este relato, aparte de ser muy visual, muy cinematográfico en la estructura de la narración, es esa evolución que el lector ni se imagina al principio. Dejar atrás, en plena consciencia del dolor físico, ese pesar, esa amargura, ese ser un viejo que habita en un cuerpo jóven y volver a ser. Que el dolor pueda transformarse en gozo, parece -mirado friamente- poco factible, pero la integridad moral y la dignidad del ser humano no conocen límites, y es ese "imposible", a mi entender, lo que cala en el lector, haciéndole, sentir y sentirse, coprotagonista de esta historia.
Enhorabuena, José.
Abrazotes
Vaya, me gustó esa ágil e inteligente mezcla de géneros...
Un abrazo.
Tocayo,me dejas impresionada cada vez que leo tus relatos..guauuuuuuuu.Son increíbles.
¡¡Bravo por tí!!
José, es un relato fascinante que engancha a los vagones de tu tren desde la primera estación.
El suspense va in crecendo hasta explotar delante de los nazis.
La trama que logras crear nos seduce y recorremos cada plano en espera del desenlace.
Felicitaciones.
Me ha encantado
Abrazos
Pues sí que es cinematográfico tu relato, sí. Yo no me esperaba ese quiebro final, la verdad. Historias como ésta había algunas/muchas en el seno de la División Azul. Eficaces, sacrificados y comprometidos saboteadores como tu héroe, creo que no tantos. Ni en la División Azul, ni en ningún sitio.
Un saludo.
Agradezco que te pases por mi casa.
Vaya! Relato sorprendente, con final de cine, me ha gustado, de verdad.
Un besito.
Excelente relato, concuerdo con muchos, me sentí viendo una película más que leyendo un texto.
Un gran abrazo.
HD
he tenido todo el rato un nudo en el estómago.
biquiños,
siempre he querido contar historias de guerra, pero nunca he logrado q me salgan ni la mitad de buenas como este relato tuyo. me motivas a seguir intentandolo.
un abrazo, moderato
José, al acabar de leer tu relato me queda una sensación extraña: me gusta tu historia pero hay algo que no me convence del todo. Por supuesto, es un choque que el narrador esté muerto cuando cuenta la historia, pero bueno, acepto la ficción, pero nada antes había indicado que lo fuera, alguna pista, no sé. En medio del relato se produce un giro inesperado para el lector, cuando confiesa que es rojo. Hasta ese punto a mi me hacía pensar que fuera nacional. Está bien, como lector he ido rellenando algo equivocado pero el escritor no lo ha dicho, solo el lector lo ha imaginado. Creo que lo que me descoloca mucho son dos cosas: Dice que se disponía a colocar la carga, no que la había colocado, ¿cómo explota luego?; la otra es que para mí que un tipo que acaba de perder las ods piernas dudo que pueda desternillarse, pero claro, es posible. En fin, José, que creo que es una buena historia pero le falta suspense, no sé, algo que enganche al lector. O que sé yo, no me hagas caso.
es triste...conmovedor...desgarrador..terrorifico...y sin embargo magico...
poder salir del cuerpo y que nuestra mente vuele libre fuera de él...
yo a veces lo hago... en situaciones menos dramaticas...pero lo hago de vez en cuando....
encantada de leerte...siempre te digo lo mismo...pero es lo que siento...
un abrazo
Querido Josef, cuánto dolor y comprensión. Cuánta consecuencia!
Me viví cada palabra.... por dios que eres bueno!! ;-)
te dejo un gran abrazo mi querido amigo!
Ali♫♪
Boa semana!
¸.•°`♥✿⊱╮
❤♡
BOM DOMINGO!!!
Beijinhos.
Brasil
°º °♫♫♪¸.•°`
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