miércoles, septiembre 02, 2009

Aguas arriba.




Ningún occidental sabía lo que había aguas arriba.

A partir de la tercera bifurcación el río se volvía angosto y oscuro, las ramas de los árboles llegaban a acariciar la superficie y la selva lo engullía casi en su totalidad.
Llevaba días rumiándolo. Estaba cansado del calor, de las aguas estancadas y de no encontrar más que sanguijuelas intercaladas entre pepitas de oro, tan diminutas, que apenas daban para comer y bajar al poblado a gozar de las jóvenes guaraníes. Estaban limpias. Pero necesitaba una nórdica rubia, de dientes blancos como la leche, educada en una universidad de prestigio y que pudiera enseñarme arte, literatura, y a follar como es debido.

Cargué lo indispensable en la canoa y partí rumbo a lo desconocido. No es que lo inexplorado me llamase la atención, pero precisaba romper mi demencial rutina selvática.

Había consultado con un jefe. Me recomendó remar sin descanso durante las dos primeras semanas. Sólo a la tercera las aguas se despejarían, me indicó; entonces habría de tener cuidado con los indígenas. Había tribus que no habían visto jamás a un hombre blanco.
La perspectiva de encontrarme con ellos no me asustó, sino al contrario. Tal vez supieran decirme donde encontrar lo necesario para poder abandonar la selva para siempre. Llevaba ciertas chucherías: Espejos y collares de cuentas de colores a las que no podrían resistirse.

Comencé a remar y todo cambió y se despejó. Me encontraba por fin abriéndome paso hacia rumbos diferentes.
Creí que resultaría más difícil, pero avancé a buen ritmo y un día el río se abrió formando un paraje insólito y una espléndida laguna. Y en una de sus riberas, al descubierto, una tribu aguardaba mi llegada sin, en apariencia, revelar inquietud.

Saberme protagonista de un encuentro entre civilizaciones me hizo sentir por primera vez emocionado. Pero lo que además me turbó, fue descubrir que aquellos indígenas no solo estaban cubiertos de oro, sino que convivían sin concederle importancia y lo utilizaban como principal utensilio.
Confiado, les enseñé los espejos y collares de cuentas de vidrio, los miraron con aspaviento pero sin interés. A continuación me mostraron sus “collares de cuentas;” estaban surtidos con variedades de gemas y piedras preciosas, y llenos de júbilo, me llevaron en volandas a su templo de oro. Su dios, labrado en oro macizo, mediría algo más de… ¡metro y medio!
Esa noche, excitado, no pude dormir.
De madrugada desperté con la idea enquistada en mi mente y a la siguiente noche, lo hice: Robé la escultura.
La até a una cuerda y me puse a tirar pero era tan pesada que, sudando, empleé tres horas en alcanzar la embarcación.
De madrugada pude embarcarla. Estaba en el centro de la laguna y oí los cuernos dando la alarma. Traté de remar con más ímpetu pero al aligerar, debido al peso de la efigie, la embarcación comenzó a hacer aguas y se hundió.

Sólo un occidental sabía lo que había aguas arriba y ése era yo.

Horas después estaba dentro de una artesa, de las de hacer pan, de la cual sólo sobresalía mi cabeza.
En frente de mí, a izquierda y derecha, habían colocado “mis espejos,” con lo cual podía ver perfectamente mi cráneo.
Al toque del cuerno un murmullo se extendió entre los hombres de la tribu. El jefe apareció sobre su palanquín de oro, descendió, se sentó a mis espaldas y a un segundo toque del cuerno, empleando una especie de hoz, levantó la tapa de mis sesos y...

...dejé de sentir codicia para siempre...

José Fernández del Vallado. Josef. 2009.





37 libros abiertos :

TORO SALVAJE dijo...

Si.
Se acabó la codicia.
Para siempre.

Quien juega con fuego se acaba quemando.

Saludos.

Cynthia dijo...

Pasé a dejarte un beso.
muakkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk

NDEH dijo...

Que bien escribes... amigo mio...

Disfruto leyendote...

Dame un abrazo...

RR dijo...

MODE!!!

Muy buen relato, pero me dejas muy fría , tremendamente fría....que final....me duele el final, hablas en primera persona....

Uff cielo, me temo que hay que hacer una merienda....si???

un beso muy cariñoso y de muchos ánimos...te llamo cuando las nenas vayan al cole si???

RR dijo...

AH!!! la música es genial...como tú

Andrea dijo...

Pues es un relato estremecedor, crudo pero con moraleja, la codicia es un sentimiento vil, suele llevarte por caminos peligrosos. Enhorabuena! me ha gustado mucho. Un abrazo.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

A veces es mejor no saber lo que hay más allá del horizonte...

Clarice Baricco dijo...

Y has recordado a los indigenas.


Abrazos.

Amig@mi@ dijo...

¿Para qué cambiar, buscar y arriesgar cuando todo va bien?
Hay veces que la avaricia no lleva a ningún lado bueno.
Un abrazo

Lara dijo...

Nunca la codícia lleva a ninguna parte aunque a veces parezca lo contrário.
Muuuuuacks!

Arwen dijo...

Lo mas seguro es que le hubieran dado oro para tener sus lujos cubiertos varias vidas pero claro le cego la avaricia y queria la estatua al precio que fuera...en fin querido amigo Josef me ha encantado y ya sabes que me encanta leerte, besitos con mucho cariño...

HARGOS dijo...

hola mi querido amigo, ultimamente te visito poco por la falta de tiempo, pero cuando vengo ,no sabes el buen sabor , que me queda ,un abrazo fuerte

Anónimo dijo...

la codicia es peligrosa!!
triste historia.......

gracias por compartir.
besosssss

Anónimo dijo...

Me gustan las atmósferas que consigues en los textos y, junto a lo exótico, dan lugar a relatos increíbles... Como historias de viajes fantásticos y a la vez llenas de lecciones de vida.
Buen texto, Jose.
Un abrazo grande.

LUX AETERNA dijo...

Vaya este sentido homenaje a los cientos de exploradores, expedicionarios y conquistadores que no pasaron a la historia por no haber vuelto.

Muy bueno como siempre

Abrazo

Julia Hernández dijo...

Un relato lleno de enseñanzas, en donde una de las debilidades más grandes entre los hombres los ha llevado a tomar decisiones catastróficas donde no se miden las las consecuencias de los actos. Excelente relato Josef. Un enorme abrazo.

ybris dijo...

Drástico modo de acabar con la codicia.
No tenemos remedio.

Un abrazo.

Beelzenef dijo...

Todos encontramos la horma de nuestro zapato en algún momento, más aún si tentamos a la suerte de ese modo.

Un abrazo, mi querido Josef

Azpeitia poeta y escritor dijo...

La historia de la codicia del hombre es interminable, no tiene fin....el oro ha sido y todavía sigue siendo el ansiado mito...enhorabuena por tu relato ejemplar...un abrazo de azpeitia

Naveganterojo dijo...

Querido amigo, hoy solo paso a saludarte, agradecerte tus palabras de animo y desearte lo mejor.
Muchas gracias por tu amistad

Soñadora dijo...

Dura forma de aprender....y sin posibilidad de retorno!
Besitos,

Jose Luis dijo...

Excelente relato, vaya forma de aprender la lección! Pero parece que la naturaleza humana siempre termina ganando al buen juicio.

Un abrazo

Jose Luis

maria varu dijo...

Hola nuevamente Josef... después de ese paréntesis de las vacaciones veo que hay novedades en tu bitácora, tu decoración creo que es muy acorde con su contenido...

Sobre el relato: cómo no se le ocurriría a un hombre tan osado la barbaridad de llevarse semejante armatoste, por mucha efigie de oro... y es que la codicia es mala compañera... buena forma de exponerla amigo.

besos

Violeta dijo...

despues de quedarme atrapada en tu relato no hubiera esperado un final tan sorprendente..se me hizo corto navegante..era un placer leerlo y sentirse en medio de la selva...genial relato navegante.

Pilar dijo...

Josef, después de un tiempo alejada, vuelvo a leerte y como siempre...es un placer hacerlo.
La codicia ... mala compañera de viaje.
Un beso,amigo Josef.
Pilar

Camille Stein dijo...

hay puertas, secretos... que nunca se deben cruzar... y el sacrilegio no admite clemencia

me ha encantado

un abrazo

Anónimo dijo...

Codicia, avaricia, orgullo (era el único), vanidad...No llevan a ninguna parte. El deseo de tener,cuando se disfraza con el de saber, nos lleva a hacer muchas tonterías.
Precioso relato, José.
Un abrazo

mia dijo...

Precioso relato,como

todo lo tuyo.Paso

a dejarte besos

de gratitud y sigo

malherida,no todos

los días cierra mi herida...

Tq

Celia Álvarez Fresno dijo...

Moderato.
Siempre un placer leerte y un asombro el final de tus narraciones.
¿Ese café?
Un abrazo

la inkilin@ dijo...

Como siempre

insuperable

Un café???

panterablanca dijo...

La sociedad occidental está enferma de codicia. Puede que algún día, a todos nos levanten la tapa de los sesos, metafóricamente. Buen relato.
Besos felinos.

MAYTE dijo...

Un buen relato, con un triste final.

Besos.

Carolina dijo...

Querido Josef, ¡te tengo olvidado! pero por aqui ando de nuevo, y espero te encuentres bien.

Me gustó el relato. Me extremecio. La avaricia destruye, y se pueden perder momentos maravillosos por la simple razón de codiciar más y más.

Extraordinario como todo lo que escribes.

Feliz día
un beso

Mixha Zizek dijo...

Muy uena historia como todas las tuyas Moderato, manejas siempre la trama de la historia excelente, me gustan tus finales, besos

MentesSueltas dijo...

Duele el relato, pero ayuda reflexionar... me gusto leerte.

te abrazo
MentesSueltas

Dolores Garibay dijo...

Hola JoseF,

Lo único que puedo decir es... estúpida civilización occidental.

Excelente relato :)

Besos chilangos

Adolfo Fernandez Penayo dijo...

Hola, me ha gustado mucho tu blog...
tanto q lo voy lo voy a incluir en mi listado de www.losmejoresblogger.com
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