Trato de razonar lo que sentí aquella madrugada a las tres y media, cuando desperté dentro de mi habitación en aquella ciudad del desierto.
Me observo a mí con perplejidad y desconcierto, mirando con pasmo el bamboleo de las paredes del apartamento. Todo parecía ondularse a un ritmo acompasado y febril: La cama, el suelo, los muebles. ¿Acaso estaba en un buque? Y el ruido; similar a un gorgoteo subterráneo. Absolutamente todo moviéndose con frenesí en el umbral del descalabro; y yo, con ambas manos crispadas sobre las sábanas, los ojos incrédulos y los pies titubeando.
La cuestión es que no sentí miedo, en realidad no me dio tiempo siquiera a experimentarlo. Luego supe que si el seísmo hubiera sido según la escala Richter, unas décimas más enérgico, quizás hubiera fallecido con una expresión de estupefacción grabada en mi semblante.
Sin embargo la oscilación se detuvo. Me asomé a la puerta y escuché. No se oían gritos de pánico ni ruidos anormales, todo parecía seguir una pauta preconcebida de antemano. Era un silencio de miedo y muerte. El silencio que crea la oscuridad para llevarse a los débiles y a los peor preparados. Así sucede en esos lugares del mundo donde la pobreza es sinónimo de muerte; sin atenciones ni ayudas.
Tuve un mal presentimiento. No sabía cómo había llegado a instalarme en aquella ciudad del desierto, aunque tampoco anhelaba quedarme en aquel hotel por más tiempo y más tras observar las grietas que el temblor había causado en sus muros y tabiques.
Salí apresurado, en bañador y chanclas, un polo y la mochila a cuestas. En recepción, por sorpresa o de forma premeditada, no había nadie. Escapé hacia afuera y nada más surgir del inmueble los vi. Todos, o casi todos estaban ya fuera. Situados a razonable distancia proferían gritos de pánico y lloraban presas del miedo y la histeria. Algunos, entre los que se encontraba el recepcionista, me felicitaron, ya que realmente acababa de nacer, me comunicaron con aire solemne, pues el edificio estaba en muy mal estado.
Hacía un frío impresionante por la noche en aquel desierto – ciudad; supongo que lo mismo sucede en los demás lugares. ¿Alguna idea sobre a donde ir? Estaba vivo luego, excepto seguir adelante con aquel viaje disparatado, no se me ocurrió nada mejor...
Durante unos instantes pensé en presentarme en casa de mi amiga, antes novia y muy querida, aunque por aquellos tiempos se había transformado en una mujer ocupada en sacar adelante a sus hijos. Deseché la idea cuando supe que estaban a salvo; pues me llegó un mensaje de su sobrino interesándose por mí. Además, estaban acostumbrados a esa clase de vida. Si es que es posible acostumbrarse a vivir aguardando con miedo e impotencia el golpe traidor de un próximo temblor.
En cambio yo, debía seguir adelante. Había otros lugares, me esperaban, y no había tiempo que perder. Más tarde volvería sobre mis pasos y me reuniría con mi amiga.
Tuve suerte en la estación de autobuses. Algunos salían de madrugada con destino a la capital. De modo que me embarqué y antes de ser consciente de mi estrella, una joven y preciosa peruana se acomodaba a mi lado.
— ¿A dónde vas? Me preguntó.
— A Lima, le dije molesto y sin ningún deseo de hablar.
— Ah. Yo a San Vicente de Cañete. Lo conoces.
— No.
— Ya... Lo suponía. ¿Extranjero verdad?
— Sí...
— ¿De dónde?
— ¿Acaso eso tiene importancia a estas alturas?
— No, no por supuesto. ¿No te habrás irritado? Me preguntó mirándome con preocupación.
— Oh, no, para nada. Es que lo del terremoto no solo me preocupa, también me ha desconcertado del todo. Es algo... tan extraño…
— Sí, son ondas sísmicas. Es como un oleaje terrestre. ¿Lo has percibido?
— Sí, así ha sido...
— Verás... El lugar al que voy es una pequeña población que se encuentra muy cerca de Lima .Necesito saber si todos se encuentran a salvo.
— Te comprendo, le dije. Yo en tu lugar haría lo mismo.
Y giré la cabeza con desconsuelo.
Nos dispusimos a dormir. Apenas había entrado en un leve sopor cuando sentí sus brazos rodearme. Abrí los ojos, me miraba fijamente. Me dijo.
— ¿Cansado de estar solo?
Asentí. Y la oí decir.
— Yo también.
Cerré los ojos y percibí sus labios presionar sobre los míos, su lengua al acariciar mi paladar y fundirse con la mía; comenzamos a besarnos. Mantuve los ojos cerrados, no deseaba abrirlos y estropear llenando de realidad aquel momento de ilusión casi irreal...
El viaje duraba unas seis horas, permanecimos tres reconociéndonos; luego nos dormimos. Después el autobús se detuvo. Oí gritar de forma repetida: ¡Cañete, Cañete, Cañete! Ella cogió su equipaje de mano y me dijo.
— Me llamo Chaska. En quechua significa: “La de cabellos largos y crespos.” Si quieres volver a verme, búscame en Cañete, suelo estar por aquí...
Besos... Le dije adormilado y con tristeza.
Me dio un beso y se marchó.
Cuando llegué a la estación de autobuses me senté con cansancio y de forma abstraída me fijé en una de sus paredes. Un cartel publicitario anunciaba: ¡Iquitos, la ciudad de la selva! Visite sus maravillas.
Lo cierto es que nunca se me había ocurrido que en el Perú hubiera selva. Cuando uno oye hablar del país en cuestión lo primero en lo que piensa es en Lima, el Altiplano andino, el Machu Pichu, y poco más. A continuación me enteré que Iquitos es la población más grande asediada de selva e inaccesible por tierra que existe en el mundo. En la ciudad viven unos ochocientos mil habitantes.
Tomé un taxi al aeropuerto. Y tres horas más tarde estaba acomodado en la butaca 17D junto a la ventanilla, con destino a Iquitos….
Continúa.
José Fernández del Vallado. Josef. 27 noviembre 2010.
A MIS LECTORES: Una de mis escritoras favoritas: Lauren Groof, dice: "Al fin y al cabo la ficción consiste en contar la verdad pero mediante mentiras."
Yo en cambio más bien lo veo así: La ficción consiste en contar la verdad y adornarla con un toque fantástico, pero nnunca una verdadera mentira. Puesto que muchas veces la realidad supera a la ficción.
Así pues este relato es en parte realidad y en parte ficción, pero nunca una mentira ni una absurda irrealidad. En sí se trata de nuestra existencia; sus reveses y fortunas... Así es la vida ¿no lo creeís?
Un abrazo.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Me observo a mí con perplejidad y desconcierto, mirando con pasmo el bamboleo de las paredes del apartamento. Todo parecía ondularse a un ritmo acompasado y febril: La cama, el suelo, los muebles. ¿Acaso estaba en un buque? Y el ruido; similar a un gorgoteo subterráneo. Absolutamente todo moviéndose con frenesí en el umbral del descalabro; y yo, con ambas manos crispadas sobre las sábanas, los ojos incrédulos y los pies titubeando.
La cuestión es que no sentí miedo, en realidad no me dio tiempo siquiera a experimentarlo. Luego supe que si el seísmo hubiera sido según la escala Richter, unas décimas más enérgico, quizás hubiera fallecido con una expresión de estupefacción grabada en mi semblante.
Sin embargo la oscilación se detuvo. Me asomé a la puerta y escuché. No se oían gritos de pánico ni ruidos anormales, todo parecía seguir una pauta preconcebida de antemano. Era un silencio de miedo y muerte. El silencio que crea la oscuridad para llevarse a los débiles y a los peor preparados. Así sucede en esos lugares del mundo donde la pobreza es sinónimo de muerte; sin atenciones ni ayudas.
Tuve un mal presentimiento. No sabía cómo había llegado a instalarme en aquella ciudad del desierto, aunque tampoco anhelaba quedarme en aquel hotel por más tiempo y más tras observar las grietas que el temblor había causado en sus muros y tabiques.
Salí apresurado, en bañador y chanclas, un polo y la mochila a cuestas. En recepción, por sorpresa o de forma premeditada, no había nadie. Escapé hacia afuera y nada más surgir del inmueble los vi. Todos, o casi todos estaban ya fuera. Situados a razonable distancia proferían gritos de pánico y lloraban presas del miedo y la histeria. Algunos, entre los que se encontraba el recepcionista, me felicitaron, ya que realmente acababa de nacer, me comunicaron con aire solemne, pues el edificio estaba en muy mal estado.
Hacía un frío impresionante por la noche en aquel desierto – ciudad; supongo que lo mismo sucede en los demás lugares. ¿Alguna idea sobre a donde ir? Estaba vivo luego, excepto seguir adelante con aquel viaje disparatado, no se me ocurrió nada mejor...
Durante unos instantes pensé en presentarme en casa de mi amiga, antes novia y muy querida, aunque por aquellos tiempos se había transformado en una mujer ocupada en sacar adelante a sus hijos. Deseché la idea cuando supe que estaban a salvo; pues me llegó un mensaje de su sobrino interesándose por mí. Además, estaban acostumbrados a esa clase de vida. Si es que es posible acostumbrarse a vivir aguardando con miedo e impotencia el golpe traidor de un próximo temblor.
En cambio yo, debía seguir adelante. Había otros lugares, me esperaban, y no había tiempo que perder. Más tarde volvería sobre mis pasos y me reuniría con mi amiga.
Tuve suerte en la estación de autobuses. Algunos salían de madrugada con destino a la capital. De modo que me embarqué y antes de ser consciente de mi estrella, una joven y preciosa peruana se acomodaba a mi lado.
— ¿A dónde vas? Me preguntó.
— A Lima, le dije molesto y sin ningún deseo de hablar.
— Ah. Yo a San Vicente de Cañete. Lo conoces.
— No.
— Ya... Lo suponía. ¿Extranjero verdad?
— Sí...
— ¿De dónde?
— ¿Acaso eso tiene importancia a estas alturas?
— No, no por supuesto. ¿No te habrás irritado? Me preguntó mirándome con preocupación.
— Oh, no, para nada. Es que lo del terremoto no solo me preocupa, también me ha desconcertado del todo. Es algo... tan extraño…
— Sí, son ondas sísmicas. Es como un oleaje terrestre. ¿Lo has percibido?
— Sí, así ha sido...
— Verás... El lugar al que voy es una pequeña población que se encuentra muy cerca de Lima .Necesito saber si todos se encuentran a salvo.
— Te comprendo, le dije. Yo en tu lugar haría lo mismo.
Y giré la cabeza con desconsuelo.
Nos dispusimos a dormir. Apenas había entrado en un leve sopor cuando sentí sus brazos rodearme. Abrí los ojos, me miraba fijamente. Me dijo.
— ¿Cansado de estar solo?
Asentí. Y la oí decir.
— Yo también.
Cerré los ojos y percibí sus labios presionar sobre los míos, su lengua al acariciar mi paladar y fundirse con la mía; comenzamos a besarnos. Mantuve los ojos cerrados, no deseaba abrirlos y estropear llenando de realidad aquel momento de ilusión casi irreal...
El viaje duraba unas seis horas, permanecimos tres reconociéndonos; luego nos dormimos. Después el autobús se detuvo. Oí gritar de forma repetida: ¡Cañete, Cañete, Cañete! Ella cogió su equipaje de mano y me dijo.
— Me llamo Chaska. En quechua significa: “La de cabellos largos y crespos.” Si quieres volver a verme, búscame en Cañete, suelo estar por aquí...
Besos... Le dije adormilado y con tristeza.
Me dio un beso y se marchó.
Cuando llegué a la estación de autobuses me senté con cansancio y de forma abstraída me fijé en una de sus paredes. Un cartel publicitario anunciaba: ¡Iquitos, la ciudad de la selva! Visite sus maravillas.
Lo cierto es que nunca se me había ocurrido que en el Perú hubiera selva. Cuando uno oye hablar del país en cuestión lo primero en lo que piensa es en Lima, el Altiplano andino, el Machu Pichu, y poco más. A continuación me enteré que Iquitos es la población más grande asediada de selva e inaccesible por tierra que existe en el mundo. En la ciudad viven unos ochocientos mil habitantes.
Tomé un taxi al aeropuerto. Y tres horas más tarde estaba acomodado en la butaca 17D junto a la ventanilla, con destino a Iquitos….
Continúa.
José Fernández del Vallado. Josef. 27 noviembre 2010.
A MIS LECTORES: Una de mis escritoras favoritas: Lauren Groof, dice: "Al fin y al cabo la ficción consiste en contar la verdad pero mediante mentiras."
Yo en cambio más bien lo veo así: La ficción consiste en contar la verdad y adornarla con un toque fantástico, pero nnunca una verdadera mentira. Puesto que muchas veces la realidad supera a la ficción.
Así pues este relato es en parte realidad y en parte ficción, pero nunca una mentira ni una absurda irrealidad. En sí se trata de nuestra existencia; sus reveses y fortunas... Así es la vida ¿no lo creeís?
Un abrazo.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
32 libros abiertos :
Gran relato y aún mejor en esos instantes acordarte de los que mueren en el silencio y el olvido de la humanidad.
Y que mejor que para levantar ese animo por unos momentos perdido, que tener una agradable aventura ,bien combinado el dolor y el placer de la mano marchan los dos.
Un saludo
Un gran relato, Josef, como siempre. Un gustazo leerte.
Un beso fuerte
Por un momento creí que era cierto... y me has recordado a una amiga que estuvo en Chiapas y vivió un terremoto... muy parecido a lo que dices...
Besicos
Como siempre excepcional ;)
Muuuuuuuacksss!!!
Entre estas verdades fantasiosas, superando la ficción te cuento que viví la experiencia de estar durante un temblor muy, muy fuerte en Colombia. Nada divertido, sobretodo estando sola y a altas horas de la noche, quebrándose estrepitosamente todos los cristales de la casa.
quienes experimentamos situaciones así de complejas, sin duda la realidad es aún más apremiante que la ficción
felicitaciones josef querido ,por acercarnos a esas realidades que nos remecen y darles un toque menos amargo y menos triste
besitos de luz
ahh gracia spor pasar calladito por mi rincón
feliz domingo!!
... con detalles e intensidad que hacen que lo vivamos al leerte.
Excelente relato. Besos
Yo solo experimenté un sismo, que a los 10 años, lo vi como una experiencia maravillosa y desconcertante a pesar del miedo.
Vivía en un octavo piso de un edificio de 10 y juro que ese día a las ocho de la mañana, mi cama golpeaba la pared, los gritos de mi madre y mis hermanos diciéndome que me vista y bajemos urgentemente que el edificio se caía,los vecinos agolpados y llorando y desesperados en pijamas y camisones, algunos en calzones, gritando que nadie use los ascensores, cuando llegamos abajo, nos miramos abrazados y muertos de frío, algunos chicos se reían, signo del nerviosismo, otros adolescente miraban con agrado la desnudez de las chicas lindas, hayamos algunos descubrimientos increíbles, como que el del quinto usaba peluquín y con el apuro al fin decubrimos su calvicie, etc, todo pasó rápido y gracias a dios, no hubo salvo algunas rajaduras inconvenientes de estructura. Luego nos enteramos que en una provincia cercana había ocurrido el terremoto y nosotros sentimos las repercusiones del mismo. Por suerte es solo una anégdota y con la mirada de una niña que recordaré siempre :)
besote!
=) HUMO
La ficción es una mentira, pero no una falsedad: explica mejor la vida que los periódicos.
Muy buen relato, la verdad que yo pensé que era real, (lo del terremoto), no es que la aventura me pareciera irreal al contrario me pareció oportuna para relajar los nervios después del temblor....Ya ves.
Besitos.
Yo veo dos terremotos en este relato :)
Abrazos
Me tienes en ascuas.
Iquitos me recuerda aquella película de El Dorado.
Espero que sigas.
Un abrazo, gracias por tus visitas
Ya te dije alguna vez que me haces dudar. Hay ocasiones en las que tus relatos me parecen tan reales que "me los creo".
;)
+Un abrazo
Vaya por esas extraordinarias coincidencias de la vida. Alguna vez anduve por Iquitos (creo que ya te lo comenté en una entrada anterior ) y navegué por el Madre de Dios hacia el interior de la selva. Y lo del temblor (no un terremoto) lo viví cruzando la frontera argentina-chilena (Las Cuevas) y una vez en Cochabamba, Bolivia. Y me salvé por 48 horas del último terremoto/maremoto en Chile en Febrero pasado. Coincido: la magia del relato se basa en la realidad. Abrazos.
Olá, amigo!
Voltei para ler suas histórias.
Estive tão envolvida com o texto que queria que a continuação já estivesse postada.
Boa semana!
Beijinhos.
Dila
Brasil
Reveses y fortunas, gran forma de describir la vida. Aunque en ocasiones domine más uno más que otro
Hola José buen relato lo del terremoto lo crei sierto pero me dije por que tanto susto si no te paso nada jajaja yo estoy acostumbrada alos terremotos me ppongo muy nerviosa mientras reuno a mi familia cuando los veo a todos bien no me importa si todo se cae, bueno me parecio muy bueno el relato un poco fantacioso lo de la muchacha pero bueno todo puede suseder, gracias por pasarte por mi mundo virtual.
Un gran abrazo fue un plaser leerte,que tengas una buena semana.
Querido amigo, cuando leí terremoto me asusté... yo aún tengo en mi piel aquéllo....
Tus relatos son buenísimos, amenos, con un dialógo ágil...tan veraces...que me encantan... estaré espectante d elo que viene...
ah Iquitos!! ;-)
un abrazo,
Ali
Que buen relato, al principio me impresionó lo del terremoto, será porque recorde el 27 de febrero, pero mas aun el encuentro en aquel bus, lo encontré genial, podría decir soñado.
Un abrazo
Gaspar
Ah, mi querido amigo, tus relatos siempre son maravillosos y no deja de sorprenderme la facilidad, elegancia y creatividad que tienes para entrelazar con hechos fabulosos en una forma exquisita. Detenerse a analizar si es o no realidad, es alejarse de lo fascinante de tus letras...las que nos compartes amablemente y que espero seguir teniendo el placer de disfrutar.
No tardes mucho...esperaré ansiosa.
¡La nota que pusiste me encantó!
Un abrazo grande lleno de libertad del que escribe.
Josef,buenísimo relato.Después de Fiestas podemos vernos.
Estamos en contacto.
Mil besos.
En Iquitos pasarán cosas asombrosas.
Estoy convencido.
Saludos.
Emocionante y muy descriptivo... me pude transportar a esos lugares.
Saludos.
Me ha gustado mucho tu relato, en un pais que significa mucho para mi.
Me ha dado muchas tristezas, pues por momentos, me separaba de mi hija, pero por fin me la devolvió con un yerno peruano y ahora tengo un maravilloso nieto, al que llamo mi medio peruanito.
Un abrazo y gracias por pasar por mi blog.
Me ha gustado mucho tu relato, en un pais que significa mucho para mi.
Me ha dado muchas tristezas, pues por momentos, me separaba de mi hija, pero por fin me la devolvió con un yerno peruano y ahora tengo un maravilloso nieto, al que llamo mi medio peruanito.
Un abrazo y gracias por pasar por mi blog.
Excelente relato... te sigo.
Besos.
Sea realidad, ficción, mezcla de ambas, verdad o mentira, me ha encantado el relato. Y me lo he creído a pies juntillas, pues así me gustaría que hubiera sucedido. Dos extraños, un autobús, y todo el resto de tu vida por delante. Biquiños,
Yo también me pregunto si es posible acostumbrarse. Un terremoto remece mucho más que la tierra. Uno tarda en reconstruirse casi tanto como las ciudades que destruyó el temblor. O quizás más.
Sí, así es la vida. No podemos saber dónde empieza y dónde termina lo irreal. Y la verdad es a veces más fantástica que cualquier ficción.
Sigo leyendo
Besos
Que maravilla poder viajar de la mano de alguien de este modo...sin moverte.
un abrazo sin terremoto
Osado y aventurero a tope, lo que te ayuda a escribir unos relatos tan intensos. Estoy viajando contigo por esas maravillosas tierras y sigo enganchada a tus escritos.
Besitos
Tocayo,en realidad era un simple poema,pero veo que puede tener varios significados.
Mil besos.
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