martes, agosto 10, 2010

Tres microrrelatos de josef y una frase de Pessoa.


Cataclismo Remediable.

Una mañana de verano una lluvia amarilla teñía de tierra el horizonte y dejó enterrada la ciudad en un desierto de dunas. Caminando desde el ático llegué hasta la cúpula de San Francisco el Grande, clavé la sombrilla, abrí la silla abatible, encendí la radio y escuchando Rain Fall Down de los Rolling esperé a que llegaran las olas.

Odisea en el espacio.

Tras dos años de vuelo, me dispuse a ser el primer hombre sobre Marte. La nave realizó un par de giros sobre el horizonte del planeta, perdió estabilidad y se estrelló contra el suelo.
Sobre todo lo sentí por mí “bocadillo fuagrás;” se me escapó de las manos...

El Espejito.

Algún día se enterarían de quién era el que movía el espejito y hacía chispear el collar de perlas de la señorita Rosa al tiempo que sus uñas largas y rojas trazaban en la pizarra los problemas de matemáticas. En cambio, jamás se descubriría que en él quedaban reflejadas las soluciones, aunque multiplicadas por dos y divididas por cuatro. El espejito no dejó de ser mágico hasta el día en que, atraído por la tentación, se lo cambié a “Bizcocho” por su canica de fulgores verde azulados; la magia saltó a la canica.

La frase:

Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar que amarte. ¿Qué quieres que te diga además de que te amo, si lo que quiero decirte es que te amo? Fernando Pessoa. Poeta portugués.


José Fernández del Vallado. josef, agosto 2010.








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viernes, agosto 06, 2010

En los inicios… hallarás los finales


A la mañana siguiente despierto con nuevas sensaciones. La primera, ya no me siento asesino. La segunda, comienzo a salir de mi bache. Una depresión que a fin de cuentas me ha pasado la triste factura de dos crímenes que en el fondo se han hecho necesarios. ¿Cómo evitarlo, cuando en realidad estaba ofendido y resentido contra la sociedad? De pronto mi mente se empieza a sentir bien de nuevo. A miles de kilómetros de distancia de una realidad que me abrasa.
El viaje ha comenzado. Escapar de los muros que Madrid forjaba en torno a mí no ha resultado tan complejo. Estoy solo y a la vez acompañado por un sentimiento de complacencia divino. Me doy cuenta de nuevo y vuelvo a ser enormemente feliz. A fin de cuentas, he logrado salir de mi agujero, sobrevivir al pozo que estaba consumiendo mis ilusiones hasta reducirlas en una masa inconsistente de gelatina inmaterial.

Traté de no perder contacto con mi pasado, con épocas remotas en las que la gloria se podía forjar en un día lúcido de color inusitado. Traté de no perder el color joven de la vida. En realidad mi revolución interna puede resumirse como la pugna por renovarme, sin dejar de perder contacto con mi realidad; la realidad de mi pasado y de mi ser. Ya no puedo detenerme, seguiré caminando. El viaje sólo ha hecho que proseguir en una nueva dirección... Seguiré buscando el relato. Mi relato.

José Fernández del Vallado. Josef. Agosto 2010.
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jueves, agosto 05, 2010

En el aeropuerto. Noche cálida, de pleno verano.


Sigo acercándome. Los pasos quebrados, casi rotos por el paso de un tiempo que parece inexistente.
¿Estoy ya en el aeropuerto? ¿Estoy ya en mi relato?
Al otro lado de las inmensas cristaleras, las aeronaves que cubren vuelos transatlánticos, no cesan de despegar unas tras otras sincronizadas por un radio compás.
No olvido que ayer dejé atrás un cadáver dentro de un relato que tampoco era el mío. Y sé que me costará volver a ubicarme, volver a ser quien una vez fui; el hombre de los relatos. Aquel que inventaba palabras y les daba un sello propio hasta hacerlas identidad.

Detrás de mí hay una chica, no. Todavía no es una mujer. Es joven, como una vez lo fui yo, y parece agradable. No debiera andar sola por estos andurriales. Pero parece que el fashion y la parafernalia del aeropuerto le van. Decido sentarme a su lado, y sin titubear le pregunto a donde se dirige, si es que piensa ir a algún lugar.

Me mira a los ojos. No parece disgustada. Está satisfecha. Descubro que lo que va a hacer la entusiasma.
— Es tu primera vez, le pregunto.
Se revuelve nerviosa, pero no por mí, sino más bien la pregunta. Inclina los ojos, y dice.
— Sí.
— Vas a volar. Hummm… ¿Te llamas?
— Daniela.
— Eso es Daniela. Bonito nombre.
— ¿Y que tal de sensaciones?
— Espléndido.
— ¿Primera vez?
— Sí.
— Algún tranquilizante, ¿ansiolíticos?
— No...
— Vamos, di la verdad. Suéltalo. No te ocurrirá nada.
— Bueno, un par de orfidales.
— Así me gusta, chica buena. Irás relajadita. Te invito a un whisky.
— No gracias, no debería...
— Bah! ¿A qué hora sale tu avión?
— Sobre las doce.
— ¿Las doce? Y llevas aquí desde…
— Las siete.
Le sirven el whisky.
— ¡Cinco horas! ¿Has llegado con cinco horas de antelación?
— Sí... verás... No se lo digas a nadie. Me escapo.
— ¿Te escapas? ¡Ah! Chica mala.
— En realidad me voy al país de mi novio. Mi novio está…
— Y donde está tu novio. Ése noviete tan majo. A ver díselo a tu papá…
— Oiga...
— Qué.
— Es usted un sucio bocazas y un grosero, ¿verdad?
— Yo.
— Sí, usted.
— No. Perdona chica. Hemm... Yo, en realidad solo trato de hacerte la vida mejor.
— Ah sí, pues no sé como lo va a conseguir.
— Mira.
Saco un fajo de billetes de mi billetera, se lo enseño. Y añado.
— Con esto.
Ella permanece un rato pensativa. Luego pregunta.
— ¿Cuánto hay ahí?
— Lo justo.
— Lo justo para qué.
— Para que tus sueños se hagan realidad y te cases con ese mocoso.
— ¿Mocoso? Pues para que lo sepa, no es un mocoso. Es un muchacho inteligente y no un bocazas como usted y…
— De acuerdo, de acuerdo, lo sé. Soy un bocazas. Hagámoslo ya.
— El qué.
— El sexo y luego te doy los billetes.
— Oiga
— Qué.
— ¿Para eso viene usted al aeropuerto? A echarse un polvo con la primera que se encuentra.
Por primera vez la miro con consternación y algo de vergüenza. Y trato de arreglarlo. Si es que hay algo que arreglar.
— Bueno verás. La cuestión es que yo también tengo un viaje a las puertas, pero no es hoy.
— Hoy no.
— No. Resulta que no. Y ella tampoco está.
— No está. Ya... Así que mientras ella no está usted se lo hace con la primera...
— Fulana que me encuentro. ¡Exacto!
Irritada se levanta de la silla.
— Se está pasando de la raya. ¡Me voy!
La agarro de una mano y le pregunto.
— ¿Y qué del dinero?

Cuando salgo de los WC de señoras me siento más relajado, ha sido un buen polvo. Claro que lo siento por ella, no pude olvidar utilizar el truquillo de los volantes del sujetador. Sin duda me puse frenético y se me fue la mano. Pero no, no la maté, no soy un asesino. Y además, este tampoco es mi relato. No sé qué diablos me sucede, ¡no acabo de encontrarlo!
Antes de salir rezo un padrenuestro y un par de avemarías. Las puertas del aeropuerto se cierran a mis espaldas, hace una noche cálida, de pleno verano. Llamo a un taxi.

José Fernández del Vallado. Josef. Agosto 2010.
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martes, agosto 03, 2010

Pasiones de verano, pasiones sin freno.


Estoy en el piso veintitrés de una torre de Madrid, (prefiero no decir cual) ella yace a mi lado. Tuve que hacerlo después de ¿hacer el amor?
Ella así lo llamaba, para mí no fue “novia” sino una farsa con el engranaje de un gran contubernio. Todo con tal de sacarme unos euros sin demostrar el más mínimo arranque de energía. Y todavía tuvo la desfachatez de fumarse un cigarro. – ¿No sabe que la ley prohibirá fumar en cualquier establecimiento? – Cuando cualquier persona en su sano juicio sabe que el amor es pasión, es desenfreno, es locura llevada al límite. Y yo necesito tener todo aquello que la sociedad tergiversada por la ignominia y la paranoia, no me conceden. Por ello salgo a las calles de una ciudad arrasada y con la necesidad de un buitre iracundo, busco carnaza. Soy carroñero de verano. Mientras todos están en la playa dando rienda suelta a sus pasiones yo la saco a relucir en tanto tiro del volante del sujetador que aprisiona su garganta y al final, ¡ni tan siquiera eyaculo!

Primero me agacho en el suelo y la toco; luego ya, me revuelco nervioso. No la he matado. No, no soy ningún asesino, pero... me muerdo la lengua y sólo el dolor me produce placer.

Me siento en la mesa saco el bolígrafo y escribo. Las palabras fluyen de una esquina a otra de la cuartilla sin decidirse a componer, obedecer, y conformar el relato que desearía escribir. No es este, ella ni siquiera me gusta. No, este no es mi relato. Pero las palabras... ¡están desbocadas! Tal vez algo abatidas por la mente que trata de manejarlas. Claro, ellas también sienten calor. El calor de un verano que funde cerebros, dilata pasiones, y pasará dejando una huella silenciosa de sudor y desenfoque en mis ojos agotados tras otro esfuerzo baldío...
Aflojo el lazo de su cuello. ¿Estará viva? Espero que si. Rezo un padre nuestro, dos avemarías y salgo de la habitación sin hacer ruido. ¡No vaya a despertarse!


José Fernández del Vallado. Josef Agosto 2010.
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domingo, agosto 01, 2010

Cruce de Caminos.


Hoy he tocado la noche con la luz de las yemas de mis dedos; y he sentido vida...
Hace días que me encontraba definitivamente acabado, pero, miren por donde, tal vez esté vivo. No sé hasta qué punto es necesario demostrar que uno vive o si es necesario. Pero las sensaciones... ciertas sensaciones de amortajado que he tenido estos días, no me han convencido, y apenas me han permitido encontrarme a gusto conmigo mismo.

Hoy he vuelto a caminar en la oscuridad de la noche, y advertir que hay peligros indetectables rodeando mi figura, en cierta manera, me ha aliviado de nuevo. Pues sé que no estoy solo. Presiento que alguien vigila mis pasos desde que nací. Tal vez sean sólo ilusiones y si lo son, prefiero no descubrirlo. Creo que merece la pena dejarse impregnar con la magia de los secretos, de las fascinaciones, de las maravillas, y seguir apostando por una vida llena de disfraces indescifrables, de los cuales a lo mejor, de vez en cuando, desenvuelvas el pliego que oculta la dulzura de un caramelo, y otras, la amargura de una leve pero no insubsanable desilusión. Así es la vida: una de cal otra de arena y otra de... ¿blando algodón?

Me gusta escribir y hoy tengo ganas de hacerlo, pero no seguiré sin dirección. Prefiero dejar pasar el tiempo anhelando plasmar el relato que se me ocurrirá. ¿A dónde viajaré? ¿Con quién me encontraré? ¿Volveré a reencontrarme con ella? ¿Me está esperando al otro lado del mar? ¿O llegaré a un nuevo cruce de caminos? Siempre fueron interesantes esos cruces.
Hoy, de momento, me detengo en un chiringo al lado del cruce. Los próximos días, comenzará la aventura...


Un abrazo.

José Fernández del Vallado. Josef 2010.
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martes, julio 27, 2010

¿Desidia veraniega? Unas palabras, nada más.



Hoy tenía previsto escribir, entrar a los blogs y leer. No he hecho nada. No me apetece escribir ni leer ¿sin alicientes?
Me limito a pasar el verano comprobando que escribir se aleja de mí y yo de todo aquello que puedo. Después de todo ¿para qué inventar historias cuando la vida, de por sí, ya lo es?
Qué fácil es escribir sin pensar, tal como hago ahora. Sin planificar un relato o una idea, planificando solo las inconsistencias de la mente, que de por sí nunca estarán planificadas.
¿Padezco desidia veraniega? No lo sé.
Hoy me acerco a vosotros como José, la persona que no escribe.
Esta misiva va dirigida a todos aquellos que nunca desfallecieron y murieron en el silencio más absoluto. A ésos... tal vez cientos de Joseph Conrad, Gabriel García Márquez, Cervantes, Isabel Allende, etc., que nos dejaron textos preciosos que nunca podremos leer, porque perecieron con ellos, los quemaron o jamás llegaron a salir de sus mentes. Ellos fueron de verdad quienes contribuyeron a lograr que la literatura sea grande, porque imaginaron toda la belleza y la basura que nuestras mentes juntas no son capaces de aunar.

En el fondo no estoy triste. No tengo de qué quejarme. Al menos unos cuantos me han leído y la verdad ¿me consuela o importa?: ¡No! Tampoco es lo que yo, en el fondo, deseaba. Antes pensaba que sí, que se trataba de leerme, ahora creo que todo se reduce a escribir sin inquietarse. El valor reside en que sientas lo que haces como si estuvieras haciéndolo genial. No es relevante lo que otros digan más tarde, cuando ya se han dicho tantas cosas...
Hubo una vez en que traté de aprender y asimilar ciertos preceptos sobre la narrativa. Hoy, una frase cierta, – no sé quien la inventó – suena dentro de mí: “Las normas están para saltárselas.” Hágase pues la voluntad.

La pregunta que me hago entonces es: ¿Me detendré algún día o seguiré escribiendo hasta el final?
Sinceramente, creo que a estas alturas, incluso esa pregunta resulta desfasada o irrelevante. ¡Por supuesto que seguiré! Y desde luego, la materia y la calidad con que lo haga, tampoco serán lo importante...

Buen verano.

Abrazos.

José: Josef.






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