viernes, noviembre 05, 2010

Sobrevolando el altiplano.


A veces, aunque nos encontremos en el lugar más deslumbrante, no es suficiente. Nuestra mente es capaz de hundirse en un lodo frío e incomprensible sin alcanzar a entender el porqué… o los porqués...

Llegando a Puno, localidad situada en el altiplano andino, a una altitud de 3.827 mts, me descubro aturdido. ¿Me vence el soroche*? No, ni siquiera tengo náuseas, más bien me encuentro apesadumbrado, sin conocer la razón de mi repentina melancolía.

Lo advierto al salir del autobús, es como si el impávido azul de un cielo andino misterioso desnudara mi alma y la ofreciera en carne viva a un venerable dios inca. En Puno me percibo en el ojo del huracán, circunscrito en una civilización que en absoluto se ha sometido al dominio radical del cristianismo, y donde el lenguaje y las costumbres quechuas se mantienen en plena y recobrada vigencia.

Fatigado, escalo los peldaños que me transportan a la habitación del hotel (¿a qué el castigo de asignarme el último piso?) y me desplomo sobre la cama sin aliento. No, no lo entiendo, ¿tanto esfuerzo por transportar la mochila? Claro, es la altitud. Puedo sentirla. Cansa como si remolcara una losa, maltrata mi alma y mi cerebro.

Momentos después y tras tomar una infusión de coca, todavía desfallecido, camino por Puno y mi mente se embriaga ante algunas indígenas que contemplan mi paso dubitativo con ojos sesgados y oscuros, rebosantes de energía, el vigor que tanto echo en falta ¿está en su interior?
Zigzagueo jadeando, esquivando infinitas escalinatas que llevan al cielo, flemáticos grupos de turistas americanos, una atronadora banda que me aturde... La atmósfera diluye aromas a crematorio y sobre todo, desprecio cualquier alimento. No hay hambre de placer ni de ocio en mi interior, tan sólo permanece en mí un cansancio enfermizo y la sensación de haber tocado el cielo sin sacarme una sufrida foto de júbilo.

A la mañana siguiente el lago Titicaca está ahí; resplandeciente e indómito. Sus aguas, sin prestar atención a la sequía de altitud que las rodea, permanecen ajenas a los picos que las enclaustran.
Gobernado por un destino señalado, entro en una sucursal e inspirado por la sugerencia que una diosa del turismo propone, me animo a visitar la necrópolis de Sillustani.

Mientras asciendo al collado situado a 4000 mts de altura donde se hallan las construcciones, una sensación insólita arde y estalla dentro de mí reavivándome de emoción. Retrocedo a una período quizá más antiguo que cualquier cronología conocida; y aunque hay dataciones, el secreto que envuelve las Chullpas* donde se encuentran los monarcas de una civilización segada por la avaricia, permanece a cubierto bajo un viento helado que talla en mi rostro una mueca de nerviosismo, invitándome a descender al furgón y abandonar sin desvelar un misterio que perdura en la sangre de las castas del altiplano. Me doy cuenta, todo resulta tan... enigmático y hermético. De forma febril husmeo sin encontrar explicaciones ni respuestas a una civilización que aún siendo atropellada, no se dejó vulnerar y resistió protegiendo las claves de su tecnología y sabiduría con obstinación. ¿A dónde escaparon, si fue así? ¿Siguen entre nosotros...? En adelante mi encuentro místico con ellos dejará de ser un acto especulativo para convertirse en una constante. En el increíble Machu Pichu, también los percibiré...

Me marcho presa de cierto desbarajuste interior, y pese a irme restableciendo, constato un evidente problema de altura. Me superan demasiadas cosas en Puno. Quizá no esté preparado para amoldarme a los hábitos indígenas, quienes instalados en sus chozas de adobe continúan su vida impasible, sabedores de que el mayor enemigo que afrontan no residió en la avaricia de los conquistadores o la crueldad de los clanes enemigos; en cambio, siempre fue el mismo: Exigüidad y penuria.


Soroche*: Mal de altura.
Chullpas*: Mausoleos donde se conservaba, en posición fetal, a los restos momificados de personajes de alcurnia de las etnias altiplánicas.

José Fernández del Vallado. Josef. Octubre 2010.
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

20 libros abiertos :

Susurros de Pensamientos dijo...

Hola querido amigo José.

Magnífico relato , he podido sentir hasta la extraña sensación que produce la altitud sobre el cuerpo a medida que te iba leyendo.

Sin duda alguna ,un cúmulo de vivencias ,experiencias y sensaciones que siempre provocan cuando se conocen nuevos países y costumbres.


Un Abrazo afectuoso.

lanochedemedianoche dijo...

Es difícil adentrarse sin dudas en esa sensación que todo lo envuelve, solo sentir que se está en un lugar mas allá de nuestras costumbres, se siente lo que cuentas en tu relato, no es que no estás preparado, son tantas cosas por digerir, por comprender, que tendríamos que estar allí unos cuantos días para percibir eso, que tiene de maravilloso la puna.

Besos

Lara dijo...

Es que tus relatos no se leen, se sienten y se viven.
Muuuuuuacks!!!

HUMO dijo...

Un placer leer tus relatos, no se por què pero me hicieron recordar a Juan Salvador Gaviota :)

Besos!

Lindísima la música que acompaña!

Cariños!

=) HUMO

Carolina dijo...

Cielo, que buen escrito. Lo narras de tal manera que es como si estuviera escalando cada montaña, sintiendo el mareo del mal de páramo...

Un deleite volver a leerte. Te tenía bastante olvidado mi querido Josef. ¿Cómo perderme cada escrito tuyo? si son ese manjar de letras que necesita uno leer para sentirlos.

Un texto melancólico, pero, que a su vez transmite la paz y la calma que esos seres indígenas poseen...

El otoño nos tiene escribiendo algo tristones mmmmmmmmmm debe ser por lo días tan cortos.

Un enorme beso
Me alegro de retornar a este maravilloso refugio.
Excelente música.

Miguel Baquero dijo...

Muy bien descrito, qué mirada más aguda, captando detalles significatvos... ¡y eso que estabas afectado por la altura!

Paquita Pedros dijo...

Muy bello relato me hizo volar
un beso corazon

Jose dijo...

Gran relato donde se ve que la altitud no te ha afectado,pues las alturas son como la primavera que la sangre y el corazón altera.

Un saludo amigo José

essaldir dijo...

Como siempre gran relato, bien compuesto, con gran detalle...
Las alturas tienen una magia y un encanto especial... hay tanto secreto y tanto perdido en las culturas andinas... tanto por descubrir...
Al soroche aqui le llamamos "puna", en este lado de la cordillera de los andes, mira que no andas tan lejos, yo naci a 2.500 mts de altura.

Un Abrazo

Magia da Inês dijo...

Olá, amigo!
Voltei para ler outra de suas aventuras.
Deve ser surpreendente ficar cara a cara com a imponência do passado dos povos andinos.
Bom fim de semana!
Beijinhos.
Dila
Brasil

Novicia Dalila dijo...

Se vive, Josef. Estupendo relato.

Un beso ;-)

Julia Hernández dijo...

Me ha encantado la forma como deslizas todas las sensaciones en bellísimas descripciones tus anécdotas sobre el viaje.
La energía, fortaleza y la magia pero sobre todo la ilusión está en tu interior querido José.
Esperaré ese próximo relato con la alegría de siempre. Un beso.

Amig@mi@ dijo...

He intentado muchas veces hacer un viaje astral sin éxito. HOy creo que tu relato me acerca bastante a lo que se debe sentir...
Un abrazo, amigo.

fgiucich dijo...

Un lugar espectacular al cual visité varias veces. Abrazos.

Dejame que te cuente dijo...

me has dejado con la boca abierta con tu experiencia en las alturas...
sea como sea... es bonito vivir este tipo de experiencias...aunke sea para reafirmarte en que estas mas comodo unos cuantos metros mas abajo...

me encantó tu post...
un abrazo
:-)

virgi dijo...

Hacía tiempo que no te leía y me he pegado unos cuantos relatos.
He disfrutado, sí. Besos

Camy dijo...

Hoy he vivido tus sensaciones en un mundo de otro mundo, traspasando fronteras y siglos, e incluso rodeada al leerte, de turistas americanos.
Un beso

Alís dijo...

¿Es el mal de altura o la energía de esas antiguas civilizaciones que se hace presente frente a cualquier "invasión"? ¿O tal vez la sensibilidad del visitante?
Me ha gustado cómo transmites esa atmósfera de misterio. Me has contagiado.
Es un gusto volver a leerte

Un abrazo

soy beatriz dijo...

Hola querido Joseff, me has generado toda una cuestión de temporalidad. ¿Es que no había estado yo en Puno y en el Lago Titicaca en el 81? ...cómo es posible que me encuentre ahora mismo allí, reviviendolo al ritmo de cada palabra tuya.

si podes busca en youtube la discografía de VICTOR HEREDIA que tiene toda una composición que se llama TAKY ONGOY y que trata sobre el avasallamiento de las culturas americanas, hecho canción.

Me has traído hermosos recuerdos.
Gracias por compartirlos!!!!

Arwen dijo...

Uff...bonito relato, de altos vuelos. Me ha gustado mucho.

Saludos.

Arwen

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