lunes, abril 13, 2009

Estrella Polar.





Corría ligera, las manos en los bolsillos y la mirada fija en la estrella polar. El camino estaba oscuro y la noche, helada, se me había echado encima. Había estado bebiendo demasiado con Jorge y me sentía caliente por dentro e incluso mareada. Percibía los jeans apretados y las botas Alaska al crujir en la nieve. Mi chalé quedaba al otro lado del altozano a dos kilómetros del pueblo. Jorge ni siquiera había sido capaz de acercarme porque había acabado tan borracho como un cerdo bañado en alcohol. La melodía de una bella canción revoloteaba en mi conciencia a la vez que pensaba en lo lejos que mi vida estaba de parecerse siquiera a aquella dulce canción. Desde que todo se desplomó sólo me había sentido capaz de besuquear con borrachos, liarme con borrachos, follar borracha y vivir embalsamada en una agria y onírica irrealidad.


Lo decidimos entre los dos; dejar la ciudad e instalarnos en un pueblo alejado, situado en una sierra del norte, para hacer realidad unos sueños que jamás pasaron de ser eso y acabaron transfigurados en insomnio permanente...
Descubrí su miedo a la soledad y a la naturaleza enseguida, cuando al escuchar los aullidos de los lobos en lugar de aceptarlos, entre dientes, mascullaba epítetos groseros; al tratar de cocinar sin haberlo hecho nunca; cuando se llenaba las manos de ampollas al cortar la leña necesaria para el fuego; o si intentaba, sin resultado, lavar la vajilla a mano; y cuando no pudo hallar la comodidad de las pizzas a domicilio, ni el estrépito de la tele, ni el móvil con cobertura, ni una máquina de afeitar, ni la ducha con agua caliente, ni el ocio nocturno del fin de semana. Y cuando, en verano, en los locales del pueblo, observaba con desdén y repugnancia, a los hombres que entraban oliendo a pocilga y ganado. Y sobre todo, cuando tuvo que acomodar su adecentado culo a hacer sus necesidades ante un burdo agujero negro.

Lo decidimos entre los dos pero él decidió por su cuenta olvidarse de mí. Claro, se me veía tan feliz; ingenua de mí. Pensé que se acostumbraría y a lo que de verdad se acostumbró fue a trajinarse a Maite, a Juana, a Inés… ¡Con todas se lo hizo a mis espaldas! De eso sí sabía Luis, era un maestro, pero sin titulación. El buen señor de ciudad...
Cuando se largó con Inés conocí su auténtico espíritu: “El de ave de rapiña.” Le sacó los intestinos y la abandonó en la ciudad. Y, la verdad, verla regresar fue un espectáculo. Había cambiado tanto o la ciudad la cambió... o quizá la sociedad ¡o el puto cabrón del Luis...! Desgraciada Inés, no le quedó más remedio que degradarse para pagarse el billete de vuelta, y la enviciaron de tal forma, que después envició a medio pueblo.

Me quedaban dos kilómetros, toda una balada por recorrer a menos dieciocho grados. Pero yo me sentía caliente, ardiente y fogosa, y no paraba de correr y sudaba mucho, demasiado. Para empezar me desprendí de los guantes, luego del molesto plumas, a continuación de la chaqueta; la camisa, la camiseta... quedé en sujetador. Seguí moviéndome sin cesar. Una racha de aire cortante se transformó en cálido aire sobre mi tórax, lancé una carcajada me desabroché los pantalones, me desprendí de las botas y cada vez más excitada me arrojé sobre la nieve y revolcándome me la froté sobre los pezones mientras me masturbaba sin cesar de pensar en él... Pensé en la vez que se amputó un dedo con el hacha; en la vez que le saltó el aceite al hacer huevos fritos; en la vez que resbaló y se cayó de bruces sobre un lodazal; en la vez que “Carballo” le partió la nariz de una hostia bien dada; en la vez que lloró como un marica playa; y en la vez que lo descubrí... jodiéndose a Inés... en nuestra casa.
Me di la vuelta y me sentí arropada en mi hogar junto a un buen fuego, degustando una deliciosa copa de coñac, besándome, mientras sentía su lengua dentro de mi paladar y el dulce aroma de la bebida haciéndome feliz. Y pensé en lo cálida que se estaba poniendo la noche mientras miraba a las estrellas sin perder nunca ¡nunca! de vista la orientación del resplandor de la estrella polar...

José Fernández del Vallado. Josef. Enero 2007. Arreglos Abril 2009.









37 libros abiertos :

TORO SALVAJE dijo...

Una vida rota bajo la estrella polar.

Alcohol y recuerdos ahorcándola poco a poco.

Excelente.

Saludos.

silvia dijo...

Hola José!pasé a saludarte y leer tus interesantes relatos,la estrella polar nos debería de guiar a experiencias más agradables pero de vez en cuando esta bien perderse....un abrazo!

Celia Álvarez Fresno dijo...

Un relato bastante duro. El alcohol, la incomprensión, lo absurdo de la vida.
Muy bien narrado como siempre, pero me deja un poco "tocá", por la crudeza.
Un abrazo

F. J. Zamora dijo...

le costo pero al final encontro su norte.
Un abrazo amigo

Arantza G. dijo...

Parece que lo único que tenía en condiciones era su brújula sexual...encontró el norte y al final fue feliz.
Un beso.

Julia Hernández dijo...

La bebida y su ingenuidad, no fueron buenos consejeros, siempre buscamos un norte en nuestras vidas. Precioso relato. Un abrazo.

Carmen Conde Sedemiuqse dijo...

Joooo!!!! ¿de dónde alora tanto relato? jajajaj es genial
besitos y amor
je

Laura dijo...

Amigo! Eres uno de mis mayores visitantes y me habia olvidado de ti.
Tienes en mi blog un regalo también para ti!!!
Un abrazo fuerte!

LUX AETERNA dijo...

Muy pero muy bueno como siempre me gusta mucho leerte Moderato, pero mucho.
Abrazo

MORGANA dijo...

Muy duro..quizás demasiado para mí.Aunque así es la vida¿o no?
besos.mª josé.

Anónimo dijo...

muy crudo tu relato, pero tan real!!!!!!!!!!
gracias por compartir.
un abrazo

Carolina dijo...

Querido Josef. Me encanta leer estos relatos que nos regalas, son crudos y fuertes... También algunas expresiones por su forma me hacen reir un montón. Y no sé por qué, pero cada vez que vengo y leo algo de comida aqui, me da hambre... jajajajajajaj pizza, huevo frito, hasta el coñac me provocó.
abrazos y besitos

Liz Marin dijo...

relato duro pero es la verdad de lo q sucede


besitosssss

Jose Luis dijo...

Como siempre, un placer leerte. Fuerte texto, pero creo que muchas veces la vida misma es fuerte...y tú has descrito eso de una manera magistral.

Un abrazo,

José Luis

NDEH dijo...

Magnifico relato...

Nunca... nunca perderé de vista las estelas de tus escritos...

Gracias por dejarnos tan buenos escritos y por orientarnos el dia a dia.

Abrazos... abrazancos

Gara dijo...

Duro relato, pero real como la vida misma.

Besos

CONSCIENCIA dijo...

Un relato tan real como la vida misma. Me gusto y mucho. Me estoy poniendo al dia...andaba fuera.

LUCIA-M dijo...

Excelente!! Me encanto un poco duro pero como la vida misma…
Felicidades! Por escribir así.
Un beso.

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

El relato es magistral. La vida no es como nos gustaria que fuese, sino como es.

Me gustó, José, y mucho.

(Gracias de corazón por tu ayuda, creo que lo he conseguido)

Un abrazo.

Kety dijo...

Me uno a las felicitaciones.
El lado duro de la vida
Un abrazo

Lara dijo...

Un relato duro, por desgracia conozco todo lo que rodea al mundo del alcohol. Lo importante siempre es encontrar el norte, eso es.
Muuuuuacks!

lanochedemedianoche dijo...

El poder de la bebida, cuanto se lleva de nuestras vidas que poco queda de lo que un día fuimos, ni siquiera una estrella polar nos podrá devolver lo que perdimos en los laberintos oscuros del alcohol , muy buena narración mi querido amigo .

Besos

Emma Núñez dijo...

Hola josef, a mí me gusta escribir soñando, es decir, plasmar siempre lo hermoso de la vida, pero también me gusta leerte cuando nos muestras la otra realidad, la cruda y dura, porque no hay que olvidar que ahí está. Gracias por ser mi otra cara.

P.D.: Te agradezco mucho las palabras que me dedicas en mi post del Premio a la Cordialidad, de corazón. Un beso Josef.

Noelplebeyo dijo...

Tragos de una mala borrachera traición...

Saludos

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho oir tu voz de nuevo. Es una gentileza por tu parte.
En cuanto al texto, me gusta esa visión bajo la estela de la estrella polar. Y me gusta ese amor a uno mismo, ese quedar en paz con las cosas como vienen.
Un abrazo grande.

Tinika dijo...

Es genial, con cada palabra haces que sienta cada una de esas sensaciones. Me encantó la última parte...hasta he sentido el frio de la nieve en todo mi cuerpo, jajaja.

Un placer leerte Josef. Besos.

MAYTE dijo...

Un relato duro, pero real como la vida misma.

Un beso.

fgiucich dijo...

El peligroso juego de la vida. Muy bueno, como siempre. Abrazos.

Anónimo dijo...

Me encanta esa sensación de dolor e irremediablés con la que me quedé, juaas, debo andar medio mazoca hoy.
besos

Unknown dijo...

Me quedo con la boca seca y el cuerpo helado, pero con el aprendizaje, duro aprendizaje de la protagonista...ella lo ve todo claro y sabe lo que ha ocurrido, sabe donde se encuentra la estrella polar...Excelente! Almanoor.

Novicia Dalila dijo...

Hola Josef,
me encantaría tener muchísimo más tiempo para leer todo lo que publicas. Cada vez que vengo me quedo loca. De verdad. Es que lo explicas tan bien... es tan fácil visualizar la historia... Me encanta leerte.

Un beso y muchas gracias por compartir esto con nosotros.

Belén dijo...

El mundo es inmensamente grande, lleno de soledades y de estrellas...

Besicos

AdR dijo...

Al menos creo que no perdió su norte...

Abrazos

Calvarian dijo...

Alcohol, sexo, recuerdos, sentimientos...La estrella polar supongo que sea su norte...Temas cotidianos bien relatados, comio siempre.

Abrazox

Rosario Robredo dijo...

Hermoso relato....menos mal que siempre percibía la estrella polar...con tanto alcohol!!!!

Un beso

jess dijo...

"Qué hermoso es mirar una estrella en el firmamento, y que a través de la distancia, nos acompañe en nuestra travesía."

Fíjate Josef que de manera cursi, mi corazón ansía el día en que alguien, una noche cualquiera, me muestre una enseña en el firmamento y me la obsequie...

.... Si es mientras se hace el amor.. qué mejor aún! jajaja!

Saludos mi querido amigo!
¡Salta Valiente!
Como siempre... un gusto pasar por aquí.
=D

panterablanca dijo...

ESto sí que es una borrachera bien peligrosa. Seguro que murió sonriendo y no fue precisamente de felicidad.
Besos salvajes.

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