Aquel verano hizo un calor espantoso. Sofocadas, las cucarachas salían de las tuberías e iban a refugiarse debajo de la nevera. Lo malo, que las ratas también salían del alcantarillado e iban a cobijarse, precisamente, en el portal de mi casa.
No ligué demasiado. Entre la menstruación, el calor y las vacaciones, las mujeres andaban mustias y no estaban para estúpidos devaneos. Resultaba difícil caminar por las calles sin acabar pringado del alquitrán derretido de la calzada, aunque no quedaba otra; además, empezó a hacerse complicado respirar.
Cuando el calor alcanzó los 50º C, despavorido, todo el que no sucumbió, dejó la ciudad para viajar a la playa o a la montaña.
Yo me quedé. Si hay algo que de verdad me aterroriza, es salir de la ciudad.
Un día, al viejo del supermercado se le rompió el aire acondicionado y falleció sofocado.
No tuve que volver a preocuparme por el tema de la alimentación. En cambio, sí por el de la diarrea y los líquidos.
Por las noches salía, me daba una vuelta y disfrutaba. Al encontrarse desocupados y sin luz los edificios más altos de la ciudad, de nuevo era posible apreciar la belleza de las estrellas. Sin embargo, incluso las noches más frescas eran también sofocantes.
Cuando el termómetro estalló tampoco tuve que preocuparme por el calor, y el termómetro. Obviamente, superaba los 50ºC.
Una madrugada me decidí por hacerlo. Tomaría el control del país. Puesto que había un vacío de poder me decidí a restablecerlo.
Llegué ante las puertas del Parlamento en la Carrera de San Jerónimo. Encontrarlo sin vigilancia no me extrañó. La autoridad solo es efectiva mientras el poderoso se encuentra a salvo, cuando las cosas se ponen feas son los primeros en huir... ¿como ratas? No. Incluso las ratas son más valientes; se habían quedado...
Entré en la sala de los diputados esgrimiendo una metralleta que encontré en la caseta de vigilancia (también abandonada) y efectué unos disparos al techo, tal como hizo cierto golpista de renombre.
Me subí a la tarima, saqué los folios que había preparado, y enfurecido ante la inoperancia de mis congéneres, proclamé mi discurso revolucionario.
Terminé sudando a borbotones, cuando amanecía. Me acomodé en el escaño del Presidente y me dispuse a ejercer mis funciones. El poder envilece, pensé nada más asentar mis posaderas en la butaca.
Mi mandato apenas se sostuvo. La última frase que salió de mis labios mientras me asfixiaba debido al aire casi en combustión, fue: ¡Viva el pueblo!
A las nueve de la mañana, incapaz de soportar el brutal arranque de calor, convertido en emulsión pastosa, mi cuerpo de Presidente discurrió escaleras abajo...
José Fernández del Vallado. josef. Mayo, 2010.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
jueves, mayo 13, 2010
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Magia, siempre tienen esa magia inconfundible tus textos. Y me encantó que las ratas se quedaran, son menos cobardes. Lástima el calor no?... a veces no te hace pensar en el infierno?...
Un beso!!!
Un relato apocalíptico. Esperemos que no sea una predicción, por que ya me estoy derritiendo.
Las ansias de poder, a veces nos lleva al ocaso.
Un abrazo
Muy buen relato, eres admirable y gracias por pasar siempre!
cariños!
=) HUMO
El calor es lo que tiene, calienta y altera; no se yo si debajo de la nevera se esta mas fresquito.
Ahora en serio, me sorprenden tus relatos y me gustan.
He echado un vistazo a tu libro sobre Nefertari, mujer del casi eterno Ramses II, he estado en Egipto hace un par de semanas,
Impresionante, me gustaria volver, pero me agobian mucho los vendedores y no me gusta ir de compras...lo hace mi marido que le encanta.
un abrazo,
¡Jajajaja, qué calor me ha entrado al leer tu sofocante relato, Jósef!
He recordado el calor del verano pasado, fue hoooorribleeeee...
Y digo yo...¿por qué no le pasará o mismo al señor presi en plena canícula? ¡Nos quitaríamos un buen peso de encima, jajajaa!
Me encanta ese toque entre "absurdo", irreal y Kafkiano que tienen tus historias...sin embargo tan llenas de mensaje, ¡bien!!
Un abrazo, Jósef.
Jopé he tenido que leerlo por capítulos ya que deprisa tuve que buscar el baygon de ver tanta cucaracha.
y el calor sofocante me metí en el frigorífico para refrescarme de cuerpo presente y entero.
uUn saludo
JAJAJAJ, me he reído, porque yo misma ando ya caminando por las noches, evitando a toda costa el horrible calor.
menstruación? jajajaja
Un beso!!
Sofocante relato, Josef
Ese final con el cuerpo discurriendo escaleras abajo me parece fantástico.
Besos
Jajajajaja... es que el calor es muy muy malo, jajajaj...
Muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuacks!
Le podría ocurrir lo mismo a uno que yo me sé.
Saludos.
Del relato quede encantado... seria bueno ver algunos gobernantes por ahi, derretidos y fluyendo tranquilamente a la alcantarilla....
Un abrazo
Ójala se derritieran todos. Genial realto Josef.
Un abrazo y muy buen fin de semana!! ;)
Arwen
el calor cada año lo soporto menos, será la edad
a ratas, cucarachas y demás se va una acostumbrando (lamentablemente)
sí me ha sorprendido que al protagonista le aterrorice salir de la ciudad
besos
El delirio que provoca el calor sofocante es imprevisible .... ante los humanos,
bueno como siempre
besos desde mi Canarias del alma
El ansia de poder junto al calor sofocante dentro de una ciudad casi desierta parece que fue una mezcla esplosiva.
Un abrazo.
Josef mi parcera es súper querida y los detalles que tiene conmigo no se comparan con nada, gracias por dejar tu testimonio en la entrada que me dedicó.
No sólo echo las cartas, podemos hablar sobre cualquier tema jejeje
Un besito y feliz fin de semana
me he sentido adentrar en cada escena, gracias por cada momento que nos regalas, un abrazo
He sentido ese calor asfixiante que nos impide soñar...nos impide volar en ese cielo de bellas estrellas...me encanto el relato querido amigo...besitos para ti y buen finde...
Bravo!!!! Por una vez que tenemos un presidente consciente y va y se nos muere...Me gustó el relato, no te imaginas lo mucho que me gustó.
Un beso.
Un post de total actualidad. Consigues arrancarme una triste sonrisa. No quisiera estar en la piel del presidente...
Me has hecho sonreír tristemente.
Un beso
Cada relato que te leo lo siento tan real que vivo casi en carne propia cada sensación!
Poder lograrlo es genial Josef y tu lo haces!
Ese final, estupendo!
Besos y abrazos!
Buen fin de semana!
Josef: maravilloso relato como todos y cada uno de los que escribes.
Como me gustaría que, un ministro muy mafioso que conozco: terminara igual: derretido!
:-) gracias por tus cuentos siempre.
Un beso o 2!
Espero que no sea una premonición, tu relato aunque tristemente tiene unos tintes bastantes realistas. Para una vez que tenemos a un Presidente (aunque sea auto investido) que escucha y entiende al pueblo, no es justo que acabe derrotado por las escaleras del Parlamento.
Me gustó.
Besos. Eritia
El poder es tan frágil que hasta el calor puede derrotarlo. Cuando lo vemos de lejos, ansiamos alcanzarlo, y cuando lo hemos logrado, no sabemos qué hacer con él...
Ser presidente de ratas y cucarachas no tiene gracia, no se dejan doblegar :)
Sorprendente, como siempre, Jose. Me encantó.
Besos y abrazos.
A esas altas temperaturas, cualquiera queda mustia o achicharronada.
El poder cuando se tiene casi nunca es bien dirigido. Pero no te miento de vez en cuando sería interesante tener el poder absoluto para acomodar ciertas cosillas...Brillante relato, querido José. Que estés muy bien. Un fuerte abrazo.
Por aquí pasé leer un ratito tus palabras...
Un besote
Hola:
Recién he descubierto tu blog. es Magnífico!
Uf!!! Con lo que detesto a los políticos y al calor!!! Imagínate lo que he sufrido con tu relato. jaja! Felicitaciones... desde Baires te sigo.
Hay que ver que tanto calor te quemó hasta las neuronas… Es cierto eso de que “cuando los barcos zozobran la gente huye de ellos” pues fíjate yo también correría, porque para que digan que “aquí murió que digan que aquí corrió”, mejor no me siento en la silla no vaya a ser que con lo que se mueve en este momento, se me quemen las posaderas y me quede inhabilitada para siempre…
Que te voy a decir sobre lo magnífico de tus relatos que tu no sepas Josef¿?
Un abrazo muy fuerte
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