La terminal es una colmena de abejas de múltiples rangos y razas deseando alcanzar su flor de destino. Algunas se encuentran con otras, se reconocen, sonríen sollozan se abrazan, otras caminan con la mirada perdida, las alas gachas y un aire de eterna vacuidad...
Te despediste hace tiempo, ya no estás en tu casa sino en ese lugar impersonal e internacional que no pertenece a nadie y a todos. Hay bares mecanizados, androides que te atienden sin siquiera echarte un vistazo y seres que vienen o van, pero ninguno se queda.
Llegas a la puerta de embarque y tras aguardar enmascarando un mutismo inexistente, una llamada, y aguardas en cola.
Primer saludo impersonal y accedes al túnel del destino, alcanzas la carcasa, al entrar una obrera te regala un segundo saludo impersonal, buscas tu plaza y tras encontrarla te instalas y embozas en tus cascos. Ante ti una azafata de poliuretano escenifica el ritual de rutina, pero inútil ante un posible fallo o error en la mecánica del monstruo.
Luego, el despegue, y la brutal aceleración de entre diez y quince segundos hasta alcanzar los más de trescientos cincuenta por hora.
Percibes una vibración y te das cuenta ¡algo falla!
El armatoste gigante, en lugar de elevarse, prosigue con su accidentada carrera, rebasa el final de la pista, y se introduce en unos sembrados.
Nervioso, cambias de sintonía y pones la canción Satellite of Love de David Bowie, aprietas el botón del respaldo y la butaca, perforando los élitros, te proyecta cientos de metros por encima. Y por debajo de ti, empequeñeciéndose, como si fuera un diminuto ser humano, divisas al “gorgojo gigante" y a tu lado, cientos de butacas.
Se alimenta en el sembrado hasta inflarse y estallar convirtiéndose en una bola roja envuelta en gases negros. Mudo del asombro, pulsas otro botón y el paracaídas no se despliega. Comienzas a caer, te sientes cansado en realidad desfallecido, sabes que puedes morir. Te desbrochas el cinturón, te separas de la butaca, sigues cayendo, te encuentras a metros del impacto y de la muerte. De repente lo sientes, el cosquilleo de vida y calor en tu espalda, te desprendes de la chaqueta, de la camisa, tus alas se despliegan ¡vuelas! comienzas a remontar. Recuerdas un pasado no tan remoto: Sabes volar, por algo eres abeja, la raza dominante en el planeta. Prosigues tu camino de forma impersonal, en busca de un nuevo panal...
Te despediste hace tiempo, ya no estás en tu casa sino en ese lugar impersonal e internacional que no pertenece a nadie y a todos. Hay bares mecanizados, androides que te atienden sin siquiera echarte un vistazo y seres que vienen o van, pero ninguno se queda.
Llegas a la puerta de embarque y tras aguardar enmascarando un mutismo inexistente, una llamada, y aguardas en cola.
Primer saludo impersonal y accedes al túnel del destino, alcanzas la carcasa, al entrar una obrera te regala un segundo saludo impersonal, buscas tu plaza y tras encontrarla te instalas y embozas en tus cascos. Ante ti una azafata de poliuretano escenifica el ritual de rutina, pero inútil ante un posible fallo o error en la mecánica del monstruo.
Luego, el despegue, y la brutal aceleración de entre diez y quince segundos hasta alcanzar los más de trescientos cincuenta por hora.
Percibes una vibración y te das cuenta ¡algo falla!
El armatoste gigante, en lugar de elevarse, prosigue con su accidentada carrera, rebasa el final de la pista, y se introduce en unos sembrados.
Nervioso, cambias de sintonía y pones la canción Satellite of Love de David Bowie, aprietas el botón del respaldo y la butaca, perforando los élitros, te proyecta cientos de metros por encima. Y por debajo de ti, empequeñeciéndose, como si fuera un diminuto ser humano, divisas al “gorgojo gigante" y a tu lado, cientos de butacas.
Se alimenta en el sembrado hasta inflarse y estallar convirtiéndose en una bola roja envuelta en gases negros. Mudo del asombro, pulsas otro botón y el paracaídas no se despliega. Comienzas a caer, te sientes cansado en realidad desfallecido, sabes que puedes morir. Te desbrochas el cinturón, te separas de la butaca, sigues cayendo, te encuentras a metros del impacto y de la muerte. De repente lo sientes, el cosquilleo de vida y calor en tu espalda, te desprendes de la chaqueta, de la camisa, tus alas se despliegan ¡vuelas! comienzas a remontar. Recuerdas un pasado no tan remoto: Sabes volar, por algo eres abeja, la raza dominante en el planeta. Prosigues tu camino de forma impersonal, en busca de un nuevo panal...
José Fernández del Vallado. Josef. 2009.
39 libros abiertos :
Por un momento me acordé del accidente del verano pasado.
Me ha gustado.
Saludos.
Buenisimo Josef. También pensé por un instante en un accidente aéreo. Aunque me dió la sensación de que el protagonista muere y reencarna como abejita? ¿si?
Preciosa imagen.
Extraordinario como todo lo que escribes!
Besos
Espero que sea en un futuro muy, muy lejano, ¡¡¡soy alergico a las abejas!!,ja,ja.
Muy buena historia.
Un saludo
Que relato mas impactante, increible, muy bueno. Un beso
Esto me recuerda por qué tengo que pasar mas seguido por aquí.
Me gustó mucho José!
Saludos!
Bueno , supongo que a todos nos pasa esas cosas aunque sean situaciones diferentes.
Tal vez nos acordamos en momentos puntuales para luego volver al cascarón de nuestro cuerpo.
De nuevo el olvido domina...
Gran historia y si volamos , primero busquemos el espacio para desplegar las alas....
Josef un abrazo.
A mí también me ha pasado que pensaba que hablabas de un accidente de avión. Como siempre has conseguido sorprenderme al final.
Muuuuuuuuuacks!
Muy bueno, Josef, tienes una forma única de expresarte, muy personal.
Yo también recordé el accidente de Barajas mientras lo leía, tubo que ser horrible.
Un beso amigo Josef.
Pilar
me quito el sombrero amigo mio.
El dia del libro mi hija me trajo un marcalibros que decia
el libro es fuerza, es valor, es poder es alimento;antorcha del pensamiento y manantial del amor.
Eso son tus historias.
Creo que nos tomaste el pelo a todos, amigo... todos suspiramos aliviados al leer el final
jaja
besos
Inagotable en tus relatos, tan distintos y tan apasionantes los unos como los otros...
Y siempre este final, inesperado, impactante...
Un beso, Josef.
Hola. Me sorprendo que me sigas sorprendiendo con tus finales.
Un abrazo.
Debe ser maravilloso un mundo de abejas, la raza dominante, jajaja, me gustaría saber cómo tratarían a los humanos, bueno, pero siendo yo una de ellas jajaja, ¿cómo crees?. Me encantan éstos finales. Un abrazo.
Saves que me encanta como te expresas lo haces tan personal a tu relato, es un gusto leerte, te dejo un gran beso!!
siempre sorprendes,amigo!!!!!!!
hay que leerte hasta el final,eso es un buen escritor....
felicitaciones..
un abrazo
Lo bueno si breve, dos veces bueno. En tu caso es excepcional.
Disculpa por no haberte seguido en la última semana, estaba viajando por la Ítaca de Ulises y Kavafis. Al final he regresado a tus magistrales relatos, quizás porque en ellos también está la Ítaca que estoy buscando.
Un abrazo
Cada vez me gusta más venir a leerte...y como te dice Zamora, yo también me quito el sombrero...
Un beso.
Siempre original, distinto, con un vuelo en cada texto, una imaginación y un don de narrar impecable amigo...
gracias de corazón por compartir siempre.
besos muchosssssssssssssss
Vaya Josef! Me llevaste a un lado y otro de la imaginación!
(Otra que pensó en el accidente aéreo!)
Un besote Amigo!
Uf, me falta el aliento, he leído rápido, creía que era un accidente de avión
Al final he respirado contenta...
Eres genial, lo he vivido ...
Un beso.
Me encanto!! te felicito, me trabajo la imaginacion al maximo, bonita historia
Besos
Janeth
Impresionante ¡!!
Aunque me recordó mi accidente hace 3 años.
Buen relato
besossss.
Mi querido amigo siempre me sorprendes con el final...era un mundo de abejas mecanizado, que original!!! me ha encantado...escribes genial!!! besitos y lindos sueños...
MODERATATO,AMIGO....
iNCREIBLEMENTE BIEN CONTADO, EXPRESADO, SENTIDO....ES UN RELATO EVOCADOR, FEBRIL, IMPRESIONANTE....EN UN MOMENTO DETERMINADO SIENTES LO QUE TRANSMITES....HACE VIBRAR, TOCA EL ALMA....Y LO ESTREMECE....
fELICIDADES ESCRITOR....MÁS PALABRAS NO SÉ EXPRESARTE, TODAS SE QUEDAN PEQUEÑAS....
bESITOS CON OLOR A MADRESELVA
Bueno, Josef, el ser humano ha olvidado de lo que puede ser capaz.... se deja encerrar en esas colmenas, en esos centros comerciales que le atrapan y le idiotizan hasta el punto de haber perdido su esencia más hermosa....
No sé si me he "ido" muy lejos, jajaja.
Un beso, cielo.
Natacha.
Llevo una mañana horrible en el trabajo, necesitaba despejarme y nada mejor que perderme un ratito en tus historias. Eres el sitio de mi recreo claramente. Perdona que no te diga mucho más, pero hoy no me pillas en un buen día. Eso sí, eres un maestro escribiendo. Aprendo muchísimo de ti, compañero. Hasta pronto. Un abrazo.
josef
tiene tantas lecturas como lectores asomen
pero lo que no deja dudas es tu capacidad de asombrar y descolocar al que pasea entre tus relatos
FELICITACIONES
muakisitos de sol
Impresionante lectura..como siempre.
Quién fuera abejita para poder volar a veces...
Un besazo
Por un momento te habías convertido en Orson Welles haciéndonos palpitar con esta historia.
Besos
Y sigues tu camino de forma impersonal...pero tu camino narrativo es muy personal y revelador...felicitaciones y
ABRAZOS
Como siempre...
bueno...
como siempre no...
como nunca...
(es que cada vez te superas)
Abrazosssssssssssssssss
Hola querido amigo!!
Me gustan tus relatos, porque siempre me sorprenden.
Espero que "la raza dominante" sea en tiempos muy postreros a mí, please!!!
No tengo nada en contra de las abejitas, amo su miel, pero pican feo!
Un besote bien enorme!!
Me ha encantado tu relato, llevaste al historia ágilmente y nos has dejado con la boca abierta con el final. Muchas gracias por compartirnos tu talento.
Salu2.
gratamente sorprendida genial genial genial
besitossss
Hola, interesante entrada y tu blog bello como siempre,esta semana ando de visita y de estreno al mismo tiempo. Hoy he abierto otro blog llamado Cuentos y Orquideas,como lo dice su titulo es solo de cuentos si gustan me encuentran en enlace con peregrino.Les mando un abrazo muy fuerte, mucha Luz y un gran cariño.
Que genial entrada, como siempre sorprendiendo y agradando. Ojalá pudiera escribir como tú algún día!
Un abrazo,
José Luis
Creo que acabo de darme cuenta de que en realidad las abejas y nosotros no somos tan diferentes...
Tan sublime como siempre.
Un abrazo.
Muy simpático relato. Con gracia.
Abrazos.
Me excelente relato JOsef, y como siempre buenos finales en tus historias. TE prometo ir a leerte al concurso y dar mi grano de arena, I promese u, seguro ganarás, porque eres excelente, un besote
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