martes, marzo 09, 2010
¡حرية! ¡Libertad!
Yo Said Taled Cheikh volvía a ser libre. Tras desertar del pelotón de fusilamiento, agotado y sin cesar de jadear, corría de forma desesperada por el monte. Cuanta más tierra pusiera por medio entre ellos y yo, mejor. Estaba seguro de lo que mis compañeros magrebíes me harían si me encontraban. Me castrarían, me cortarían las orejas, me sacarían los ojos y la lengua, y luego, una vez vejado y malherido, me dejarían morir lentamente en soledad. Había roto el código de honor, pero estaba harto, la guerra había acabado hacía no mucho y estaba cansado de fusilar a inocentes todas las madrugadas. Los rostros aterrados, llorosos, firmes, incrédulos, de aquellos a quienes asesinaba, desfilaban ante mí a todas horas. Y, además, lo había comprendido y descubierto en los ojos y en la actitud de quienes nos mandaban. Para los falangistas los magrebíes éramos seres inferiores: “Moros,” nos llamaban. Nos estaba vedado gozar de lujos y placeres, y cuando todo acabara, seríamos olvidados, rebajados y devueltos a nuestra pobreza con apenas una insignia de hojalata en el pecho, lo cual no alimentaría a nuestras familias.
Lo comprendí demasiado tarde. Mi única esperanza de salir vivo de aquel infierno era volver a mi tierra. A partir del instante en que tomé la decisión de escapar me convertí en enemigo de todos.
Si la Guardia Civil me sorprendía me tomarían por espía, y aparte de interrogarme, en cuanto tuvieran la certeza de que era un moro extraviado, no tardarían en aliviar mi situación mediante un cordial tiro de gracia. De todas formas sería una forma mucho más apacible de acabar que la que mis compañeros me reservaban.
Pasé la primera noche merodeando por aquella sierra inhóspita del sur.
Sabía que estaba al sur de aquel país porque hacía tres años habíamos entrado bajo las órdenes del General Queipo de Llano en la ciudad sublevada de Sevilla. Luego, nos habíamos dirigido hacia Granada, donde a cierta distancia y sin siquiera poner los pies, presencié la maravillosa belleza de la Alhambra, la fortaleza y el palacio que los cristianos arrebataron a mis antepasados.
Apenas sabía español pero me bastó comenzar a entender sus conversaciones y averigüé que para nosotros no habría descanso, ni relevos, ni una feliz vuelta a casa. Nos conducían hacia el norte y esperaban que diéramos de si todo lo que una bestia puede aguantar, hasta reventar y morir sin una sola bendición y una honorable jinaza (entierro).
A todas horas recordaba la mirada triste de Alena, mi mujer, cuando le revelé que me marchaba a luchar al otro lado del mar. Iba a ser un hombre de honor, le dije, y le aseguré que volvería con el dinero suficiente para comprar camellos y un magnífico Dar (hogar). Se quedó con Soraya y Yussef, llorando a sus pies, sin siquiera atreverse o sentirse capaces de echar a correr hacia mí y abrazarme del miedo que les inspiraron los hombres armados que vinieron a reclutarme.
Y, ahora, estaba allí, perdido en la Sierra de Granada, a merced de los lobos y seguramente perseguido por mis hermanos, los rastreadores alauitas.
Aunque quizá tuviera una probabilidad si lograba llegar a la costa. Afortunadamente todavía llevaba conmigo mis dos salvoconductos de vida: mi fusil de cerrojo, y unos prismáticos que justo antes de mi huída había arrebatado al capitán de nuestro regimiento, Rodrigo Alcazar. Un español presuntuoso y amargado; ya que su deseo había consistido siempre en estar al frente de un regimiento de patriotas nacionales, y en cambio le habían cedido el mando de aquel “infecto pelotón de basura africana.” Así nos denominaba. No le importaban nuestros problemas ni las bajas que tuviéramos. La disciplina debía de ser acatada de forma tajante, para quien incumpliera las normas le aguardaba el calabozo o el degüello. Ya que para un miserable “moro”, ni siquiera cabía el honor de despilfarrar una bala que atajara el suplicio de una muerte deshonrosa.
Caminé toda la noche primero ascendiendo la montaña, luego, descendiendo.
Apenas eran las siete de la madrugada, el sol empezó a despuntar y pude ver el mar. Descansaba oculto tras la holgura de una roca cuando un rumor me despertó. En silencio me di la vuelta y con precaución ojeé. Allí estaban. Eran Ahmed, Khalid y Rachid. Lo sospechaba, correr ante tres atletas consumados como ellos, resultaba inútil. Eran listos y sabían que yo estaba cerca. Levantaron los brazos y expresaron su deseo de hablar y conocer mis razones.
Al cabo de unos instantes estábamos los cuatro en cuclillas. Adiviné sus intenciones cuando los tuve delante. Sus ojos negros y brillantes me escrutaban con recelo. Se habían acercado como compañeros y amigos pero eran hienas al acecho de su presa.
Ahmed me preguntó.
— ¿Por qué lo has hecho? ¿No estabas bien con nosotros?
Hice una mueca de malestar y sin dejar de mirarlo a los ojos – cosa que no debía olvidar hacer un solo instante – respondí.
— Ya no somos nosotros. Ahora son ellos, nuestros supuestos amigos cristianos, quienes deciden a quienes hay que asesinar. Y yo no estoy de acuerdo con esos crímenes. Matamos a mujeres, a niños, a gente inocente.
— Matamos a quien hay que matar. Son todos impuros, no lo olvides. Muchos ni siquiera creen en Dios, subrayó Khalid.
— Me da igual en quien crean y si no creen. Yo no mato a mujeres y no obedezco órdenes de ese bastardo yihil (bobo).
Rachid se rascó la cabeza. Tenía pulgas. Todos teníamos pulgas y estábamos sucios. Abrió su boca sin dientes – se los había roto al caerse de un potro salvaje que trató de domar – y con su voz invadida por sílabas huecas, murmuró.
— Tal vez no sea un yihil como supones, supo hacía donde te dirigías sin pensarlo.
Sonreí. Hasta un bobo podía adivinar que mi única oportunidad radicaba en alcanzar el mar.
— Y vosotros... ¿Seguís sin saber a donde voy? Les pregunté.
Sonrieron con amargura y envidia, y preguntaron.
— ¿Eres capaz de volver a casa sin medallas, sin honor?
Hice un gesto de angustia mientras garabateaba con un palo en el suelo y contesté preguntando.
— ¿Acaso encontráis honor en lo que hacemos? ¿Asesinar a inocentes?
Hubo un silencio en el que se mascó la tensión.
Alguien, no sé quien, rompió el silencio.
— Eres peor que un bastardo, escuché. Y prosiguió. Eres un hombre sin fe.
Lo supe. Después de aquellas palabras no había vuelta atrás. Eran el aliento de odio, la provocación para dar comienzo a la agresión.
Khalid estaba más cerca. De un movimiento veloz atravesé su estómago con la bayoneta. Pero ellos eran dos, bien armados y muy rápidos. Cuando intenté hacer el siguiente movimiento recibí el mazazo en la cabeza.
Desperté y me encontré tendido en el suelo atado y con la boca tapada o más bien rellena con un retazo de tela. Un sol radiante se proyectaba a plomo sobre mi cuerpo; mis párpados ardían, mis ojos lagrimeaban. Oí una tos agitada y sobre mí, con la bayoneta ardiendo al rojo, se proyectó la figura de Ahmed.
— ¡Traidor! ¡Asesino! ¡Vas a morir muy despacio! Me dijo.
Me di cuenta de repente. No veía a Rachid. Probablemente estaba alerta y vigilante de que nadie nos descubriera y estropeara mi suplicio.
Aplicó la bayoneta a mi oreja, unos disparos rápidos y seguidos rasgaron el silencio de la mañana. De pronto tenía el cuerpo pesado de Ahmed sobre mí. Pasaron unos minutos, oí pasos acercándose, el sol me alumbró de nuevo y distinguí sus figuras. Eran dos hombres barbudos; supe quienes eran. Se trataba de excombatientes del ejército republicano que se habían echado a las montañas para seguir luchando por su causa. Maquis, los llamaban. Me apuntaron con las metralletas, uno sacó un puñal. Pensé que me iban a asesinar. Sin dejar de observarme fijamente cortó mis ligaduras, luego señaló hacia el mar y me preguntó.
— ¿Me entiendes?
Asentí. Y prosiguió
— ¡Ves! Allí abajo está Motril. Espera al anochecer y bajas. Cuando llegues, no hables con nadie. Vete a la playa y verás un bar. Lo dirige Mohammed, uno de los tuyos. Le dices que vas de parte de Julio, “El Mañas.” Si lo que quieres, según creo, es volver a Marruecos, él puede ayudarte.
Volví a asentir. Me dieron la mano y se marcharon.
Han pasado horas desde que los maquis y Dios me salvaron de una muerte terrible. Y no me mintieron. Yo Said Taled Cheikh navego hacia Marruecos. Ahora, por fin de verdad ¡vuelvo a ser libre..!
José Fernández del Vallado. Josef, Marzo 2010.
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Una dura ,pero no por menos real historia tocayo...me transportaste a ese mundo cruel..el de siempre.
besos.
Morgana.
Excelente!!! Un relato bien estructurado, crudo, agobiante, interesante. Impactante de principio a fin. Logras mantener el interés de una forma fresca y maravillosa, con la congoja del sujeto durante su oscuro trayecto. Un final impredecible en donde se mezclan sentimientos y emociones a pesar de la cruel realidad. Un abrazo!
Viajando por la historia de tu mano.
Es un regalo magnífico.
Siempre.
Saludos.
Dura pero excelente história Josef ;)
Muuuuuuacks!
Ojalá sea cierto, y sea libre de una vez...
Besicos
Que emocionante relato, sufrir así en esas guerras sangrientas asesinando mujeres y niños porque sí, que depravados somos los seres humanos no hay compasión, las guerra es la miseria mayor del hombre, como siempre josef, narrado como tú solo sabes hacerlo de maravilla.
Besos
aun que me repita, sigo pensando que tus relatos son magistrales, un abrazo mi querido amigo
Hola cielo un excelente relato tan real y duro
un beso
Excelente relato. La crueldad de una guerra donde nunca hay vencedores. En este caso el amigo Said Taled Cheikh le ha llegado un soplo de suerte.
Un abrazo
Intenso, super intenso. De los que dejan un nudo en la garganta.
Definitivamente bueno. Te felicito.
Un fuerte abrazo.
¡Ojalá todos los perseguidos por la barbarie tuvieran una segunda oportunidad! Me ha encantado ese relato lleno de significado.
Besos grandes.
La guerras y el odio siempre de la mano, cuentas una historia cruda y agobiante me la lei sin parar un lindo final, (cuando te leo siempre estoy esperando imprevistos, ya que tus historias no son nada predecibles) amigo, me gusto mucho, una realidad en epoca de guerras
Se abre ante el un nuevo horizonte...la libertad...sublime Josef, como escribes!!! un abrazo cariñoso...
una historia contada en épocas de guerra siempre serán interesantes de leer y más..........si viene de tí!!!!
besosssssssss
Moderato sos impresionante, y no me canso de decirtelo, es un cuento perfecto.
Abrazo
Moderato,
Que alegría que nuestro blog haya logrado animarte un pelín!
Gracias por dejar la puerta abierta para pasar a conocer el tuyo, que está super interesante. Me gusta!
Un abrazo y ánimo desde Venezuela!
Otro buen relato, Josef. Mantiene la intriga hasta el final, te hace cuestionarte muchas preguntas, es una crítica contra las guerras y las verdaderas razones para luchar en pos de qué ideales.
Ya veo que has publicado varios libros, que eres una máquina de escribir, que , en definitiva, eres muy productivo y con mucha imaginación. Y eso es bueno para un escritor. me alegro infinitamente por ello.
En cuanto a mí, he tenido y aún tengo una época de sequía literaria de la que intento salir poco a poco. Ha habido, y aún colean, problemas familiares que han minado mis ganas de seguir adelante. Ya te contaré más detalladamente en algún e-mail.
Abrí el blog con mucha ilusión y espero poder mantenerlo. Me alegra saber de ti de nuevo, amigo. Y me siguen gustando tus blog con las músicas y todo.
Si no es por tu visita, no estaría haciendo este recorrido intenso por tantas historias diferents y tan bien escritas.
Gracia, vuelvo a leer más.
Un abrazo
He buscado un momento con algo de tiempo para leerte. Felicitarte, por la forma que escribes. Me has cautivado en este mundo de letras, esas que tambien manejas que me haces vivir una historia, que refleja el miedo y el terror que conlleva una guerra. Y el sentir de quien está en el frente.
Un verdadero placer leerte y descubrirte
Un cordial saludo
Qué buen relato, Josef! tal cual nos acostumbras... me gustó especialmente ese final, ese punto de inflexión donde el bien, el corazón o el mejor deseo del otro prevalece sobre lo demás.
un abrazo
Me ha encantado el relato, es excelente. Lástima que eso pudo ser real, seguramente lo fue. Magnifico.
Besos
Como siempre, un magnífico relato, Josep.
Me estoy poniendo al día con todos los blogs, ya que estuve unos días de viaje.
Un beso.
Me ha gustado porque he vivido en distintas circunstncias y contexto una historia parecida a esta... narras con mucha diligencia, lo disfrute el relato
Gracias por tu vista Josef, me animas a seguir adelante
Un besote enorme
Ese regreso al hogar resulta esperanzador
Abrazos
Vamos por partes:
En primer lugar que bueno haber dado contigo, me gusta mucho la narrativa y sobretodo este tipo de narrativa. Soy de las de historias de batallas, por mi origen geográfico, en mis historias hay más generales campechanos y gallinazos y esas cosas...pero me he deleitado con tu relato.
y En segundo lugar me has recordado una historia del cazador de nazis, una vez le preguntaron que por qué no olvidaba y seguía con su vida? y él contó que cuando acabó la guerra y él corría hacia la salida hecho un guiñapo de huesos y piojos, vio a un Polaco que corría a su lado en las mismas condiciones y cuando quiso abrazarlo preso de felicidad por seguir con vida, el polaco le escupió el rostro y entonces, él entendió que el peor enemigo del hombres es el mismo hombre... Siempre se ha hablado de la lucha de moros y cristianos pero los relatos que he oído son de cristianos...y los moros???
Un besito.
regresar con vida es toda una esperanza conretada
una nueva forma de vivir la vida
lástima que muchos tardan el resto que les queda en entender el mensaje
y se siguen promoviendo los enfrentamientos armados como solución a los problemas
Gran Cuento Josef
Felicitaciones!!
como para expandirlo y hacerlo novela
Inesperado final, que me brindó algo de alivio, pensé que no se salvaría. En este caso la vida (Dios) le dió una segunda oportunidad.
Besitos,
Bello finál, pero cuanto dolor,
en este mundo de perseguidores y perseguidos.
Tan bien relatado, tan fácil su lectura que atrapa hasta el final, sin pausa.
Un abrazo Moderato dos Josef.
Un gran triunfo para este hombre que pudo huir de esa horrible guerra.
Genial relato.
Un beso
Extradordinario escritor. Sigue adelante.
Besos.
Hola, lo leo este fin de semana y vuevo.
el comienzo me atrapo.
MentesSueltas
Un magnífico relato que nos hace reflexionar acerca de muchas guerras que aún permanecen en la tierra. Me gusta ese final esperanzador. Besos y feliz fin de semana.
Gracias por este relato que nos recuerda la malignidad de las guerras.
Muy buen fin de semana
Te has superado con esta entrada Moderato. He sentido cada una de las palabras que has escrito y he vivido la situación mano a mano con Said.
Una historia sumamente cruda pero tan cierta, tan real, que me ha dejado el corazón acongojado.
Un abrazo
pd: Semejantantes historias las he oído de viva voz de mis padres y abuelos. Un terror.
Siempre la sinrazón de la guerra!
Estupendo relato que me abre la puerta de tu blog. Gracias por permitirme conocerlo.
Un saludo de fin de semana!
Un cuento perfecto y un final "feliz" oportuno para tarde de sabado.
Un abrazo grande!
Una gran y espeluznante historia la que nos cuentas,pero que son realidades
en este mundo ocurren todos los días.
Me encanta tus formas y el blog en general.Por la riqueza literaria que atesora.
Un saludo
Una historia realmente cruenta.
Es historia!
Gracias por compartirlo!!!!
Agradecida por viistas anteriores y decires invito a pasar por mis blogs.
Mis Blogs:
www.walktohorizon.blogspot.com
www.panconsusurros.blogspot.com
www.cuerposanoalamcalma.blogspot.com
www.newartdeco.blogspot.com
www.lasrecetasdelaabuelamatilde.blogspot.com
Dejo
mi cariño y mi paz
Marycarmen
Qué excelente relato.
No sé por qué no se me había actualizado tu blog con esta entrada: lo he vuelto a grabar, a ver si se soluciona el problema.
Saludos.
Josef!!
Cada entrada tuya es un paso más al arte en mayúsculas.
Historia cruel, real, un aliento que se desboca hacia a la desesperación.
Magistral, siento el olor y la sensación del personaje.
Un abrazo maestro.
Una terrible historia, pero con un final feliz. Abrazos.
las historias de redención siempre son emocionantes, quizás porque es lo que siempre buscamos, como metáfira de nuestra propia vida.
Recuerdo que el dictador se hacía acompañar de su sanguinaria Guardia Mora hasta los últimos días. Terrible.
Sí señor, gracias por esta historia excelente contada en el hilo narrativo y en la angustia del personaje. Ha sido un placer. También yo tengo pendiente una historia de una mujer arribada a las costas de mi isla. A ver cuando la saco, se la debo. Abrazos.
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