viernes, marzo 05, 2010
Viaje Accidentado.
Todavía lo recuerdo, apenas era un niño de doce o trece años, pero no lo he olvidado; mi padre era un déspota.
Nací y crecí con el miedo a sus palizas. Nos pegaba con lo que tenía más a mano; unas veces la cubierta de un libro, otras un palo, un zapato, la mayoría se desabrochaba el cinturón y nos calentaba de lo lindo. No hacía falta hacer gran cosa para que su cólera se desatara. Ahora me doy cuenta, sus iras y frustraciones del trabajo recaían sobre nosotros. Todavía lo veo, allí, sentado en la cabecera de la mesa, presidiendo un silencio sepulcral, y a su lado, sobre la mesa, los pedazos del cenicero de cerámica que en nuestras alocadas carreras habíamos reventado mi hermano y yo.
Pero en el fondo no era malo de verdad, solo descontrolado y algo brutal; por desgracia, algunos hombres son así. Parece ser que nos portamos lo suficientemente bien, porque aquel, mi único verano treceañero, decidió llevarnos a un viaje en velero por el Egeo. Supongo que se lo financiaba un laboratorio (mi padre era doctor) porque si no, no sé cómo debió costear semejante despilfarro.
Tras seis horas de vuelo, escala en Roma, y un accidentado viaje en autobús bordeando las colinas del Peloponeso, estábamos allí. Cinco personas en un velero de nueve metros de eslora. Mis padres, nuestro tío Luis, por cierto – algo tirano también, – yo y mi hermano Gregorio, ambos muy nerviosos, revolviéndolo todo.
La cuestión radicaba en saber ¿quién manejaba el velero? Porque mis padres de vela ni plim; en cuanto a mi tío... mejor no hablar: Lo suyo no era realizar esfuerzos físicos. Y encima nuestro guía era un inglés de lo más inglés, de los del “yu spik inglis?” Nadie hablaba un penoso fragmento de ese idioma, y verlos a cada uno tratando de hacerse entender parecía una escena sacada de “La construcción de la Torre de Babel.”
En un par de horas dio la impresión de que mi tío y mi padre entendieron lo que el anglosajón de marras les dijo, arrancaron el motor y salimos. Todavía no recuerdo como nos apañamos para salir a alta mar sin tener ni idea aquella primera vez; pero con gran valor y todo el descaro del mundo, lo conseguimos.
Luego, una vez fuera del puerto, alguien dio orden de izar “la vela al tercio y el foque.” Permanecí paralizado, no tenía idea sobre qué diablos podía ser eso; hasta que mi madre matizó que eran las únicas dos velas que tenía el barquito, y por primera vez sin tener ni idea, me encontré convertido en marinero o grumete, que quizá sea más adecuado dado mi status marinero.
Descubrí que a mi hermano se le daba bien lo de “las velas”, casi todo lo hizo él. Las desplegamos, apagamos el motor y esperamos a que el viento soplara. Pero el viento no sopló. No había una leve pizca de brisa. Yo no tenía idea, pero sugerí que arrancáramos de nuevo. Entonces mi padre se enfureció y se empeñó en que el barco avanzaba cuando apenas se movía a más de cinco centímetros por hora. Mi tío puso los ojos en blanco y ahí empezaron una airada discordia. Mi hermano se puso a pescar y al cabo de un rato estábamos todos, sofocados del calor, pero comiendo pescadito.
Creo que fue hacia las cuatro de la tarde cuando nuestro padre aceptó volver a la realidad: La calma chicha existía. De modo que recogimos las velas, arrancamos el motor y en apenas una hora entrábamos en el puerto de destino. Como es natural los otros seis barcos que nos acompañaban ya estaban todos amarrados y el inglés – ocultando su piel blanca de lechón bajo un gorrito de ala ancha – esperaba sin poder disimular su semblante de cabreo. Pero atracamos bien. Creo que porque ni siquiera fuimos conscientes de que atracábamos.
Los días siguientes la cosa fue mejorando; me refiero a nuestra forma de navegar, no a nuestras relaciones personales. Nuestro tío era otro déspota. Pero no nos pegaba, creo que si tuviera licencia lo haría, en cambio nos insultaba manejando un abecedario rico en palabrotas. Había que verlo deshogándose por las mañanas cuando al bajar de nuestros camastros, sin querer, pisábamos sus pezuñas: ¡Joputas, cabrones, niñatos de mierda! Y etc.... Nuestros papás dormían en el camarote de proa y francamente no sé como resistían. Aquello era un auténtico horno. Por fortuna nosotros estábamos cerca de la escotilla de salida, y a veces, en contadas ocasiones, disfrutábamos de una leve y reponedora brisa.
Cierta noche fondeamos en una isla, junto a una playa preciosa. No sé como mis padres congeniaron con unos belgas chalados, el caso es que se entendieron tanto y tan bien que acabaron todos borrachos saltando por la borda vestidos. Lo cual a mi hermano y a mí nos entusiasmó de tal forma que cuando mi padre subió mi hermano Gregorio, que era bastante temerario, tuvo la ocurrencia de pillarlo desprevenido en el bordillo, y empujándolo por la espalda, lo echó de nuevo al agua. Hay que ver la cara de asesino que llevaba mi padre cuando volvió a subir de nuevo. Y todo delante de los belgas que de las risas pasaron a un silencio despavorido. Aquella vez mi padre se tuvo que aguantar las ganas de propinar un severo correctivo a mi hermano, y de forma forzada, un tanto histérica, recuperó su sonrisa de buen hombre.
Hasta entonces habíamos atracado en los puertos más o menos, de forma correcta. Los verdaderos problemas empezaron en cuanto a mi padre le dio por dar lecciones de atraque.
No recuerdo en qué puerto de qué latosa isla sucedió. La cuestión; fue el no va mas en cuanto atraques. Y encima había gente. ¡El puerto era como un hormiguero de hormigas paralizadas observándonos con inquietante curiosidad! Lo cierto es que, al menos yo y mi hermano, nos sentimos un poco como el blanco de la crítica marinera; mi padre creo que también, pues se dispuso a demostrar su gran genialidad.
Recuerdo que estábamos todavía algo así como por el centro del puerto cuando decidió que echáramos el ancla. Ninguno, ni siquiera mi tío, estábamos seguros de su decisión, pero sus órdenes, bajo pena de aguantar su pataleta o recibir un bofetón, eran sagradas como la Biblia. Le hicimos caso. A continuación, otra de sus agudezas – nadie sabe de dónde sacó aquello de la cuenta atrás – y creo que el despegue de un cohete tiene poco que ver con el amarre de un barco. De pronto su voz resonaba por encima del estruendo del motor mientras contaba o descontaba: Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco... Le advertimos, alguien le advirtió, que pusiera el motor en marcha atrás, pues, de forma recta y precisa, íbamos a estamparnos contra el malecón, donde inquieto, pero con mirada implacable, aguardaba Neison el británico.
La maniobra fue maestra. Entre gritos excitados y el temor de estrellarnos mi padre cambió a marcha atrás. Mientras tanto el barco redujo su velocidad y fue acercándose de forma delicada hacia el malecón. Estaría a un metro cuando detuvo el motor. En ese instante, confiado, Neison agarró el barco por la proa. Como sincronizada, en ese momento la cuerda del ancla alcanzó su longitud, con lo cual el velero se detuvo a un metro exacto de la escollera, dejando al inglés con los pies en tierra y los brazos estirados sobre la barandilla de proa, farfullando exabruptos en su idioma. En eso a mi padre no se le ocurrió mejor idea que meter de nuevo la marcha atrás, con lo cual el barco se alejó y el inglés quedó colgando de proa. Pero como era un hombre atlético, tras un esfuerzo logró trepar a cubierta. Llegó hasta la posición de mi padre y blasfemando como un león enfurecido, lo apartó de un empujón y logró atracarnos ante la diversión de un público que acababa de presenciar un espectáculo gratis.
Si mi padre estaba colorado por la vergüenza, a su lado el inglés, parecía un tomate maduro.
Lo miró de forma azorada, y le dijo.
“¡Zank yu!”
A lo cual el inglés le respondió.
“¡Fok yu!”
Y ahí finalizó su primer capítulo de amistosa relación con el mundo anglosajón.
El resto del viaje fue pan comido.
José Fernández del Vallado. josef, marzo 2010.
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¡Qué final! No me extraña...
Impresionante relato un placer visitarte
gracias por tus comentarios
un beso
Parece emás bien el crucero del terror. Qué triste experiencia para un niño de trece años. Cuanta bronca y dolor todavia guarda adentro...
Lo siento de veras.
Toda Grecia es Bellísima y las Islas encantadoras (aún cuando hoy esté pedaleando en la UE) pero no así...
No se si será así, pero no logro aceptar lo de las palizas, esto es muy triste y ojalá sea ficción. Por lo demás disfruté a lo grande la travesía, cada detalle que describes. El final buenísimo. Me encantó. Un fuerte abrazo.
Qué buen relato... tremenda suerte que no hubiera viento el primer día navegando en velero sin saber de navegación :)
abrazo y buen fin de semana
Lindo escrito, toda una aventura amigo, cada ves tus escritos estan mas envueltos en suspenso y accion me gusta, felicidades!!!
pues apesar de todo....hemos viajado contigo...y con el protagonista..
hasta hemos viajado al dolor del recuerdo...
un abrazo
que aventura!!
llena de misterio y suspenso..
felicitaciones!
siempre deslumbras con tus relatos.
un abrazo
He podido imaginar claramente la cara de pillo de tu hermano al empujar a tu padre por la borda, y ni hablar de como tuvo que contenerse tu papá!
Recordar es volver a vivir! y con el tiempo aún los recuerdos ingratos se vuelven gratos!
Besitos,
Muy buen relato. Te invito a mi blog de relatos breves que es bastante nuevo.
www.tintaquecorreshanty.blogspot.com
Siempre es un placer leerte, escribes precioso.
Abrazos.
Que gran relato Josef. He podido incluso vivirlo.
Muuuuuacks!
¡Cuantos niños hay que quedan marcados de por vida por padres tiranos!
Besos y buen fin de semana
Las palizas de la infancia se traducen invariablemente en traumas.
Estupendo relato, Josef, como siempre :D
Un beso
Tan pequeñito y conoció tanto de lo terrible del mundo.
Porque no hay, no existe peor déspota que el propio padre. Ni siquiera el más grande tirano de la historia puede hacerle sombra...porque el vínculo lo agrava, porque marcan el alma para siempre.
Besos José, como siempre, un muy buen trabajo!
cómo duele...me impresionó
me enredé en tus letras, que me maravillan
Un beso enorme
Querido amigo Josef, sé que esas secuelas perduran por siempre...y la imagen paterna queda hecha trizas...sé de lo que hablas porque lo veo en mi consulta. De hecho, hoy adulta lo vives tan real como si hubiera sido ayer...
Me dificulta mucho entrar a tu blog, había estado por decírtelo, es un tanto pesado - parece para mi pc - ahora me quedé esperando subir un comentario como unos 5 minutos aproximados, más que quería leerte completo....
Bueno, hoy quise quedarme lo que fuera necesario para dejarte mis agradecimientos por tus visitas amorosas, expresendo cariño, solidaridad y compañía... que es lo más importante...
Vengo con mis brazos abierto, a que me abraces y abrazarte...
Ay amigo, falta nos hace a todos hoy... cuántos no alcanzaron a hacerlo, ni a mirarse a los ojos.
Fueron tres minutos....lo dice tan bien Lully al desnudo, la conoces, por eso te lo digo...
José...GRACIASSSSSSS!!
Ali
p.d. por cierto aprovecho esta música tuya que me fascina...gracias porque tu blog es un regalo... tener paciencia nomás...jajaja
Jaja, y luego dicen de las aventuras de ´D. Quijote... Eso es que no han leído las de tu "caballero navegante"
¿También sabes de navegación?
Un abrazo
Che en serio la verdad parece una de esas pelis de capitanes sádicos, que jodido todo lo que contás, para colmo siendo adolescente, espero que hayas podido digerir todo eso y estoy seguro que sos una persona diametralmente opuesta a lo que tuviste que vivir.
Te mando un abrazo fuerte
Un viaje así podría ser una gran aventura para unos niños, ahora lo de las palizas... :-( Muy buena la respuesta final del inglés, jajajajaja!!!
Besos felinos.
Fuera como fuese ese viaje, todo vale con tal de disfrutar del paisaje y de la libertad de las Ελληνικά νησιά... aunque reconozco que son mi debilidad.
Un abrazo
Es inmensurable la crueldad que puede ejercer un padre, duele para toda la vida.
Algunos seres no saben donde poner el "poder".
Lo abrazo Josef.
Tu blog es un viaje, es un va y ven ...
Fuí a Grecia, a las islas griegas en crucero, y es hermosa, ese azul y blanco, es precioso.
Un beso.
Tu imaginación no tiene límites. Es buena cosa sorprender a los lectores en la ruleta rusa de tu increíble blog.
Me gustan tus escritos, y por eso vengo con mucha frecuencia.
Un beso, amigo.
Muy pocos ven los grados de separación que hay entre un acontecimiento y otro... pero a veces las cosas pasan porque tienen que pasar...
Besicos
El relato, aunque bebe de la tristeza del niño maltratado, está genial, es rápido y engancha. Me ha gustado. Agradecer también tu apoyo y palabras de aliento, de alguna manera te he transmitido que las necesito.
Gracias. Un abrazo.
El relato, aunque bebe de la tristeza del niño maltratado, está genial, es rápido y engancha. Me ha gustado. Agradecer también tu apoyo y palabras de aliento, de alguna manera te he transmitido que las necesito.
Gracias. Un abrazo.
Me ha encantado el relato, es muy bueno. Un beso
Josef, amigo mío gracias por preguntar. A pesar de que donde vivo el remezón se sintió fuerte (grado 7.algo), lo peor estuvo 500km al sur. En mi hogar solo un par de adornos que cayeron, pero nada que lamentar gracias a Dios.
Gracias por la preocupación,
Un abrazo!
Jose Luis
Aunque duro por la visión de un adolescente,le supiste dar el giro oportuno para que me gustase¡¡genial!!
Besos de regreso.
Morgana.
Buen relato aunque me ha traído malos recuerdos.
Saludos.
Buen relato, Josef, tu imaginación es imparable.
Viaje profundo y lejos...y me llevas...
Un abrazo
Vaya... amigo mio... que bonito relato marinero...
Dominas todas las artes...
Enhorabuena...
Abrazos amigo Josef...
Admito que, pese a la dureza del relato, no he podido evitar soltar una enorme carcajada al leer ese 'fuck you' jaja
Un saludo.
Entre el drama de un adolescente maltratado y una carcajada final.
Excelente
No sé si tu relato es ficción o realidad, lo que sí me pareció es que está muy bien escrito y es un claro retrato de un 'padre patrone'. Un abrazo
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