El Parque brilla con las primeras luces del alba, la escarcha cristaliza sobre la vegetación y transmuta los árboles que me envuelven en un quebradizo palacio de hielo.
He salido fuera, a respirar un poco de aire y a permanecer ¿al lado de ella? Tal vez. Me enciendo un cigarro mientras recuerdo que cuando estábamos en el “Terra” ni siquiera tomamos una copa. Pero para qué si ya no quedaba nada entre nosotros.
Contemplo su rostro violáceo, hace instantes me hacía una felación. No pude soportarlo, se parecía demasiado a Gabriela, incluso en la sonrisa forzada y en las mentiras. Ahora es sincera de verdad, la muerte no es traicionera, sino sincera, cumple su eterna promesa: Terminar con el ciclo. Y para bien o para mal, su ciclo se ha cerrado.
Su cuerpo es delgado, la cara redonda, sus piernas largas y pulidas. Pero lo que más me fascina son sus manos, de dedos finos y delicados. Y qué tipazo. Se ponga lo que se ponga siempre le quedará bien. El pelo es castaño y la nariz un poco chata y cielos, es tan guapa ¡guapísima! Aunque quizá esté demasiado flaca. Quizá no sea mi tipo, me digo mientras trato de consolarme. La dejo. Me voy... Pero de golpe, un impulso irrefrenable embriaga mis sentidos y me obliga a dar media vuelta, y a la carrera, con el corazón palpitando, acudo a verla otra vez. Sigue ahí. Pero ya no sonríe ni habla. Y los pendientes que le regalé hace unos instantes, siguen estando a su lado; sobre la piedra dónde los dejó. Para ella sólo eran... ¡baratijas! Claro, no me quería. Debía detestarme. Y es por eso que me vi obligado a echarle una mano. ¡No! No podía dejarla así: Sola, desprotegida y tan desdichada. Bajo esas tres farolas. Con esas arpías que dicen ser “sus amigas.” ¡Cínicas! Me revientan esas putas. Pero sobre todo no podía permitir que cuando yo ya no esté, cualquier individuo sin escrúpulos, la embauque. Aunque hay algo que todavía no entiendo. Y por más y más vueltas que le doy continúo sin comprender. ¡NO SÉ! cómo a pesar del cariño y calor que les doy, mis regalos, y a que siempre trato de amoldarme a las circunstancias – sean duras o aceptables – por las que atraviesan, acaban todas... odiándome.
Vuelvo al coche. Arranco y pongo música, apago y vuelvo a encenderla. Ha sido una mala noche. Conduzco como una máquina sin rumbo. ¿Hacia dónde? Hacia la nada. Pero... ¿estoy en la nada? Sí, tal vez. Adiós, le digo. Adiós, me contesta su voz desde dentro. Siento las manos entumecidas, mi boca expulsa vaho, conduzco hasta el parking de Vicálvaro. Entro en la estación de cercanías. Recojo el billete que sale de la ranura con gesto ausente y mientras me dirijo al andén, escucho los chirridos metálicos de las compuertas de entrada. Me acomodo tumbado en un banco, me siento viejo y cansado. La entrevista es a las ocho y cuarenta y cinco. Un vaivén brusco y breve, el sonido férreo “traca trak” del arranque. Al otro lado, risas, entrecortadas y tímidas, las primeras del día...
Doce minutos después, me dispongo a descender los peldaños en la estación del Pozo de Vallecas, hay un fogonazo y algo o todo, tiembla con violencia. Trato de agarrarme a los soportes metálicos de la entrada y salen disparados, volando ante mis ojos asombrados. Suceden dos, tal vez tres segundos, poco más; y todo ha terminado. De forma inexplicable, el único o lo único que aún sobrevive en pie a la brutal deflagración, parezco ser yo.
Luego viene el caos. La policía, bomberos, sanitarios y demás voluntarios. Me someten a un chequeo. Y nadie ¡nadie! se explica cómo no presentó un rasguño; es más, es como si no hubiera estado, o como si una fuerza misteriosa y protectora me pusiera a salvo del desastre.
Tengo tiempo y llego a la entrevista. La mujer que me interpela es bonita, permanece atenta y nerviosa a las noticias, y pasa por alto detalles que podrían resultar engorrosos, como el que resalta mi ficha, remarcando que tras cumplir pena de cinco años por robo con estupro, acabo de ser dado de alta en prisión. Pero me he reinsertado.
Minutos después, sin el menor rastro de emoción, acojo una noticia extraordinaria. Recibiré del gobierno una ayuda económica por daños y perjuicios en el terrible atentado terrorista de este jueves, once de marzo, del año dos mil cuatro.
José Fernández del Vallado. Dic josef. 2008.
He salido fuera, a respirar un poco de aire y a permanecer ¿al lado de ella? Tal vez. Me enciendo un cigarro mientras recuerdo que cuando estábamos en el “Terra” ni siquiera tomamos una copa. Pero para qué si ya no quedaba nada entre nosotros.
Contemplo su rostro violáceo, hace instantes me hacía una felación. No pude soportarlo, se parecía demasiado a Gabriela, incluso en la sonrisa forzada y en las mentiras. Ahora es sincera de verdad, la muerte no es traicionera, sino sincera, cumple su eterna promesa: Terminar con el ciclo. Y para bien o para mal, su ciclo se ha cerrado.
Su cuerpo es delgado, la cara redonda, sus piernas largas y pulidas. Pero lo que más me fascina son sus manos, de dedos finos y delicados. Y qué tipazo. Se ponga lo que se ponga siempre le quedará bien. El pelo es castaño y la nariz un poco chata y cielos, es tan guapa ¡guapísima! Aunque quizá esté demasiado flaca. Quizá no sea mi tipo, me digo mientras trato de consolarme. La dejo. Me voy... Pero de golpe, un impulso irrefrenable embriaga mis sentidos y me obliga a dar media vuelta, y a la carrera, con el corazón palpitando, acudo a verla otra vez. Sigue ahí. Pero ya no sonríe ni habla. Y los pendientes que le regalé hace unos instantes, siguen estando a su lado; sobre la piedra dónde los dejó. Para ella sólo eran... ¡baratijas! Claro, no me quería. Debía detestarme. Y es por eso que me vi obligado a echarle una mano. ¡No! No podía dejarla así: Sola, desprotegida y tan desdichada. Bajo esas tres farolas. Con esas arpías que dicen ser “sus amigas.” ¡Cínicas! Me revientan esas putas. Pero sobre todo no podía permitir que cuando yo ya no esté, cualquier individuo sin escrúpulos, la embauque. Aunque hay algo que todavía no entiendo. Y por más y más vueltas que le doy continúo sin comprender. ¡NO SÉ! cómo a pesar del cariño y calor que les doy, mis regalos, y a que siempre trato de amoldarme a las circunstancias – sean duras o aceptables – por las que atraviesan, acaban todas... odiándome.
Vuelvo al coche. Arranco y pongo música, apago y vuelvo a encenderla. Ha sido una mala noche. Conduzco como una máquina sin rumbo. ¿Hacia dónde? Hacia la nada. Pero... ¿estoy en la nada? Sí, tal vez. Adiós, le digo. Adiós, me contesta su voz desde dentro. Siento las manos entumecidas, mi boca expulsa vaho, conduzco hasta el parking de Vicálvaro. Entro en la estación de cercanías. Recojo el billete que sale de la ranura con gesto ausente y mientras me dirijo al andén, escucho los chirridos metálicos de las compuertas de entrada. Me acomodo tumbado en un banco, me siento viejo y cansado. La entrevista es a las ocho y cuarenta y cinco. Un vaivén brusco y breve, el sonido férreo “traca trak” del arranque. Al otro lado, risas, entrecortadas y tímidas, las primeras del día...
Doce minutos después, me dispongo a descender los peldaños en la estación del Pozo de Vallecas, hay un fogonazo y algo o todo, tiembla con violencia. Trato de agarrarme a los soportes metálicos de la entrada y salen disparados, volando ante mis ojos asombrados. Suceden dos, tal vez tres segundos, poco más; y todo ha terminado. De forma inexplicable, el único o lo único que aún sobrevive en pie a la brutal deflagración, parezco ser yo.
Luego viene el caos. La policía, bomberos, sanitarios y demás voluntarios. Me someten a un chequeo. Y nadie ¡nadie! se explica cómo no presentó un rasguño; es más, es como si no hubiera estado, o como si una fuerza misteriosa y protectora me pusiera a salvo del desastre.
Tengo tiempo y llego a la entrevista. La mujer que me interpela es bonita, permanece atenta y nerviosa a las noticias, y pasa por alto detalles que podrían resultar engorrosos, como el que resalta mi ficha, remarcando que tras cumplir pena de cinco años por robo con estupro, acabo de ser dado de alta en prisión. Pero me he reinsertado.
Minutos después, sin el menor rastro de emoción, acojo una noticia extraordinaria. Recibiré del gobierno una ayuda económica por daños y perjuicios en el terrible atentado terrorista de este jueves, once de marzo, del año dos mil cuatro.
José Fernández del Vallado. Dic josef. 2008.
38 libros abiertos :
No descarto que pudiera ser real.
Que horror me ha vuelto al leerlo.
Que pena. Pobre gente.
Saludos.
Que quieres que te diga es brutalmente hermoso.
Como has contado todo tan magistralmente desde los pensamientos de él, como nos hemos sentido cómplices de sus actos.
Uff, tremendo
Habiendo muerto tantos inocentes aquel funesto día, no me extraña que se salvara un culpable... así es nuestro mundo de injusto...
Muy bien relatado Josef, un beso.
Terrible, e injusto, nada, nada bajo ningún concepto justifica la violencia, pero el relato fantástico. Un abrazo.
Relatado con la maestría
que te caracteriza,
no escapa la injusticia
ni supera la
belleza que en ti inicia
pero jamás acaba.
besos,te envío
postal a casa
Me has dejado mudo, un relato terrible, cientos de inocentes muertos y un culpable vivo...
Es ficcion pero.......cuesta leerlo.
Un saludo amigo, cada vez me enganchas mas a tus "cuentos".
Terriblemente injusto, Jose. Pero en contradicción con lo excelente de tu relato. Me quedo con ese sabor agridulce. Un abrazo.
Dramatico...para unos fué el fin del trayecto, para uno el principio de una nueva vida.
Besos y amor
je
Hasta lo más desgarrador lo haces hermoso. Tú sí que eres un GENIO. ¡Qué Poe se están perdiendo esto dichosos editores!
Un abrazo
Dios mío.
Recuerdos muy dolorosos.
Todo es posible...
Un beso
las cosas suceden así: en medio de lo cotidiano
no se qué decirte..
a mi me remueves por dentro,
me encogen el pecho tus escritos.
consigo visualizar cada detalle,
cada expresión y cada gesto.
incluso la luz quellas farolas.. temblorosa.. tenue.. recortando sus siluetas.
no se.. no se que decirte..
no quiero que sea verdad, no quiero ese final ni esa trágica realidad que por desgracia no es parte de un relato que alguien escribió.
no te quiero alli, te quiero sentado bajo la luz de las farolas, mirando su pelo ondulado bailar con el aire, bebiendo de su risa y sus miradas, contagiándote con su complicidad.
es bonito leerte,
porque me voy contigo y me transportas a cada lugar que dibujas con tus palabras.
en fin, una maravilla.
tu sueño se cumplirá.
un abrazo..
Gélida forma de tratar con la muerte...
Me has retrotraido hacia aquel 11 de marzo maldito, ese día me dormí y no cogí el tren por suerte, de no ser así, pudiera haberme tocado a mi...
Un abrazo amigo. Marea@
Hola vecino..por fin puedo acceder y poner un comentario..
Un día desgarrador para muchos y que decir de tu relato intenso..como siempre es todo un placer poderte leer
Un café???..Pero hoy en otro lugar
un poquito mas lejos pero no mucho
http://skyscraper2.blogspot.com/
te espero..con cambios..jajaja
Llevo intentando varias horas ponerte un comentario, pero no me deja mi pesima conexión.
Es desgarradoramente gráfico, me ha recordado a la canción "jueves" de la oreja de Van gohg, dedicada al mismo tema. Un beso
La realidad siempre supera la ficción;).. Bonito relato¡¡¡:)
Un besoooo
Excelente relato, pero a veces pareciera que dios està del lado de la injusticia.
¿Tantos muertos y un premiado pecador?
Besos y muchas felicidades♥
se salva este relato porque ha sido contado con la maestría que te caracteriza.....sino.......tanta violencia y un premio al culpable!!!!!
gracias por haberlo narrado así.............de pluma de otro, no creo haberlo leído!!!!!
un abrazo querido poeta.
Terrible, como la vida misma. Conseguiste erizare el vello e, incluso, que la rabia asomara por mi ventana.
Mil besos.
Buen texto. Excelente.
Abrazos
Yo al protagonista no lo veo tan culpable o malo pese a ver salido de la carcel por un hurto o por estar con una prostituta.. una prostituta que el intentó tratar con ternura y tener detalles con ella..Eso nos da a conocer la parte buena de él..Se salvó porque se tenía que salvar..Sino fuera porque a ti no te imagino salido de la cárcel y esas cosas diría que lo has vivido tu mismo por como lo cuentas de bien...
Eres un genio de las letras... besos
Muy duro el relato. Puede ser una imaginación y muchas realidades.
¡Es la vida!
Muy bien expresado, con mucha dureza..
Injusticias asi se repiten dia tras dia. Me has dejado sin palabras con tu relato. Brutalmente real.
Besos!
Un tipo con suerte, con demasiada suerte y sangre fría.
Excelente relato, con el ritmo justo.
Abrazos :)
Se me ha encogido el estómago al recordar todo aquello. Funesto día. La de vidas rotas en ese tren.
Muy bien relatado, tan duro, injusto y real como la vida misma.
Besitos
a aquel día ninguno de nosotros fue inmortal
un abrazo
Increible tu relato, Moderato...real, duro y bien narrado.
Un abrazo
La muerte siempre esta tan segura de ganarnos que nos da toda una vida de ventaja....
Un abrazo Moderato, gracias por estar siempre, le abrazo cálidamente... y FELIZ NAVIDAD!!!
Espectacularmente bien escrito, lo viví como si lo estuviera relatando yo.
Felicitaciones! por este relato... vi hasta el vaho que exalaba...
Bsss. y felcies fiestas!! Y feliz año 2009!! Lo mejor para vos y que nos sigamos visitando durate el año que viene.
Venia a agradecerte de corazón
tus tiernas palabras
Gracias Josef
Un beso
Te apetece un café??
Relatas como nadie... fantastico...
Abrazancos
Describes excelente y escribes de la misma manera. Me ha calado hondo. Mucho. Un abrazo
Como lo haces...??? se nota que amas lo que haces..
bello atrapante.. siempre algo nuevo.
besotes.
todo el relato fue una película dentro de mi cabeza, Excelente!!!
No hay justicia. El delincuente libre y con plata, el trabajador muerto, destrozado por manos criminales ese día terrible...
Un gusto leerte!
Abrazos
Como que pasaron muchas cosas el mismo dia.
Un abrazo
M.
Un relato don el castigo de años por robo,fue galardonado en un accidente increible salido ileso.
Mas que eso,injusto o no,fueron los detalles en si de tu historia.
cariñusss Josef...sorry mi ausencia injustificable.
beshu.
Yo, si he entendido el relato, he podido revivir el horror del fatídico día, pero no creo que se salvó un culpable, nadie es culpable dos veces, pagó, estaba limpio y se merecía tanto como cualquier otro sobrevivir. Ojala no hubiera pasado, ojala...
Un saludo lindo. SALUDO y no salido como te saludé la penultima vez Jijiji! Perdón..
No es cuestion de fingir la felicidad... Es cuestión de tratar de ser igual que resto, cuando sabes que eres diferente, es cuestión de fingir una forma de vida, que estoy de acuerdo contigo en que no es buena idea...
Un abrazo (precioso relato)
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