Madrugada; seis en punto: -2º C. Una furgoneta Renault se detiene ante un edificio en construcción. Un operario comienza a descargar sin ayuda hasta veinte sacos de cincuenta kilos cada uno de argamasa. Termina, se detiene un instante, enciende un cigarro, da unas caladas, coge una pala y de un montón grande de arena separa otro más pequeño. A continuación, con un cuchillo, toma un saco de cemento y lo rasga por su parte superior. Lo coge, lo vuelve y lo vacía sobre la tierra. Se detiene un instante, la pala aferrada a las manos, la cara desencajada, suda a borbotones. No abre la boca mientras remueve la mezcla de cemento arena grava y agua; es adulto, peón de albañil experimentado. Al cabo de un rato aparecen cuatro más, saludan y se van a otras áreas de la construcción. Pasadas unas horas, continúa, y la gente comienza a circular por la calle, con prisas, nadie le presta atención. Amasa el cemento que servirá para construir el hogar que cobije a los desempleados en paro, los policías, los estudiantes universitarios, los jubilados, los futuros atracadores, y en los pisos más caros, algún industrial que vivirá del pelotazo y follará con una vedette del porno.
A la una y media finaliza de construir un tabique, se detiene mira el reloj, da un silbido y todos se dirigen a la casa de comidas: “El Pavo Asado.” Piden el menú del día: De primero, huevos fritos con patatas y chorizo, de segundo, chuleta de cerdo con tomate. De postre helado de vainilla, café y copita de brandy, invitación de la casa. Fuman, ríen y hablan sobre partido de la tarde y lo que ganan los del fútbol. A las dos y media ya están de nuevo en faena. A las siete de la tarde Pere, Yayo, Mjemet y Rukas, finalizan; Manolo prosigue hasta las ocho y media, cobra horas extras.
A la una y media finaliza de construir un tabique, se detiene mira el reloj, da un silbido y todos se dirigen a la casa de comidas: “El Pavo Asado.” Piden el menú del día: De primero, huevos fritos con patatas y chorizo, de segundo, chuleta de cerdo con tomate. De postre helado de vainilla, café y copita de brandy, invitación de la casa. Fuman, ríen y hablan sobre partido de la tarde y lo que ganan los del fútbol. A las dos y media ya están de nuevo en faena. A las siete de la tarde Pere, Yayo, Mjemet y Rukas, finalizan; Manolo prosigue hasta las ocho y media, cobra horas extras.
Cuando termina, monta en la furgoneta, sale del centro y se dirige hasta su piso en la localidad de Rivas Vacía Madrid, a diecisiete kilómetros, por una carretera accidentada y de noche.
Llega a su casa a las nueve y media, el partido ha empezado. Abre la nevera que hay en el salón – no cabe en la cocina – coge unas latas de cerveza, malhumorado vocifera a su cónyuge y exige la cena.
Svetlana, su mujer, acaba de volver del taller de costura donde lleva todo el día enfrascada. Trabaja sin contrato, no tiene papeles, es búlgara, a fin de mes recibe lo suficiente para pagar el colegio privado de su hijo Manuel, de seis años. Entre semana, Nadia, su hermana, se ocupa del niño durante la mayor parte del día. Acaba de recoger al hijo y acostarlo, pero con las prisas y el temor a su marido, al preparar la pescadilla rebozada, una gota de aceite estalla y le quema una mano.
Hambriento, Manolo o Manuel, padre, entra en la cocina y sorprende a Svetlana sentada sobre el taburete observándose la quemadura. Furioso, le pregunta.
- ¿Y qué tontá te ha ocurrido ahora?
Sin contestar ella le muestra la ampolla en la mano. Manuel o Manolo libera una carcajada de burla y dice.
- ¿Sólo es eso? ¿Tan floja soi la puta extranjera?
Y prosigue.
- Deso colecciono yo. ¡Mira!
Y le enseña con orgullo sus palmas cubiertas de ampollas. Luego continúa.
- Nunca serás capá de ser una muje como Dio manda ¿verdá?
Le agarra de un brazo, la obliga a levantarse, y le da un par de bofetadas. Luego, declara.
- Vamo. Terminaya de haceme la cena. ¡La quiero ahora mimo!
Y se retira al pequeño salón donde el voceo del comentarista y el clamor de fondo de la multitud martirizan el ambiente.
Svetlana se inclina, apoya los codos sobre el tablero de la cocina, baja la cabeza, y se mesa los cabellos mientras gime. Es jueves, lleva trabajadas más de sesenta horas semanales, los tranquilizantes y ansiolíticos ya no le hacen efecto y por las noches no puede dormir, tiene miedo y una depresión aguda. Tampoco ha ido al médico. No tiene seguridad social y no puede permitirse el lujo de pagarse un médico de cabecera. Desde el salón escucha un eructo y la voz de su marido exige de nuevo:
- ¡Puta! ¿Está lista esa cena o qué?
Y entonces comienza a pensar... ¿o no piensa? Lo realiza de forma mecánica ¿o instintiva? Coge la sartén por el mango y finaliza de elaborar el pescado, deposita el plátano, el yogurt y el vaso de zumo. De forma rápida y nerviosa, su mano se introduce en el bolsillo de sus vaqueros y saca el bote de tranquilizantes, toma cuatro pastillas y las vierte en el vaso; sale de la cocina y se detiene. Embobado por el partido, él alarga una mano y sin siquiera mirar, toma la bandeja con los alimentos. De pronto se gira de reojo, se fija y algo en su mirada se congela. No se mueve y su expresión cambia. Muy bajo, con mucho cuidado, murmura:
¿Eh..? Svetlana ¿Te pasa algo?
Ella tiembla, niega mediante un gesto espasmódico. Él se fija en sus ojos, no los reconoce. No son los de la Svetlana dulce que conoció; ni los de la enamorada que le amó; ni siquiera encuentra rastros de afecto, en cambio cree intuir un desamor profundo, visceral. Tampoco son los de una puta indefensa, sino los de una mujer embargada por el odio, pero sobre todo el miedo y el resentimiento.
Ambos permanecen en silencio, observándose, descubriéndose; distintos y extraños, en el tiempo, en los conceptos y en la vida. ¿Podría haber solución al problema? Tal vez hace algún tiempo; ahora, ya no...
Un rato después Manolo o Manuel balbucea: ¡gol! Profiere un gritito suave y un lejano “Hala Madrid”que apenas se oye surge de sus labios y se pierde en el aire enrarecido de la estancia. Entra en un profundo sopor, no puede ver, no puede oír, atrapado en un sueño inevitable...
Svetlana, lo evita, saca al niño de la cama y lo arropa. Sale a la calle y llama un taxi. Se dirige a la estación de autobuses y con el dinero que ha ido ahorrando, obtiene unos billetes para Bulgaria.
José Fernández del Vallado. Josef 2008.
Llega a su casa a las nueve y media, el partido ha empezado. Abre la nevera que hay en el salón – no cabe en la cocina – coge unas latas de cerveza, malhumorado vocifera a su cónyuge y exige la cena.
Svetlana, su mujer, acaba de volver del taller de costura donde lleva todo el día enfrascada. Trabaja sin contrato, no tiene papeles, es búlgara, a fin de mes recibe lo suficiente para pagar el colegio privado de su hijo Manuel, de seis años. Entre semana, Nadia, su hermana, se ocupa del niño durante la mayor parte del día. Acaba de recoger al hijo y acostarlo, pero con las prisas y el temor a su marido, al preparar la pescadilla rebozada, una gota de aceite estalla y le quema una mano.
Hambriento, Manolo o Manuel, padre, entra en la cocina y sorprende a Svetlana sentada sobre el taburete observándose la quemadura. Furioso, le pregunta.
- ¿Y qué tontá te ha ocurrido ahora?
Sin contestar ella le muestra la ampolla en la mano. Manuel o Manolo libera una carcajada de burla y dice.
- ¿Sólo es eso? ¿Tan floja soi la puta extranjera?
Y prosigue.
- Deso colecciono yo. ¡Mira!
Y le enseña con orgullo sus palmas cubiertas de ampollas. Luego continúa.
- Nunca serás capá de ser una muje como Dio manda ¿verdá?
Le agarra de un brazo, la obliga a levantarse, y le da un par de bofetadas. Luego, declara.
- Vamo. Terminaya de haceme la cena. ¡La quiero ahora mimo!
Y se retira al pequeño salón donde el voceo del comentarista y el clamor de fondo de la multitud martirizan el ambiente.
Svetlana se inclina, apoya los codos sobre el tablero de la cocina, baja la cabeza, y se mesa los cabellos mientras gime. Es jueves, lleva trabajadas más de sesenta horas semanales, los tranquilizantes y ansiolíticos ya no le hacen efecto y por las noches no puede dormir, tiene miedo y una depresión aguda. Tampoco ha ido al médico. No tiene seguridad social y no puede permitirse el lujo de pagarse un médico de cabecera. Desde el salón escucha un eructo y la voz de su marido exige de nuevo:
- ¡Puta! ¿Está lista esa cena o qué?
Y entonces comienza a pensar... ¿o no piensa? Lo realiza de forma mecánica ¿o instintiva? Coge la sartén por el mango y finaliza de elaborar el pescado, deposita el plátano, el yogurt y el vaso de zumo. De forma rápida y nerviosa, su mano se introduce en el bolsillo de sus vaqueros y saca el bote de tranquilizantes, toma cuatro pastillas y las vierte en el vaso; sale de la cocina y se detiene. Embobado por el partido, él alarga una mano y sin siquiera mirar, toma la bandeja con los alimentos. De pronto se gira de reojo, se fija y algo en su mirada se congela. No se mueve y su expresión cambia. Muy bajo, con mucho cuidado, murmura:
¿Eh..? Svetlana ¿Te pasa algo?
Ella tiembla, niega mediante un gesto espasmódico. Él se fija en sus ojos, no los reconoce. No son los de la Svetlana dulce que conoció; ni los de la enamorada que le amó; ni siquiera encuentra rastros de afecto, en cambio cree intuir un desamor profundo, visceral. Tampoco son los de una puta indefensa, sino los de una mujer embargada por el odio, pero sobre todo el miedo y el resentimiento.
Ambos permanecen en silencio, observándose, descubriéndose; distintos y extraños, en el tiempo, en los conceptos y en la vida. ¿Podría haber solución al problema? Tal vez hace algún tiempo; ahora, ya no...
Un rato después Manolo o Manuel balbucea: ¡gol! Profiere un gritito suave y un lejano “Hala Madrid”que apenas se oye surge de sus labios y se pierde en el aire enrarecido de la estancia. Entra en un profundo sopor, no puede ver, no puede oír, atrapado en un sueño inevitable...
Svetlana, lo evita, saca al niño de la cama y lo arropa. Sale a la calle y llama un taxi. Se dirige a la estación de autobuses y con el dinero que ha ido ahorrando, obtiene unos billetes para Bulgaria.
José Fernández del Vallado. Josef 2008.
46 libros abiertos :
Me has dejado sin palabras, que dureza, que vida mas destrozada, que futuro sin futuro, que lastima de mentalidades retrogradas y anormales.
¿Por que el ser humano pierde un dia de repente el corazon?.
Por que perdemos el amor?.
Por que perdemos los sentimientos, la humanidad, el respeto, el cariño???.
Preciosa entrada, muy dura, muy real pero que nos hace pensar.
Un saludo amigo
Tu relato esta lleno de dureza y crudeza, Jose. Me gustan las partes descriptivas en el trabajo y los detalles minuciosos. También me gusta que adaptes el lenguaje coloquial en las partes de diálogo dotándolas de una mayor credibilidad. La historia es dura, pero de sobra conocida, por desgracia. Lo único bueno de ella es que Svetlana se marcha de esa casa de regreso a su país y no en una caja hacia las entrañas de la tierra. Abrazos.
Bien por ella.
Ya está bien de aguantar cafres, y por mucha denuncia que ponga nadie le va a garantizar que un día no la mate.
Escribes tan bien que me haces tomar partido.
Saludos.
La leí por la radio, espero que la escucharas.
Un abrazo
Aaaaah he terminado con un nudo en la garganta, pero feliz que Svetlana haya tomado la decisión.
como siempre tus textos son subyugantes.
un abrazo
Desgarrador, terrible no hay nada peor que la violencia doméstica. Moderato hace rato que te vengo leyendo o en realidad hace poco tiempo que te leo mucho, sos para mi el mejor escritor que conozco en la web, te felicito y me gusta cuando veo en mi blogroll que has ingresado un nuevo post son siempre de una calidad excepcional como este.
Abrazo
Que terrible!!! que triste es eso de que te llamen puta! o algún otro descalificativo...te baja tanto el autoestima que despues terminas creyendo que te lo mereces todo...en fin.... muy buen relato....
Un beso!
me sorprendio el final..
:)
Besos.
Precioso relato Moderato...pero se me ha encogido el corazón, imaginandome la escena.
Insisto, muy bonito.
Menos mal que Svletana, al final, huyó...
Un abrazo!
Hola Moderato, aparte de que últimamente tengo más ajetreo con el mundo real, he tenido problemas
con mi ordenador y hasta que lo arreglen escribo cuando puedo
(y me dejan) desde el ordenador familiar, por lo que no puedo actualizar ni visitar con la misma frecuencia.
He leído algunos relatos tuyos, con algo de retraso desde tu visita a mi blog, pero nunca es tarde y agradezco haber conocido tu escritura.
Muchos besos
Josef, me quedé sin habla. Una realidad tan cruda y que ocurre en tantos hogares, que triste vivir así , constantemente insultada y humillada. Creo que hizo bien en huir, y queda en nuestra imaginación cual fue el fin de él.
Besos y que pases un lindo fin de semana!
Hay tanto de esto por el mundo, verdad???
Me ha gustado mucho como has desarrollado la historia, es muy bueno.
Un abrazo
mj
Por un momento pensé que Manolo o Manuel iba a reaccionar ante ese cruce de miradas... pero ese ¡gol! borró al instante este absurdo pensamiento.
Me ha encantado.
Besos :)
Josef, qué triste pero a la vez qué bien lo cuentas, te felicito por ello;))
Un besoooo
Durísimo y triste relato.
Ojalá fuese una historia inventada que no ocurriese en nuestro mundo, pero es la realidad que viven muchísimasssss mujeres de puertas para dentro.
Un abrazo Josef
La cruda realidad de muchas mujeres, me conmovio mucho tu relato, perfecta descripcion!
un abrazo!
me has dejao O_O es la cruda realidad de lo q muchas mujeres estan viviendo y lastima q no todas cogen ese autobus sino q las vemos en las noticias cuando ya es demasiado tarde...
besitosssss
Tristísimo y conmovedor tu cuento José... siempre me tocas las fibras :(
Que pases un lindo finde, besos!
Que bueno que ella tuvo la suficiente fuerza como para irse de alli con el hijo.
Lastima que haya por el mundo tantos casos de violencia domestica!!!!
Besos.
Lo bueno es lo bien que escribes, que da gusto leerte, lo malo es que prefiero los textos en los que veo cosas inventadas, esta historia está demasiado presente en la vida.
Besitos varios.
Muy buen relato, sigue deleitándonos con ellos.
Besos,
Shanty
Real como la vida misma de tantas y tantas mujeres.. Pero esta lo ha logrado, ha tomado la decisión correcta...Denunciar en sus condiciones no hubiera servido de nada...
Muy bien relatado, ambientado, como siempre magistral Josef!
Un beso.
Me alegra que no fuera el que yo me había imaginado , que no es otro que el de la cotidianidad, es decir la muerte del débil, en este caso Svetlana.
Gracias por tus visitas a mi blog...
Un beso
Una historia muy dura con buen final, pero yo en lugar de darle pastillitas para dormir, lo hubiese envenenado! jaja, que bestia!!!
Un abrazo José, me encantó la historia!
De verdad me conmoviò mucho esta historia. Que es una realidad diaria y que muchas mujeres guardan y aguantan en silencio, hasta que se sacan el miedo de una vez y se marchan.
Creo que es preferible ser pobre y vivir en un lugar con lo justo sola o con los hijos , si es que se tienen, que aguantar a alguien que nunca valorarà , ni respetarà a una mujer.
Muy buen texto Moderato
Todos mis cariños
Susana-Agualuna
Muy triste, pero me encanta como lo cuentas, futuro? lo tendremos..??
muy conmovedor...
Besitos sorprendidos.
hasta el ultimo momento no sabía si las pastillas se las iba a tomar ella o darselas a el..Mejor asi que se las diera a el,eso si espero que no llegaran a matarlo y solo a darle un susto..y ella hace bien en irse con su hijo a su país al amparo de su familia que son los uqe verdaderamente la quieren..
besitos
Solo me pasa con un blog mas... el leer un texto conteniendo la respiración...
Y me ha pasado con el tuyo, maravillada, por cierto.
Besicos
Ojalá todas estas historias siempre acabaran así, cogiendo un tren hacia Bulgaria o hasta el fin del mundo si hace falta.
Muuuuuacks!
Estremecedor relato el que leo hoy. desgraciadamente narras magisralemente la realidad de tantas y tantas mujeres maltratadas...Fíjate que la simple indiferencia ya lo y desde ahí a cualquier vejación, ya sea antes o después.
Saludos
Real como la vida misma.... Hay montones de hombres como este que describes. Demasiados pocos acaban como él.
¡¡¡Ole por esa mujer¡¡¡
Un abrazo, Josef
Cómo me gustaría que esa mujer arropara a su hijo en una manta, y saliera de esa jaula de desprecio y maltrato, y a esa mala bestia se le atragantara la cerveza para el resto de sus días.
Lo siento, pero no puedo quedarme impasible y mi reacción, para nada puede ser moderada o tranquila.
Tu relato es sobrecogedor, porque es real.
Un cordial saludo.
Una vez más nos sobrecogemos con una historia tan, tan real que no parece una ficción.
El machismo y sus miserias. Las mujeres siempre víctimas de la incomprensión y la fuerza bruta.
Buen relato y demasiado real.
un abrazo de Mos desde la ESFERA.
Bien por la decisión de la mujer, lo mejor que pudo hacer: salir del maltrato y asumir su dignidad con todo lo que eso conlleve, más allá de las privaciones materiales que pueda ella y su hijo. Duro y lamentablemente muy frecuente realidad. saludos
Realmente un relato muy profundo, dicen que obras quitan pasiones y matan las ilusiones...y las de ella quedaron muertas por ese desamor...
Me encanto la parte de la mirada de Svetlana, yo creo que los ojos muestran el alma como un espejo...
hermoso!
besos,
Conmovedora historia, sobretodo por lo desgraciadamente real...
Besicos
Encarna
¿Cuántas mujeres tendrán que soportar el miedo a su pareja y no son capaces de poner tierra por medio? Es estremecedor que todavía sigan ocurriendo cada día historias como la que tú cuentas tan magistralmente. ¡Otro relato excelente!
Un abrazo.
Eres terriblemente bueno eh?
Yo sería muy mala, después de dormirlo bien, le echaría el aceite hirviendo encima... así iba a tener suficiente de qué vanagloriarse, por el resto de su miserable vida.
Bueno pués, que me has enervado mira.
Excelente como siempre Josef!
Abrazos,
Josep, un inciso...si era su mujer y tenía un hijo del mal bicho ¿como es que no tiene derecho a la Seguridad Social?,es la puntilla que no me cuadra...por lo demás muy realista, tristemente realista.
un beso.
Duro y terrible realidad de muchas mujeres!!!
Un texto buenísimo. Como siempre.
Un saludo!!
una realidad tan presente en nuestros dias, aunque me gusto tu final al menos tuvo el valor de marcharse que tan poca gente lo tiene, que pases unas felices fiestas
saluditos
Tremendo relato, muy realista y crudo.Cuando dices que ella coge la sartén por el mango y no piensa, creí... que se la iba a estampar al bestia ese en la cabeza ^)
Un saludito, y sigue escribiendo para alegrarnos la semana.
En tus relatos siempre te caracteriza mostrar la realidad, a veces cruda, y es necesario que reflexionemos, al menos en varios das esperanza.
Abrazos.
...desgraciadamente ese es el pan de cada día de nuestras apestosas y sucias sociedades humanas... y eso sin contar ke aun hay cosas muchas más crudas ke se quedaron en el tintero
buen texto Josef, te va un abrazo
Mira, al final el fútbol sirve para algo bueno :) Qué bien narras, con qué celeridad pasando de una imagen a otra.
Bravo.
Abrazos
Que fuerte. Es imposible que no nos llegue este texto.
Te felicito!
Besos!
=) HUMO
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