Aquel año me contrataron para trabajar en un club de hípica. Era primavera y una luz naciente de tonalidades brillantes empezaba a alumbrar los días cada vez más largos de abril y me deslumbraba en mi piso al amanecer.
La suerte: Estaba a apenas diez minutos del trabajo, y llegaba sin agobios.
Ocupaba mi puesto en la barra y por las tardes, cuando salían de la universidad, las veía llegar. Todavía recuerdo sus nombres: Celia era la rubia. Pecosa y arrogante se dirigía a mí sin siquiera mirar y adusta, me pedía dos limonadas, la baraja de cartas, un par de bolsas de kilos, y se volvía a la mesa donde Cruz, morena de pelo castaño y la mayor de ambas primas, aguardaba sentada mirando pensativa en dirección a la piscina o a los chopos que circundaban el local. Podrían sentarse más lejos, en cualquier otra mesa, pero lo hacían siempre en aquélla. Así las recuerdo aquel primer día y durante la semana siguiente. Yo, atendiendo a la gente, y ellas establecidas en su lugar, solas, hermosas e insolentes. A veces sólo estaban ellas, y yo. Jugaban sin prisa, con parsimonia. No parecían tener ganas de irse. Yo admiraba su belleza, lo admito. Lo hacía en secreto. Y ellas se regocijaban hermosas, irresistibles; titulares de la falsa omnipotencia que concede la vida durante la juventud. Yo no era viejo, ¿quizá para ellas? Al cabo de quince días tenía muy clara la barrera social que se interponía entre nosotros. Ellas, eran pequeñas damas clasistas, hijas de acaudalados, en cuanto a mí de familia quizá no tan pobre, pero en aquel intervalo atravesaba un mal momento. Si supieran acerca de ciertos parientes que tenía, pero que no frecuentaba, se asombrarían. Por ello, su manifiesta pose de superioridad en lugar de irritarme me llamaba la atención y entretenía. Había estado en ambos lados: Hombre rico hombre pobre. Y sólo pensar en las sorpresas que les deparaba la vida me inducía a sentir compasión por su situación ilusoria.
El verano llegó. Cruz no me dirigió una palabra durante lo que restaba de abril, mayo junio y julio. En agosto se fueron.
Una tarde de finales de agosto se presentó sin su prima, y no tuvo más remedio que acercarse a la barra. Lo curioso es que lo hizo muy tarde; era viernes, última hora. Meditaba qué haría esa noche, cuando terminara el trabajo de madrugada. Se acercó, me pidió una Coca Cola, una bolsa de patatas y un plato. Para mi sorpresa no regresó a la mesa sino que se sirvió las patatas, bebió un par de sorbos, volvió su mirada y me habló de la siguiente manera.
—¿No te aburre estar aquí tanto tiempo?
La miré con asombro y solté un “no” desganado, en absoluto convencido.
Sonrió. ¿Sonrió? Eso hizo. Estaba tan confundido de oírla dirigiéndose a mí tan de repente que apenas era capaz de balbucir.
—No te creo...
—Sólo es un trabajo.
—Pues los trabajos como el tuyo no parecen nada divertidos.
—¿Ah sí? Y tú, a qué te dedicas.
—Estudio veterinaria. A veces pasamos días diseccionando ranas. No me da asco, pero sí muchísima pena.
—Pues yo, la verdad, prefiero servir copas que abrir en canal a las ranas.
—Quizá…
Se volvió un instante, se frotó las manos como si tuviera frío. Mientras hablaba no había dejado de contemplarme de forma intensa y sentí como si sus ojos fueran capaces de radiografiar mi interior. Se volvió de nuevo, echó los cabellos hacia atrás, y me hizo la pregunta.
—Dime... ¿Por qué me mirabas?
—¿Yo?
—Sí, tú.
Me hice el imbécil y dije.
—Por que tú estás ahí y yo estoy aquí.
Se quedó observándome pensativa mientras yo ponía toda clase de rostros: De pocker, de oveja degollada, de pavo real, de despistado, de lunático...
—No. Eso no es cierto.
—El qué.
—Lo que dices. Tú me miras...
—¿Yo?
—Oye, no me tomes por una imbécil. He tenido tres meses para observarte.
La señalé y dije asombrado.
—Tú, a mí… ¿Me observabas? ¿Cuándo?
Tomó con ambas manos el vaso, y dijo.
—Mira... ¿Te llamas Jorge...?
—Sí...
—Jorge. Hay que saber hacer las cosas... Yo también te miraba, pero cuando no te enterabas...
—¿Cómo?
—Lo que digo. Si te gusta una persona, disimulas. No te quedas mirándola como un pasmarote. Y tú a veces...
—A veces ¿qué?
—Que te quedabas ahí, clavado, ¡mirándome!
—¿Yo?
—Sí, y ahora también.
Entonces lo hice, mentí.
—¡No! Te equivocas, no es cierto. Si te miro alguna vez es porque eres guapa, lo reconozco. Pero... ¿tú gustarme a mí? Si eres una niña. Cuantos años tienes. Dime...
—Veintidós.
—Ves, te saco once.
Contó por lo bajo.
—¿Tienes treinta y tres?
—Sí.
—No está mal.
—¿El qué?
—Me gustan los hombres hechos y derechos. ¿Tú... lo eres?
—¿Quieres probar?
Me miró de refilón y dijo.
—Yo... ¿con un camarero?
—No siempre fui camarero.
—Ah sí ¿Y qué más eras?
—Era afortunado.
Se rió. Hizo una mueca hermosa y permanecí fascinado.
—Ves… Otra vez
—Qué.
—Te quedas mirándome.
—Ya.
—Oye… ¿Tú has visto y conocido a muchas mujeres no?
—Sí, pero… ninguna como tú.
Se sonrojó. Me miró a los ojos y preguntó.
—Entonces ¿te parezco guapa?
—Guapa no, ¡hermosa!
—Gracias Jorge...
Me tomó de las manos, me las acarició. Entrecerré un breve segundo los ojos y oí los pájaros trinar, una brisa templada acarició mi semblante, no había duda estaba hechizado; enamorado como un idiota. Volví a abrirlos de nuevo, me había soltado se había dado la vuelta y terminaba de beber la Coca Cola. Había un hombre acomodado en el extremo la barra. Me pidió una copa de güisqui, Cruz pagó en silencio y se retiró sin despedirse. Aquel hombre siguió bebiendo, tomó cuatro o cinco copas más y al final, a eso de las doce, deliraba borracho en la barra; su mujer le había dejado… Se lo tuvieron que llevar los de seguridad.
Cuando agosto se terminó me despedí del trabajo; cuestión de incompatibilidad.
No volví a ver a Cruz, en cambio su cruz quedó impresa en mi corazón. Todavía la recuerdo. ¿Por qué si solo fueron unos instantes...? Jamás lo sabré, la vida es así: misteriosa, turbia, fascinante...
José Fernández del Vallado. Josef 2009.
La suerte: Estaba a apenas diez minutos del trabajo, y llegaba sin agobios.
Ocupaba mi puesto en la barra y por las tardes, cuando salían de la universidad, las veía llegar. Todavía recuerdo sus nombres: Celia era la rubia. Pecosa y arrogante se dirigía a mí sin siquiera mirar y adusta, me pedía dos limonadas, la baraja de cartas, un par de bolsas de kilos, y se volvía a la mesa donde Cruz, morena de pelo castaño y la mayor de ambas primas, aguardaba sentada mirando pensativa en dirección a la piscina o a los chopos que circundaban el local. Podrían sentarse más lejos, en cualquier otra mesa, pero lo hacían siempre en aquélla. Así las recuerdo aquel primer día y durante la semana siguiente. Yo, atendiendo a la gente, y ellas establecidas en su lugar, solas, hermosas e insolentes. A veces sólo estaban ellas, y yo. Jugaban sin prisa, con parsimonia. No parecían tener ganas de irse. Yo admiraba su belleza, lo admito. Lo hacía en secreto. Y ellas se regocijaban hermosas, irresistibles; titulares de la falsa omnipotencia que concede la vida durante la juventud. Yo no era viejo, ¿quizá para ellas? Al cabo de quince días tenía muy clara la barrera social que se interponía entre nosotros. Ellas, eran pequeñas damas clasistas, hijas de acaudalados, en cuanto a mí de familia quizá no tan pobre, pero en aquel intervalo atravesaba un mal momento. Si supieran acerca de ciertos parientes que tenía, pero que no frecuentaba, se asombrarían. Por ello, su manifiesta pose de superioridad en lugar de irritarme me llamaba la atención y entretenía. Había estado en ambos lados: Hombre rico hombre pobre. Y sólo pensar en las sorpresas que les deparaba la vida me inducía a sentir compasión por su situación ilusoria.
El verano llegó. Cruz no me dirigió una palabra durante lo que restaba de abril, mayo junio y julio. En agosto se fueron.
Una tarde de finales de agosto se presentó sin su prima, y no tuvo más remedio que acercarse a la barra. Lo curioso es que lo hizo muy tarde; era viernes, última hora. Meditaba qué haría esa noche, cuando terminara el trabajo de madrugada. Se acercó, me pidió una Coca Cola, una bolsa de patatas y un plato. Para mi sorpresa no regresó a la mesa sino que se sirvió las patatas, bebió un par de sorbos, volvió su mirada y me habló de la siguiente manera.
—¿No te aburre estar aquí tanto tiempo?
La miré con asombro y solté un “no” desganado, en absoluto convencido.
Sonrió. ¿Sonrió? Eso hizo. Estaba tan confundido de oírla dirigiéndose a mí tan de repente que apenas era capaz de balbucir.
—No te creo...
—Sólo es un trabajo.
—Pues los trabajos como el tuyo no parecen nada divertidos.
—¿Ah sí? Y tú, a qué te dedicas.
—Estudio veterinaria. A veces pasamos días diseccionando ranas. No me da asco, pero sí muchísima pena.
—Pues yo, la verdad, prefiero servir copas que abrir en canal a las ranas.
—Quizá…
Se volvió un instante, se frotó las manos como si tuviera frío. Mientras hablaba no había dejado de contemplarme de forma intensa y sentí como si sus ojos fueran capaces de radiografiar mi interior. Se volvió de nuevo, echó los cabellos hacia atrás, y me hizo la pregunta.
—Dime... ¿Por qué me mirabas?
—¿Yo?
—Sí, tú.
Me hice el imbécil y dije.
—Por que tú estás ahí y yo estoy aquí.
Se quedó observándome pensativa mientras yo ponía toda clase de rostros: De pocker, de oveja degollada, de pavo real, de despistado, de lunático...
—No. Eso no es cierto.
—El qué.
—Lo que dices. Tú me miras...
—¿Yo?
—Oye, no me tomes por una imbécil. He tenido tres meses para observarte.
La señalé y dije asombrado.
—Tú, a mí… ¿Me observabas? ¿Cuándo?
Tomó con ambas manos el vaso, y dijo.
—Mira... ¿Te llamas Jorge...?
—Sí...
—Jorge. Hay que saber hacer las cosas... Yo también te miraba, pero cuando no te enterabas...
—¿Cómo?
—Lo que digo. Si te gusta una persona, disimulas. No te quedas mirándola como un pasmarote. Y tú a veces...
—A veces ¿qué?
—Que te quedabas ahí, clavado, ¡mirándome!
—¿Yo?
—Sí, y ahora también.
Entonces lo hice, mentí.
—¡No! Te equivocas, no es cierto. Si te miro alguna vez es porque eres guapa, lo reconozco. Pero... ¿tú gustarme a mí? Si eres una niña. Cuantos años tienes. Dime...
—Veintidós.
—Ves, te saco once.
Contó por lo bajo.
—¿Tienes treinta y tres?
—Sí.
—No está mal.
—¿El qué?
—Me gustan los hombres hechos y derechos. ¿Tú... lo eres?
—¿Quieres probar?
Me miró de refilón y dijo.
—Yo... ¿con un camarero?
—No siempre fui camarero.
—Ah sí ¿Y qué más eras?
—Era afortunado.
Se rió. Hizo una mueca hermosa y permanecí fascinado.
—Ves… Otra vez
—Qué.
—Te quedas mirándome.
—Ya.
—Oye… ¿Tú has visto y conocido a muchas mujeres no?
—Sí, pero… ninguna como tú.
Se sonrojó. Me miró a los ojos y preguntó.
—Entonces ¿te parezco guapa?
—Guapa no, ¡hermosa!
—Gracias Jorge...
Me tomó de las manos, me las acarició. Entrecerré un breve segundo los ojos y oí los pájaros trinar, una brisa templada acarició mi semblante, no había duda estaba hechizado; enamorado como un idiota. Volví a abrirlos de nuevo, me había soltado se había dado la vuelta y terminaba de beber la Coca Cola. Había un hombre acomodado en el extremo la barra. Me pidió una copa de güisqui, Cruz pagó en silencio y se retiró sin despedirse. Aquel hombre siguió bebiendo, tomó cuatro o cinco copas más y al final, a eso de las doce, deliraba borracho en la barra; su mujer le había dejado… Se lo tuvieron que llevar los de seguridad.
Cuando agosto se terminó me despedí del trabajo; cuestión de incompatibilidad.
No volví a ver a Cruz, en cambio su cruz quedó impresa en mi corazón. Todavía la recuerdo. ¿Por qué si solo fueron unos instantes...? Jamás lo sabré, la vida es así: misteriosa, turbia, fascinante...
José Fernández del Vallado. Josef 2009.
49 libros abiertos :
Moderatooooooooo
Soy la primera en comentarrrr ??
Ohhhhh
no lo creo...
Que dicha
estar en tu primera fila
Mientras te leía pensaba
que somos animales
somos animales pensantes
analíticos
-por eso nos miramos-
Animales con capacidad de escoger haciendo uso del alma, del sentido y sentimientos (buenos y malos)
animales de espíritu, eternos en cuerpo.
Abrazo.
Me gustó la simplicidad y sinceridad de la situación. Y es verdad, momentos así, tan efímeros, tan simples a veces quedan mas grabados en nuestro corazón.
Besitos,
Preciosa captura, de una conmovedora ternura!
Así se siente Moderato, tal cual. Y aunque no todas las mujeres sienten de la misma forma, ese "guapa no, hermosa" se escucha como "los pájaros trinar, como la brisa templada"...
Muchas Gracias!
hermosa y tierna historia de verano.........a veces pasa,no es más que un apretón de manos o varias miradas y esa sensación dura por siempre...............
me encantó tu relato!!!!!!!!
un abrazo y buen finde, amigo
Una sencilla mirada puede convertirse en la rendija por la que se escapan nuestros pensamientos.
Eso de: "guapa no, hermosa..."ha estado muy bien plantado.
Yo no me habría ido sin despedirme de alguien que dice esas cosas.
Besos
Y no volvió a verla; pero ese par de ojos se le clavaron en el corazón; ingresaron en esa galeria de imagenes imborrables que...nos llevamos a la tumba.
Precioso relato y linda situación.
Un abrazo.
ella es la cruz y tú diste la cara...o fue al revés ?
Curioso lo de mirar sin sir mirado...verás en tus ojos que nos amamos... ( ya se dijo, lo sé )
Saludos
No hay explicación lógica.
No es la razón.
Es el corazón.
No hay respuestas.
Sólo sentimientos.
Saludos.
Hermoso relato, con encanto y ternura. Un abrazo
qué bien descritos esos segundos de sueños...
Ocurre muchas veces, hay situaciones y personas, que pasan por tu vida, te dejan marcado, y nunca sabes que hubiera pasado, es un interrogante que te queda para siempre. Un relato de los que engancha, como todos los que escribes. Un beso
Es bonito que le observen a uno sin llegar a notar que lo está siendo... No es fácil conseguirlo, pero es muy bonito.
Cada vez que entro aquí es como abrir un libro en la penúltima página y no querer llegar nunca al final...
Un beso :)
Hay fantasías que merece la pena probar...
Besicos
Cuantos Jorges mas, están en este momento en el mismo lugar y observando chicas hermosas.Es la vida misma.
Asi como cuantas mujeres mas sirven el café y observan la anatomía de un hombre guapo.
Me gustó,como shhhhhemmpre!!! cariñusss Josef.
Pero que historia tan hermosa....me he has hecho vibrar con tu relato.
Saludos y abrazos.
Es una historia preciosa. Los juegos de miradas encierran tanto... lástima que se pierdan en la multitud :)
Un beso grande.
Hola, en mi blog hay algo para ti.
besos y amor
je
Todos hemos sentido algo así alguna vez... Qué lindo y que efímero...
Precioso relato
Tres meses de espera...y por fín... aúnque fugaz, valió la pena...
Un abrazo, Josef.
Misteriosa, turbia, fascinante... y además llena de sorpresas ;
Muuuuuacks!
Gracias por tu apoyo, estoy en inglaterra, bueno viviendo con mi hermano, slo vengo a trabajar unos meses, necesito el dinero como muchos de nosotros para poder afrontar lasfacturas, lo mas dificl va ser estar separada de mi marido todo este tiempo, a sido una decision muy meditada y muy dificil de cumplir, pero aqui estoy a unas horas de m casa en avion, son pocas pero la distancia se hace dura cuando tienes que estar lejos de tus seres queridos, un beso muy grande y gracias. Sabes que a mi tambien me tienes para lo que necesites.
El amor es raro, y a veces, casi sin razón, nos marca a fuego el alma.
Besos felinos.
Que bellos sentimiento dejamos en una mirada. Cuántas ilusiones en una palabra!
Me gustan tanto tus relatos!!
Un gran abrazo,
que tengas un lindo domingo!!
Ali
un relato lleno de fuerza y sinceridad.
abrazos
No por ser un relato salido de tu mente es menos inverosimil ( por desgracia). Pienso que el amor está por encima de clases , o al menos debería, y lo peor de todo... Creerse que se es superior por tener más dinero, o posición.
Para mí eso es digno de pena, pero EXISTE!.
Un abrazo
Ese sentimiento tan puro que nace va mucho más allá y hace que lo que realmente vale la pena tome mucha más fuerza¡¡;)
UN BESOOO TE DEJOOO Y QUE PASES UN BUEN FINDEEE AMIGOOO MÍOOO¡¡¡
Qué lindo cuento! Se lo tengo que pasar ya mismo a un amigo, jaja!
Lo he disfrutado mucho y eso que estoy trabajando! Shhhhh...
BACI, STEKI.
me gusta la simplicidad de tu historia y al vez tan certera y compleja. A veces para uno vale un sólo instante para el amor, me encnató tu historia y siempre muy buenos finales, un beso
AYYY JOSE QUE LINDO MOMENTO QUE LINDO LO CONTASTE QUE LINDA SENSACION !!!!! ES QUE SON ESOS MOMENTITOS CORTOS E IRREPETIBLES QUE NO SE BORAN ASI COMO NADA...ES QUE QUEDAN GRABADOS E INSPIRAN ESTAS MARAVILLAS QUE LUEGO APARECEN EN TU ESENCIA CON TUS MATICES !!!
CUANTO ME ALEGRO POR ESTE CUENTO !!
BELLO BELLO BELLO
MIL BESOS AMIGO
ESPERO QUE ESTES BIEN
TE QUIERE
KLAU ♥
Me parece que todos nos podemos sentir identificados... Estas cosas no entienden de clases...
Recuerdo encuntros mucho más cortos que este que no logró apartar de la memoria, algunas veces hasta una sola mirada, pero que mirada.
Que maravilla perderme por tus palabras y viajar hasta ese rincón bendito de tu corazón que es tan generoso con nosotros.
Besos
Vaya cruz que le cayó...Quizá el recuerdo de esa caricia fue suficiente...
Abrazos
El cuadro precioso
Tienes varios blogs. Normalmente visito este. Cuan me recomiendas?
Un saludo.
A veces sin conocer a la persona nos queda su esencia en nuestro interior para siempre...
Un besito y una estrella.
Mar
que lástima que llegase el hombre a la barra y que no sé vuelvan a ver.siempre hay alguien que interumpe en el mejor momento jeje
me gustó mucho
besos
Tu historia, a priori, sencilla encierra las claves de lo que la imaginación y el deseo es capaz de hacer con nosotros. Me ha gustado mucho ese amor efímero y superficial.
En otro orden de cosas, te he dejado comentarios anteriores que no veo publicados.¿??? En fin... a pesar de ello, aunque no pueda escribir comentarios, siempre visitaré tu espacio. Un abrazo grande.
Extraño mucho tus historias de sangre, asesinos, oscuridades... Sé que quizá estés pasando por un ciclo creativo más optimista, pero es que me gustaba aquel registro. Tendré paciencia... Un abrazo.
Un relato con mucha imaginación.
Un beso.
El aparato psíquico es una máquina muy sofisticada y cuando dormimos sigue funcionando, siempre trabajando para nosotros. Es genial. Te dejo un saludo. Seguiré con el tema.
Pasan esas cosas, como destiempos sumado a que la psiquis de una mujer es algo tan pero tan difícil que hace tiempo ya he dejado de intentar interpretar, son mágicas además de ser lo mas hermoso que hay en la tierra y por lo único que vale la pena vivir.
Abrazo
Precioso relato, con mucha fuerza y sentimientos.
besos
Hola moderato... hermoso relato, de ese sueño.
Bsss.
jajajaja, Josef me he reido un kilo hoy con todas esas caras que pones, jajaja, y como sería la de pavo real??? jajaja
un abrazo
Precioso relato...me da lastima que no pudieran conocerse y amarse pero claro les separaba el mundo de ella....aunque me parece que si el hubiera dado un prmer paso...como la canción: quizas quizas quizas....besotesssssss
No estaría mal...fantasía por cumplir tal vez¿¿
Un café??
La verdad es que tu relato es muy real, esos amores de verano no sé que tendrán que son difíciles de olvidar.
un saludo
La vida...
la vida es lo simple y no lo complicado, o sea: exactamente eso que no nos dejan ver.
(Vida natural y no artificial)
Abrazos.
Publicar un comentario